Posts Tagged 'Estadio Santiago Bernabéu'

El fútbol y el Jaimito que llevamos dentro

1
Homper lee los periódicos del día y medita sobre el narcisismo. El falso espejo que nos fabrican para que no dudemos de que somos la especie superior, los reyes de la creación, los guays del Paraguay, como nos decían los políticos antes de que llamarnos abusones y manirrotos. El hombre tiene derecho….Además de las utopías que agavilla la Declaración Universal de los Derechos Humanos, a esta se le olvidó añadir: derecho a a ser un poco bárbaro, bastante grosero, extraordinariamente mal educado.

Resumiendo: derecho a comportarse como un ultra en los campos de fútbol.

2
Ya le sorprendió al Hombre Perplejo la primera vez que le llevaron de niño al Estadio Santiago Bernabéu, que entonces aún era Estadio de Chamartín. Subía por unas escaleras hacia las gradas cuando vio un cartel sospechoso que decía: VOMITORIO,

-Qué asco –pensó recordando ese olor agrio y nauseabundo de sus vomitonas infantiles.

Luego miraría en el diccionario que tal palabra, en los estadios o en los anfiteatros romanos, definía a la abertura que facilita el acceso a las localidades. El vomitorio vomitaría gente, hacia dentro o hacia fuera. Aunque, visto lo visto, ahora Homper piensa que no, que pusieron vomitorio para que el público pasara por allí para desahogarse, para echar regüeldos, eructos, insultos, frustraciones malsonantes. O sea, para vomitar lo peor de la naturaleza humana.

3
Pero no se atreven a decir nada a los vomitones Al pueblo se le exprime y se le cruje, se le exige sacrificios y a menudo se le ignora. Pero…¡ah, la educación!…¿Quién se va a detener a educarle, con lo pesado que es eso? ¿Y a regañarle?…¿Cómo se le va a pedir que, encima, guarde las formas?

-Nada, hombre…Usted vaya al fútbol y saque la bestia que lleva dentro, que no va a pasar nada.

4
Así que al final se quedan cortos los vomitorios. Y además de este, habrá que poner en los estadios Cagatorios, Meatorios y hasta Tocatorios de Cojones. El fútbol es u deporte que le gusta a mucha gente, entre otros al propio Homper, que no se pierde u partido interesante. Pero además se ha convertido en el opio no del pueblo, sino de todos, hasta de los que gobiernan, de los que hacen las leyes y de los que las interpretan. El fútbol es la suprema razón de estado, que tiene que contemplar impávido como este deporte, tan bonito y apasionante, sea la rendija por la que permitimos que salga el impresentable que llevamos dentro.

-Es sólo un deporte –han dicho las autoridades ante el jaleo que, por fas o por nefas, iba a traer la final de la Copa del Rey– Y debe ser una fiesta.

5
Homper se pasma de que, si es por el fútbol, se pueda insultar, blasfemar, ofender, y aparcar delante de los garajes. Qué le pasa a uno cuando le da un infarto en su casa a la hora del partido y no puede sacar su coche para ir al hospital. ¿Le mandan una ambulancia volando?. Por el fútbol se cierran calles y plazas, y se permite al personal invadir los espacios públicos, ensuciar la ciudad, emborracharse, orinar y defecar en las calles, vomitar, romper cascos de vidrio contra las aceras, mutilar estatuas y, en definitiva, comportarse como un salvaje con toda impunidad. Qué cinismo oficial. Y como el negocio es el negocio, todos, desde el pueblo desahogado, a políticos y líderes de comunicación, haciendo la vista gorda.

Quién se atreverá a proclamar que lo inevitable no es lo deseable. O a modificar las Declaración de los Derechos Humanos para consagrar el derecho de cada quisque a liberar al Jaimito mal educado y un poquito bestia que nos habita. El fútbol, razón de estado.

Cien mil millones de estrellas

Si nuestras estrellas fueran guisantes, llenarían el Bernabéu…
Si nuestras estrellas fueran guisantes, llenarian el Bernabéu...

Nos contaban de niños que, antes de morir, el hombre ve pasar como en una película rápida toda su vida. Nadie ha escrito ese guión, pero cabe suponer que será abrumador. Imagínense: todo lo bueno y todo lo malo. Un resumen de las obras por las que seremos recompensados, pero también de las fechorías que emborronan nuestra hoja de servicios. Las fotos con los seres queridos, las postales de los viajes, los gozos, las sombras. Y, quizás lo peor: la lista inacabable de asuntos pendientes que ya nunca podremos llevar a cabo. Qué fatigas, Señor.

Doña María, que como saben los lectores de este blog es una ama de casa gruesa de los nervios, dice que ya ha vivido pesadillas que anticipan ese momento. A menudo, sueña que ha muerto, y que el juez supremo, antes de condenarla por glotona y, sobre todo, por mentirosa, hace pasar ante sus ojos  una cinta transportadora que, desde el túnel del tiempo, trae todos y cada uno de los platos que ha ido engullendo a lo largo de su vida. Dejando aparte su etapa de lactante, teniendo en cuenta sus años y que tiene la mala costumbre de hacer dos comidas diarias a razón de primero, segundo y postre, pasan de cien mil los platos que levantan su dedo acusador contra ella. Ella se defiende argumentando que desde hace muchos años hace dieta mediterránea, toma leche desnatada y engaña sus cafés con sacarina. Pero ni por esas. Cuando despierta y vuelve a mirarse al espejo, se ve más bien como gruesa de los sueños.

Las grandes cifras siempre causan vértigo. Lo producen las de la macroeconomía, que asoman a diario en las noticias, las  de los parados, las del déficit público, las de las pérdidas empresariales. También, en el sentido contrario, las de las obscenas ganancias de los grandes ejecutivos, a los que el antiliberalismo piadoso quiere ponerles coto. Pero mucho más otros datos aún más escandalosos. En 1996 la FAO arrancó de las grandes potencias un compromiso en la lucha contra el hambre que no se cumple. Hoy hay ochocientos cuarenta y tres millones de hambrientos, veintitrés más que en aquella fecha. Y, para mayor inri, todos sabemos que nada menos que seis millones de niños mueren al año por malnutrición. A ver qué nuevo orden mundial acaba con esa lacra de una puñetera vez.

Homper -el Hombre Perplejo- no salía de su asombro  cuando su amigo Paco le vaciló con otros datos que relativizan aún más la importancia de cualquier problema personal de los bien alimentados. Paco Colomer es astrónomo, y le contó el otro día que sólo en nuestra galaxia  hay cien mil millones de estrellas.

-Vamos, venga ya-le replicó Homper-¿Y cómo visualizas ese disparate?

Paco le contó que, reduciendo el cálculo a ejemplos inteligibles, había llegado a la conclusión de que, si las estrellas fueran del tamaño de un guisante, todas juntas llenarían un estanque del tamaño del Estadio Santiago Bernabéu. Y a qué negarlo, sintió un cierto alivio. Pensó que, confundido nuestro insignificante planeta entre cien mil millones de guisantes, a lo mejor se disimula la espantosa responsabilidad del hombre contemporáneo por consentir  el hambre en la Tierra.

*V


Siluetas de RNE

Duendes suscritos:

Suscripción

Suscripción por email

Publicaciones:

PARAÍSO DE HOJALATA
Una Infancia de Hojalata

Ir directamente a

Blog Stats

  • 1.379.925 hits