Archivo de May 2012

Aquellos compañeros de colegio

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Alguien cerró la puerta del aula y por primera vez en su vida este bloguero se sintió prisionero. Lamenta el bloguero que esta fuera la primera impresión que le dejara el colegio, pero fue eso lo que sintió. No fue el único. Otamendi, que debió de sufrir la misma sensación, rompió a llorar enrabietado. Uno repasa el rastro de este medio siglo transcurrido desde el fin de la etapa colegial y se da cuenta de que, aparte de aquellos con los que compartió pupitre, a muchos de sus compañeros les recuerda sobre todo por detalles anecdóticos: el llanto de pobre Otamendi, o la sonora bolsa de canicas que colgaba del cinto de Perea, o las cazadoras que llevaban los gemelos García de Vinuesa, o la espigada figura de Monsalve, el más alto de la clase.

Uno recuerda también que la madre de Carvajal era probablemente la más guapa de las que acudían a recoger a sus hijos. La de Pastora se distinguía especialmente por sus sofisticados sombreros. La de Carlos O´Connor, porque nos conocía a casi todos los de la clase. El padre de García de la Mata tenía el carnet número dos o tres del Madrid. Chicharro jugaba muy bien al fútbol, como Sánchez Blanco, pero Muguiro era, sin duda, el mejor. Laviña, gran portero, lo paraba todo Con Apolinario pasó este duende tardes deliciosas recreando el Tour y la Vuelta: pintábamos una carretera en la terraza de su casa, lanzábamos chapas con la cara de los campeones del momento y allí donde llegaban las chapas poníamos unos ciclistas de plástico. Apasionante. Poli, que así le llamábamos, lucía unos mofletes colorados, como si acabara de subir el Tourmalet. Carlos Díe, timidito y callado, vivía enfrente de este menda. Su padre era médico, y en su casa había un esqueleto, y el que esto escribe presumía mucho de eso, porque gracias a su compañero de clase había visto un esqueleto de verdad, como los que salían en las películas de piratas. Un privilegio.

El abuelo más envidiable de la promoción era el de Zamarripa, un señor con boina que, además, era un manitas con la garlopa, y fabricaba a su nieto fuertes maravillosos para jugar al Oeste con vaqueros e indios de goma. Zamarripa se hizo militar, y voló muy alto, pues llegó a teniente general del aire y además culminó otras carreras. Dávila lucía un jersey rojo el primer día del cole, el de la rabieta de Otamendi, y con ese color, tan opuesto al azul de su padre, quedó para siempre en la memoria del bloguero, que le tuvo como primer compa de pupitre. El segundo fue Plaza, que veraneaba en Sepúlveda y era muy simpático, pero que fue el primero en sacudirle estopa en el patio del colegio. Ser peleón y pegar fuerte daba entonces mucho prestigio. Eloy González de la Peña era otro vecino del barrio, y con él iba y venía de casa al cole. A Menéndez le recordará siempre porque un día se desmayó en clase y le mandaron para casa.

-Vaya suerte- pensábamos.

No le pasó nada. Se fumó un par de días y regresó a la monótona vida del colegio.

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Otro compañero, cuyo nombre no se revelará por discreción, no pudo contenerse un día y se cagó en los pantalones. Uno lo recuerda con un bulto sospechoso bajo la culera, subiendo la escalera delante de él en olor no precisamente de santidad. Éramos muy niños. Te daba el apretón, no llegabas a tiempo para evitarlo y al final te cagabas en los pantalones. Cosas de críos.

Heredero y Morote se alternaban como primeros de la clase. Ontañón, Esteban, Pascasio, López Marcos, Chicharro, Carvajal, Bertrand, López de Arenosa y alguno más integraban el pelotón de los listos, los de las notas doradas o rojas, que eran las sobresalientes. La lista de la clase la abría Alonso Poyatos, y la continuaba otro Alonso con el segundo apellido más poético de la promoción: Riobello. Luego venía Apolinario, y a continuación un Aznar rubio que no fue presidente de gobierno: Aznar Argumosa.

¿Quién no se sabía de de memoria la lista de la clase? A este cronista le precedía Fernández de Gamboa, y le seguían García Adaro y García Luján, cuyo nombre de pila, en ese tiempo en que a todos nos bautizaban santos conocidos, llamaba la atención: se llamaba Lamberto. Sainz de los Terreros veraneaba en El Escorial, donde le llamaban el Escabechito, porque se pasaba de bonito. El y Javier Camuñas eran los más elegantes, incluso en esa edad en la que ni sabíamos lo que era la elegancia. Javier era, como Muñoz-Rojas y este mismo duende, de los pocos seguidores del Atlético de Madrid en una clase donde la mayoría era merengona, entre otras cosas porque Marsal, que fue figura en el Madrid de las Cinco Copas de Europa, era antiguo alumno del colegio, y venía en junio a repartir trofeos a los buenos deportistas. Ya había llegado Di Stéfano, y los partidarios del Aleti empezábamos a sufrir el choteo de los madridistas cuando llegábamos los lunes a clase. Señor, qué cruz. Muñoz-Rojas, también conocido como Muñetas fue por cierto el primer compañero que le enseñó la foto de una mujer en pelotas.

-Figue,mira qué tía tan buena-le dijo mostrándole el dorso de la carta de una singular baraja para salidos.

Y el Duende reconoció que sí, que estaba buenísima. Aunque no tuvo más remedio que confesarse por ello.

Domínguez siempre llevaba a dibujo lápices de colores de categoría, Stabillo o Caran D´Ache. La mayoría, Alpino y gracias. Harguindey tenía una hermana que daría años después uno de los primeros guateques que uno recuerda: gracias, Jose María. A Romero, como a Laviña, uno le tiene tomada la foto de recuerdo con rodilleras. Campos tenía muchos hermanos, y con ellos jugaba o iba al cine las tardes de domingo. Y el lunes le contaba a este bloguero la película. Saavedra, conocido como el Chino, también pertenecía a una familia numerosa, y en un tiempo fue gran amigo del que suscribe. Como Sánchez Agustí, o como Sánchez Blanco, que le regalaba insignias con la marca del negocio de su padre, que era Agris Radio. Qué manera de fardar. Era otro amigo de aquellos días de colegio que traen más, muchos más recuerdos, quizás ligeros e intrascendentes, como si fueran vilanos de los chopos que mece el viento. Todos ellos, sin embargo, acabaron siendo piezas de ese puzzle tan complejo que refleja nuestra personalidad. Igual que Díez Ponce de León, que le regaló varios coches Dinky Toys, un tesoro de la época.

Detalles inolvidables, como decíamos.

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El primer prefecto de la clase de Parvulitos A donde le colocaron al Duende era Don Pedro, que era alto y delgado, llevaba el pelo cortado como un recluta y exhibía una pronunciada nuez. Qué curioso, a uno le parece que la nuez ha desaparecido de la anatomía de los hombres modernos. ¿A que ya no se ven nueces tan pronunciadas como las de Don Pedro? Como las orejas de soplillo. Examino uno atentamente las caras de aquellos recentales que posaban ante la escalinata del viejo edificio de Castelló y advierte que la mayoría de ellos tenían –teníamos-las orejas de soplillo.

A este observador le costó reconocerse en esas fotos. No digamos, refrescar la memoria de todos los demás. Sorprendentemente –Madrid no es Sao Paulo ni Ciudad de Méjico– a una gran mayoría de ellos no les ha vuelto a ver más. Tello, Riobello, Heredero, Morote, Rodríguez, Esteban, Plaza, Ontañón, Martínez, Silvela, Adaro, Larrauri, Gutiérrez, Poyatos…¿Cómo es posible no haber coincidido con ellos, ni siquiera un día en el Retiro o en la sala de espera de un dentista? A Méndez-Leite le ha visto bastantes veces. Como a Chicharro, o a Dávila, o a Ignacio Domínguez. Suele decir este bloguero que las amistades del colegio dan muy bien resultado, pues pertenecen a esa época de la vida en la que el alma es un pan a medio hornear, y aún prima la inocencia sobre los intereses. Estos podían ser cámbiame ese cromo, o préstame ese sacapuntas, o regálame esa canica de china, o dame un bocado de la barrita de chocolate de tu merienda de mediopensionista (uno siempre creyó que los mediopensionistas eran unos privilegiados). No iban más mucho más lejos. Uno hubiera querido ser más amigo de todos, pero no le dio tiempo. En cuarto de bachillerato le obligaron a repetir, pues había nacido en enero de 1946, y no en en 1945, como exigía una norma absurda entonces en vigor para pasar al bachillerato superior. No obstante, le basta con repasar aquella larga lista de apellidos que recitábamos de memoria para que le surja espontáneamente la sonrisa.

Echa de menos en ella a García de la Mata, a Otamendi, a O´Connor, a Camuñas, a Pastora, a Andrés Tuduri –gran velocista- y a Ricardo Sánchez Blanco, todos prematuramente fallecidos. Pero todos aparecen vivos en el recuerdo, como envueltos en un velo de ternura y de agradecimiento, por haber sido parte del primer paisaje de la vida por el que uno transitó.

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La nostalgia, seguro, es un error. Pero reconocer los guiños amables que nos lanza el pasado cuando nos paramos a contemplarlo es muy saludable, y anima a seguir caminando. Ahora que nos blanquea el cabello a los que aún lo conservamos, uno empieza a entender alguno de los arcanos de la letra del himno del colegio, tan pretenciosa y voluntarista como la de cualquier himno que se precie. Españoles (es evidente), hidalgos (es una fanfarronada), valientes (es una exageración), con la edad nos queremos mostrar…Esto es lo único cierto de este inicio. Nos queremos mostrar hoy, medio siglo después de haber abandonado el Colegio del Pilar, porque vivimos para recordarlo. Y porque, a pesar del magnus cognazus que fue hacer durante once años de nuestra vida el mismo camino y de pasar tantísimas horas encerrados en sus aulas, puede que gracias a algunos buenos profesores y a la mayoría de los compañeros de clase lo recordemos con cariño.

Otra novela de nada

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Al fin aquella mañana encontró la novela que estaba esperando escribir. Hasta entonces no se había se había creído al pie de la letra la vieja historia de que la vida era una novela. Es más, él estaba vivo, y sin embargo no sólo no era en absoluto feliz, sino que además se aburría espantosamente.

-Si mi caso es lamentable y a nadie puede divertir, ¿cómo va a ser esto una novela?

Se fue a la Feria del Libro, donde sólo triunfan las novelas.

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Paseó por delante de todas las casetas y pudo ver ejemplares de los géneros más vendidos. Novelas históricas. Novelas sobre la Guerra Civil. Novelas sobre templarios. Novelas esotéricas con variantes de lo que la Guerra Civil pudo ser y no se fue. Novelas policiacas suecas. Movelas negras nórdicas. Novelas donde los templarios estaban detrás de la muerte de Manolete. Novelas históricas centradas en los cátaros. Novelas históricas contando la historia del guardapelos de la reina Cristina de Suecia. El tiempo entre corchetes. El tiempo entre sisas. Memorias del topógrafo de Stalin. Todas se vendían como churros.

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De repente se detuvo ante un libro de unas quinientas páginas encuadernado en cartoné blanco y tamaño de octavo. El título, compuesto en una tipografía Times, era La novela del escritor sin novela. Tomó un ejemplar en sus manos y lo abrió. Insospechadamente, el libro aumentó de tamaño, la primera página se convirtió en una puerta. Abrió la puerta, atravesó ésta y entró en una página sin nada escrito o en una habitación sin límites en la que no había nada.

Cerró la puerta. Es decir, la portada de la novela.

Y entonces, ya tranquilo y sin presiones del exterior, se puso a escribir esta novela que, como se ve, tampoco dice nada.

El fútbol y el Jaimito que llevamos dentro

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Homper lee los periódicos del día y medita sobre el narcisismo. El falso espejo que nos fabrican para que no dudemos de que somos la especie superior, los reyes de la creación, los guays del Paraguay, como nos decían los políticos antes de que llamarnos abusones y manirrotos. El hombre tiene derecho….Además de las utopías que agavilla la Declaración Universal de los Derechos Humanos, a esta se le olvidó añadir: derecho a a ser un poco bárbaro, bastante grosero, extraordinariamente mal educado.

Resumiendo: derecho a comportarse como un ultra en los campos de fútbol.

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Ya le sorprendió al Hombre Perplejo la primera vez que le llevaron de niño al Estadio Santiago Bernabéu, que entonces aún era Estadio de Chamartín. Subía por unas escaleras hacia las gradas cuando vio un cartel sospechoso que decía: VOMITORIO,

-Qué asco –pensó recordando ese olor agrio y nauseabundo de sus vomitonas infantiles.

Luego miraría en el diccionario que tal palabra, en los estadios o en los anfiteatros romanos, definía a la abertura que facilita el acceso a las localidades. El vomitorio vomitaría gente, hacia dentro o hacia fuera. Aunque, visto lo visto, ahora Homper piensa que no, que pusieron vomitorio para que el público pasara por allí para desahogarse, para echar regüeldos, eructos, insultos, frustraciones malsonantes. O sea, para vomitar lo peor de la naturaleza humana.

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Pero no se atreven a decir nada a los vomitones Al pueblo se le exprime y se le cruje, se le exige sacrificios y a menudo se le ignora. Pero…¡ah, la educación!…¿Quién se va a detener a educarle, con lo pesado que es eso? ¿Y a regañarle?…¿Cómo se le va a pedir que, encima, guarde las formas?

-Nada, hombre…Usted vaya al fútbol y saque la bestia que lleva dentro, que no va a pasar nada.

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Así que al final se quedan cortos los vomitorios. Y además de este, habrá que poner en los estadios Cagatorios, Meatorios y hasta Tocatorios de Cojones. El fútbol es u deporte que le gusta a mucha gente, entre otros al propio Homper, que no se pierde u partido interesante. Pero además se ha convertido en el opio no del pueblo, sino de todos, hasta de los que gobiernan, de los que hacen las leyes y de los que las interpretan. El fútbol es la suprema razón de estado, que tiene que contemplar impávido como este deporte, tan bonito y apasionante, sea la rendija por la que permitimos que salga el impresentable que llevamos dentro.

-Es sólo un deporte –han dicho las autoridades ante el jaleo que, por fas o por nefas, iba a traer la final de la Copa del Rey– Y debe ser una fiesta.

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Homper se pasma de que, si es por el fútbol, se pueda insultar, blasfemar, ofender, y aparcar delante de los garajes. Qué le pasa a uno cuando le da un infarto en su casa a la hora del partido y no puede sacar su coche para ir al hospital. ¿Le mandan una ambulancia volando?. Por el fútbol se cierran calles y plazas, y se permite al personal invadir los espacios públicos, ensuciar la ciudad, emborracharse, orinar y defecar en las calles, vomitar, romper cascos de vidrio contra las aceras, mutilar estatuas y, en definitiva, comportarse como un salvaje con toda impunidad. Qué cinismo oficial. Y como el negocio es el negocio, todos, desde el pueblo desahogado, a políticos y líderes de comunicación, haciendo la vista gorda.

Quién se atreverá a proclamar que lo inevitable no es lo deseable. O a modificar las Declaración de los Derechos Humanos para consagrar el derecho de cada quisque a liberar al Jaimito mal educado y un poquito bestia que nos habita. El fútbol, razón de estado.

Otra teoría de la felicidad

Cerca del castillo de Monfragüe se puede elaborar otra teoría más acerca de la felicidad...1
He aquí otra manera de ver a la especie humana. Aquella que traza una divisoria entre los hombres que rematan y los que no rematan, los que hacen los deberes y los que los dejan a medias, los que buscan la perfección o al menos la excelencia y los que se conforman con un aprobado, un pasar, un vivir desflecado y según y como, vaya, vale, sigamos adelante y no me toque usted las narices con escrúpulos ni tiquismiquis propios de perfeccionistas. A vivir, que son dos días.

El amigo Rafael estaba claramente en la primera categoría. Era un modelo en casi todos los ratios que las suegras de antaño puntuaban para conseguir el yerno soñado. Seriedad, buea cabeza, voluntad, espíritu de superación, elegancia y exquisitos modales, buena presencia. Y un pedigree de familia acomodada, buena plancha y mejor colonia. Alguien le llamó la atención un día a este bloguero sobre lo reveladoras que eran las porterías de las casas de Madrid. No hacía falta que hablaran las porteras o los porteros, gremio que siempre ha tenido la fama de cotilla impenitente. Hablaba por ellos la atmósfera que se respiraba apenas se entraba en el portal.

-Portal que huele garbanzo o a coliflor, malo. Portal que huele a lejía, regular. Portal que huele a maderas, a cera o a Netol, buenísimo.

Luego aclaraba que esa observación maliciosa no iba en absoluto contra el espíritu evangélico del amor a los pobres.

Cristo dijo que los amáramos -precisó- y eso está bien. Pero eso no obliga en absoluto a ser feliz aspirando el olor a berza cocida.
El portal de la casa de Rafael seguro que estaba libre de esos pecados urbanos. El resto de los componentes de su personalidad no se sabe si vienen de los genes paternos o los maternos. La cosa es que dio en un tipo autoexigente y riguroso, poco dispuesto a conformarse con medianías. Pensaría que uno no tiene más que una vida para mostrarse. Fue un claro aspirante al homo perfectus.

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Ya cuando le conoció este duende había sin embargo en su biografía un dato chocante. Entonces la sociedad se había sofisticado, y ya no sólo queríamos ser felices, sino también guapos. A las mujeres de entonces les trastornaban los hombres altos y delgados, Gary Cooper y Gregory Peck a la cabeza. Rafael también era de raza fina, hombre deportista y sin apunte de tripilla, pero sin embargo era conocido como Gordo. Todo el mundo le llamaba Gordo.

Sorprendentemente, él, tan celoso de su imagen y de su autoestima, no esquivaba el apodo. Se diría incluso que lo defendía con un cierto orgullo, quizás consciente de que era el depósito de ternura y nostalgia del único momento de su vida en que fue rollizo y mofletudo, como un anuncio de Pelargón. Luego, viendo Ciudadano Kane, uno lo entendió mejor. Aquel magnate de la película muere con una palabra clave en sus labios que nos lleva a conocer el sentido de su existencia. La palabra es Rosebud, un enigma que vuelve locos a los investigadores hasta que descubren que tal era el nombre grabado en la madera del primer trineo que tuvo en su infancia el que llegaría a ser el hombre más poderoso de los Estados Unidos. Este, recreado en la película por Orson Welles, quiere recuperar al morir la única idea de felicidad pura de su vida, cuando lo tenía todo por delante, y todo aún por conquistar. Quizás quiso Rafael incorporar este sueño a su identidad, y llamarse Gordo para siempre aunque jamás un gramo de más afeara su percha. Gordo fue su Rosebud, y con ese trineo se deslizó por la vida en un slalom que seguramente facilitaría su búsqueda de la perfección.

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Gordo hizo una carrera brillante, y además tuvo la suerte de encontrar a una mujer como Luli,nacida Lucila, que con su encanto, su simpatía y su generosidad le dio aún más exuberancia a su vida. Además en uno de sus múltiples saltos adelante fue en Bruselas Director General Política de la Competencia, tal vez la nomenclatura que mejor le explica. De la competencia, o sea, del arte de competir. Pero también de todo lo otro que sugiere la polisemia de esta palabra: madurez, preparación, saber distinguir churras de merinas, priorizar objetivos, programar esfuerzos, saber vivir. Saber sobrevivir. Y, sobre todo, maña para superar obstáculos y proyectar al exterior una imagen de felicidad que, en los tiempos que corren, se recibe como un ungüento balsámico. Un triunfador prototipo puede llegar a molestar por su arrogancia. Un hombre contento, no. Un hombre contento estimula y reconforta el ánimo. Bienaventurados los Gordos que no cejan en su particular camino a la felicidad.

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Imagina uno que el aspirante a ser el homo perfectus es como un Karpov que sabe jugar simultáneamente varias partidas de ajedrez al mismo tiempo. En un tablero, su intimidad, el amor, la familia, los hijos, los nietos. En otro, su carrera profesional. En otro su papel en la sociedad que le ha tocado vivir. En otro, su dimensión humanista. En otro, el instinto de supervivencia, el saber ganarse la vida. En otro, su relación con los demás: amigos, compañeros, vecinos, colaboradores. En otro, piensa uno, su tira y afloja con Dios, o con cualquiera de esos sucedáneos que los hombres le hemos ido buscando a la idea de la divinidad…

Este hombre se asomó a todos los tableros, juega partidas en todos ellos y en todos, como poco, da jaque mate al desánimo. Como no debe de saber lo que significa perder, supo salir airoso de todas las lizas sin despeinarse ni perder la compostura. Si ha sufrido alguna derrota la ha sabido tan disimular tan bien que no ha dejado ni una sola cicatriz en su piel de hombre sonriente. Qué suerte la suya. O qué temple para saber lidiar con ella.

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Todas estas apreciaciones, a las que podría ponerse el correctivo de la amistad, le convencen a uno, aunque no le arrebaten. Lo que le llama la atención, y le gusta, y casi le enternece, es comprobar que a un hombre afortunado, como a él, lo que le hace vibrar e ilusionarse ahora es su circunstancia. Ya saben: la circunstancia de Ortega (no Ortega Cano, sino el otro, el de la calle, antes Lista). Podríamos precisar más: su circunstancia extremeña, pues fue en un lugar de Extremadura donde esta se le ha revelado. O su transformación eventual en hombre de campo, pues en él se refugia cada vez que tiene tiempo libre. O su circunstancia familiar, más esperanzadora que nunca ante una ristra de nietos a los que él enseña pacientemente a montar a caballo por los caminos mientras les va impartiendo lecciones elementales de naturaleza.

-¿Ves ese pájaro de colores tan bonito?…Es un abejaruco, que se llama así porque se come las abejas. ¿Y esa planta con la flor morada?…Se llama cantueso..,

Como un monitor celoso. Como un guardián que cuida al detalle su pequeño paraíso.

Uno ojo en el caballo, otro ojo en el pequeño jinete o la pequeña amazona. Y controlando al tiempo que el pequeño perro teckle de la casa no se escape y se meta entre las patas del caballo. Seguramente el amigo Gordo ha vivido pasos más importantes en su carrera. Pero ahora, en la tierra que él y Luli eligieron, y en la casa que construyeron, está viviendo los momentos más emocionantes.

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Uno fue invitado a su feudo y tuvo la suerte de verlo con sus propios ojos. Por si acaso, tomó apuntes para su propio futuro.

El tiempo corre, y los años del poder y del éxito –que fueron también los de la mayor responsabilidad- van quedando atrás. Entre las rosas del jardín y el encinar de la dehesa, rodeados por las crestas de la sierra de Las Corchuelas y bajo el techo mágico que ofrecen las noches estrelladas del parque de Monfragüe , Gordo y Lucila transitan ahora por un terreno más plácido y amable, jalonado de voces infantiles o presencias amigas. Tal vez sin darse cuenta, el hombre inquieto que buscaba la excelencia se acerca cada vez más a otro modelo de vida, próximo al beatus ille del clásico. Como decía el Quijote, mejor es el camino que la posada. No hay como no parar y seguir buscando en los valores y placeres más elementales de la vida para creer que la felicidad, que nunca acaba de llegar del todo, te está esperando sólo un poco más adelante. A la revuelta de esa curva, o más allá de ese cerro de encinas cuajadas en flor de primavera.

La Copa del Rey y otras que vendrán

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Diez años después de aquella jornada gloriosa en que los diputados nacionalistas incitaran a las puertas del Congreso a que se pitara al Jefe del Estado y al Himno Nacional el día del partido de la final de la Copa del Rey de Fútbol las cosas habían cambiado notablemente. Por ejemplo, en lugar de una, había varias copas. La del Rey, la del Lendakari, la del Molt Honorable President de la Generalitat, y la del Presidente de la Xunta. En lugar de una final, varias finales, en varios estados, con varios himnos que, estos sí, eran escuchados con sumo respeto y celebrados con cerrados aplausos. En los estadios había menos público. En las teles, menos espectadores. Las taquillas eran bastante ridículas. Los patrocinadores, bastante menos rumbosos. Txorizos el Morrosko (para la Copa del Lendakari), Samarretas La Tieta (para la Copa de Catalunya) y Oruxo das Bolas Peludas (para la Copa de Galicia).

En la final de la Copa de Euzkadi el Athtletic Club de Bilbao ganaba por penaltis al Indauchu, en la de Catalunya el Barça goleaba al Santa Coloma de Gramanet y en la de Galicia el Compostela se imponía al Celta de Vigo. Los nacionalistas se pusieron muy contentos, pero los aficionados no estaban tan entusiasmados.

-Esto de hacer nación a pelotazos resulta poco emocionante –decían.

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¿Cómo se había llegado a esa situación?

Después de aquella provocación de los diputados nacionalistas ante el Congreso de la nación a la que representaban, el TEIS (Tribunal Especial para Impertinencias Separatistas) se tomó en serio la afrenta, juzgó los hechos y emitió una sentencia en virtud de la cual conminaba al Congreso de los Diputados a que diera una patada en el trasero a los autores de la afrenta. Y no sólo invitaba a los provocadores a que se considerasen independientes del todo, sino que les obligaba a ello. Al menos en lo que se refería al ámbito de las competiciones deportivas. La frase final de la sentencia, anda y que os vayan dando, habría de sentar jurisprudencia.

En los considerandos pesaron argumentaciones jurídicas de distinto rango y procedencia. De la Declaración Universal de los Derechos Humanos se estimó el reconocimiento de la libertad del ser humano para elegir y decidir, derecho que hay que respetar incluso en el caso de que el pobre ser humano se equivoque.

De la doctrina de la culpa y el dolo del Derecho Penal se destiló el principio de la responsabilidad de los actos, y de la coherencia y la adecuación entre lo que pretende el indepentista impertinente y la respuesta del Estado. Así lo reflejaban los párrafos de la sentencia si estamos a Rolex, estamos a Rolex, pero si estamos a setas, estamos a setas. A lo cual le daba un matiz aún más severo esta expresiva frase que, por su justeza y pulcritud, parecía obra de Papiniano, de Justiniano, o de de Alfonso X el Sabio: si quieres caldo, toma taza y media.

Finalmente de la teoría del Abuso del Derecho se recogió el sentir de los diputados que representaban a los partidos no nacionalistas. Estos consideraban que la Ley Electoral primaba descaradamente a los partidos nacionalistas. Los cuales, abusando de su posición y su privilegio, hacían pedorretas malolientes a los símbolos de la nación española. A la que, en lugar de respetar y servir, como juraron o prometieron, ofendían para escarnio del resto de los españoles y de los simples aficionados al fútbol. Aquí los considerandos partían de citas de clásicos como CicerónQuosque tandem, Nacionalistas, abútere patientiam nostram?– para acabar con una rotundo pensamiento que el derecho moderno, que debe modular sus normas acoplándolas a las necesidades sociales, ha hecho suyo. La idea, piedra angular de esta sentencia que, como decimos, sería considerada ejemplar, es de una claridad meridiana: Estamos hasta los cojones de nacionalismos abusones.

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No estaba muy clara la función del TEIS en la arquitectura institucional del Estado. Pero como el derecho en España es, sobe todo un deseo, un según y como, una realidad evanescente y a menudo sorprendente, pues unas veces se cumple y otras tararí que te vi, la cosa es que la sentencia de marras prendió en el espíritu de la mayoría del pueblo.

Y al contrario de otras muchas leyes y sentencias que jamás se cumplen, ésta se ejecutó haciendo actuar a los organismos competentes. Y se llevó a cabo, compensando así a esa inmensa mayoría del pueblo español que, respetuosa con la Constitución e incluso también con los desproporcionados mimos que la Ley Electoral ha venido concediendo a los partidos nacionalistas, estaba hasta entonces harta de sus descortesías y de sus abusos.

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Y así es como la histórica y muy reputada Copa del Rey de Fútbol se convirtió en una Copa y unas cuantas Copitas que se jugaban en los feudos históricos donde los nacionalistas hacen de las suyas. Y todo fue bien. Relativamente bien.

Porque el caso es que, al cabo de unos cuantos torneos, esas figuras que ganaban millones en los grandes equipos, conducían flamantes Ferraris y se ligaban a estrellas mundiales de la canción, se habían convertido en futbolistas con un sueldo normal, un modesto utilitario y una novia alta o baja, regordeta o flaca, licenciada en filosofía, peluquera o farmacéutica. Como la de cualquier otro español.

-Jodó petaca –dijo el primer ídolo venido a menos que se atrevió a cuestionar la pequeña Copa del pequeño país, o así, donde jugaba al fútbol- No imaginaba yo que el nacionalismo también era esto…

La falta de respeto. La irresponsabilidad. Los polvos. Los lodos.

Una primera comunión original

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La primera comunión de Igor David se puede decir que marcó un hito memorable. Igor David era hijo de Lolinchi y de Silverio, un artesano de forja y chapista imaginativo y rompedor. Lo mismo fabricaba farolillos, alcuzas, lecheras, embudos, candiles y aceiteras que reproducciones de la armadura de Carlos V. Su última aportación a la forja decorativa, que había causado furor entre los guiris que hormigueaban por Toledo los fines de semana era un Cid Campeador a lomos de su Babieca blandiendo no ya la Tizona reglamentaria,  sino la espada que Obi Uan Kenobi puso de moda en La guerra de las galaxias. O sea, una de estas fusiones entre tradición y modernidad que conmueven al mundo.

-He hecho una obra de arte que es la hostia –presumía en el bar vecino de su taller – La he llamado El Cid de las galaxias, y es mitad escultura, mitad lámpara futurista. ¡No veais qué puntazo!…

El Cid galáctico se vendía como churros.

Eso sucedió en los gloriosos tiempos de vacas gordas. Aquellos en los que, como dijo el entonces ministro Solchaga, era fácil hacerse rico en España. Así que Silverio prosperó y se convirtió en millonario de la noche a la mañana.

-Lo que es tener oficio y  pesqui-presumió ante sus distinguidos invitados la noche que inauguró su fabuloso chalet con jardín de fuentes versallescas-He dado un pelotazo de la hostia.

Estaba tan ocupado en su éxito, que el pobre Silverio no tenía tiempo para buscar adjetivos.

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Pese a que la hostia no se le caía de la boca, Silverio no puso especial interés en la educación religiosa de sus hijos. Pero, como es natural en cualquier padre que pretenda lo mejor para los suyos, no quiso privarle a su primogénito de la gran fiesta en que por aquellos años se habían convertido ya las primeras comuniones. Los tiempos del traje de marinerito o de novia para las niñas, la medalla de oro como regalo, y el desayuno familiar de chocolate con churros para los invitados como toda celebración habían quedado muy atrás. Ahora los caprichos se habían multiplicado en todos los capítulos de gastos. Afortunadamente Silverio y Lolinchi se los podían permitir, y, desde luego, estaban dispuestos a montar por su hijo una fiesta muy especial de la que los invitados se acordarían durante décadas.

-Va a ser una primera comunión de la hostia- proclamó Silverio sin saber que, por una vez, hablaba con propiedad.

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En el colegio no aceptaron sus novedosas ideas sobre el extraño vestido de la criatura, porque decían que rompía la uniformidad y no podían admitirse diferencias entre los comulgantes.  Así que Lolinchi decidió celebrar la primera comunión en la parroquia de la urba a cuyo mantenimiento ella, muy piadosa, contribuía con jugosas dádivas. Y todo resultó original y espectacular. Mientras los invitados esperaban a la puerta de la iglesia la llegada del niño, como se espera la llegada de la novia en las bodas, un grupo de raperos escenificaba una versión pop de La primera comunión de  Juanito Valderrama, que unía a su entrañable sentido religioso una coreografía inspirada en Michael Jackson. Cuando el arreglo abordaba el final de la pieza con esos emocionantes versos de Para un padre y una madre/ no hay alegría mayor / que ver hacer a su hijo/ la primera comunión se detuvo ante la iglesia el fabuloso Mercedes de Silverio, se abrieron las puertas del coche y de él descendieron los padres, elegantemente vestidos, y algo del tamaño de un niño envuelto de arriba abajo en una capa forrada de raso carmesí de la que sólo sobresalía  lo que parecía la cabeza de un robot futurista. Ya en el suelo, y cuando, con torpe andar de autómata. aquello enfilaba la puerta de la iglesia, Silverio tiró de la capa  con el ceremonial propio de un presentador de circo y descubrió el traje de primera comunión de Igor David.

-¡Hostia! –dijo un chaval de entre los invitados- ¡Si va vestido de RoboCop!

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Lo que más les costó a Silverio y Lolinchi de esta primera comunión no fue el banquete, pese a que incluía mariscos de Galicia, jamón de Jabugo y caviar de beluga para los adultos y un sinfín de puestos de pizzas, hamburguesas de Mac Donalds y de chuches diversas para la chiquillería. Tampoco la legión de camareros vestidos de tortugas Ninja para la ocasión. Ni los payasos que amenizaron la sobremesa. Ni la orquesta Ni el alquiler de dos autocares para desplazar a los invitados. Ni las cien pulseritas del Parque de Atracciones para que se celebrar el fin de fiesta en los cacharritos. Lo que más les costó fue convencer al cura que inicialmente no se mostró muy partidario de aquel atuendo metálico para el sacramento de la comunión.

-¡Pero es tanta la ilusión de nuestro Igor David!- explicó Lolinchi para convencerle-¡Es que, aparte de Jesús, claro, porque el niño es muy piadoso,  su héroe es RoboCop!- ¡Y es tanto el amor y el trabajo que ha puesto Silverio en llevar a la realidad ese sueño tan bonito!…

-Bueno, lo entiendo –farfulló el sacerdote- Pero entiendan ustedes también que la Iglesia….En fin,  vestirse así, de justiciero de ciencia ficción, para recibir la sagrada forma…¿Creen que es posible una primera comunión así?…

-Oiga, padre –le interrumpió Silverio sacándose la chequera del bolsillo interior de su chaqueta- Que yo, cristiano, como el que más…Pero además soy chapista de nuevas tecnologías, artista y, sobre todo,  profesional. Y le garantizo que cuando  usted se acerque a Igor David con el copón, el casco se abre automáticamente y usted no tiene más que depositar la sagrada forma en la boquita abierta del niño, que ya lo tenemos ensayado y va quedar niquelao.

Silverio le alargó al párroco un cheque. Entonces el bueno del cura comprendió que lo importante de los sacramentos no es tanto la forma como el espíritu de los mismos, y admitió que gracias RoboCop quizás los pobres de su parroquia iban a comer caliente el próximo mes.

5

Igor David tomó su primera comunión en 1989. De entonces acá se dio la paradójica circunstancia de que, mientras en España decrecía el número de practicantes católicos, aumentaban  prodigiosamente los gastos de celebración de las primeras comuniones. En el año 2011, y antes de que la crisis nos dejara en cueros, el gasto medio por familia en estas celebraciones dicen que alcanzó los 2.500 €. Entretanto, el imperio que había creado Silverio a partir de su oficio y su imaginación se había ido al garete. Lolinchi murió prematuramente, al pobre Silverio le acabaron matando la pena y las hipotecas y cuando Igor David  empezó a organizar la primera comunión de su hija Shakira Sofía comprendió que él también estaba arruinado.

-¡Qué putada! –suspiró desesperado la noche en que conoció el mísero estado de las cuentas de la empresa que forjó su padre y que él había heredado.

Miró el retrato de su pequeña Shakira Sofía, que le contemplaba desde su escritorio, se acordó de los fastos de su propia primera comunión y sintió que las lágrimas anegaban sus ojos.

-Pensar  que aquello fue la hostia- clamó entre sollozos mientras se mesaba los cabellos y levantaba su mirada- ¿Y qué le voy a prometer yo a mi niña para celebrar la suya?…

6
De repente atronaron los cielos, y por la ventana penetró un haz de luz que inundó el despacho.

-Pues eso –reverberó una voz profunda y solemne que parecía provenir de los espacios infinitos- Prométele justamente la hostia, que es lo importante. Luego lo celebráis con un desayuno de chocolate con churros, y tan ricamente…

Igor David, atónito, no acababa de entender de dónde venía ese mensaje. Pero de repente se sintió libre de penas y de culpa, y poseído por una infinita paz. Y respiró profundamente como si se hubiera quitado un gran peso de encima.

 

 

 

 

 

 

García Lorca, el pudor y la intimidad

1

Querido Juanito

Sabes lo mucho que te quiero, y justo por eso puedes imaginar lo que lamento la publicación de la última carta que te escribí. Fue también la última carta de mi vida, y quizás presintiéndolo, intenté plasmar en ella las sensaciones y los recuerdos que vienen a mí cada vez que pensaba en ti. El aroma del jazmín y de la dama de noche, los murmullos del agua de las fuentes de La Alhambra, el ventalle de las hojas de los chopos de la vega de Granada, que te abanicaban por verte sonreir…¡Pues cómo no iba a estar loco por ti!

Yo  llamé a eso el amor oscuro, que iinspiró algunos de mis mejores sonetos. Entonces lo nuestro no se podía ni reconocer en público. Pero aunque hubiera podido hacerlo, si no en la completa oscuridad, lo hubiera protegido en la penumbra.

¿A cuento de qué hay que ser exhibicionista en el amor? Si los derechos de autor se protegen…¿por qué no también nuestro derecho a la intimidad? ¿Qué legitima a los curiosos del futuro para atreverse a violar nuestra correspondencia y a saquear nuestra relación cuando ya no podemos decir nada? ¿Han hablado con un médium para consultarnos al respecto?…

Nada podemos hacer ya ni tú ni yo. Los que ahora aventan  nuestro idilio, que no pudo ser, lo argumentan en nombre de la verdad histórica y de la libertad. Como si eso fuera necesario para agrandar mi talla de poeta o para aclarar el crimen que me llevó a la tumba. Se equivocan. Eso no me devolverá la vida que me quitaron mis asesinos, como tampoco la alegría que me diste tú, chiquillo, ni me vendrá más fama por eso. Escribirán libros, guiones, rodarán películas sobre la carta y lo que en ella cuento. Y nuestro amor dejará de ser oscuro…¿No sientes tú también sensación de impudor?¿Ha de ser la historia tan cotilla para considerarse rigurosa?

Bueno Juanito, disculpa. Son manías de tu gordinflón, que es casi te dobla en edad y que te quiere más que a la luna que bajó a la fragua con su polisón de nardo. No te enfades: como te dije en mi última carta,  es preciso que vuelvas a reír.

Tuyo siempre, como la brisa que besa tu mejilla

Federico

La carta viene con remite del más allá, y va destinada a Juan Ramírez Lucas, sin domicilio conocido, pero también del mismo barrio. La firma, como es fácil imaginar, el poeta español más reconocido del siglo XX.

2

Al tiempo que el último de los amores oscuros de Federico García Lorca, y gracias a la publicación de la novela titulada así de Manuel Francisco Reinaaparecía por primera vez  en la prensa con nombre, apellidos y cara, cualquier observador que zapease por la tele podría haber visto un programa de Tele 5 que dirige Jorge Javier Vázquez verdaderamente asombroso. En ese programa una periodista del corazón y una actriz ya talluditas contaban con emocionante sinceridad –valga la ironía- y delante de la hija de la actriz,  cómo, sin ser homosexuales, ambas amigas de juventud se habían encamado juntas varias veces. Unas ocasiones acompañadas por tres hombres –uno de ellos presentador del programa Cine de Barrio, en lo que cualquiera definiría como una una cama redonda. O más bien, una plaza de toros, por la abundancia de cuernos que concurrían y que quedabanen los corrales. Pero otras, las dos a solas. Cuando algún  tertuliano  deslenguado habló de orgías (para la corrida a cinco) y de bollería fina (para las maniobras a dos) la periodista dio un respingo y le corrigió.

 -¡Oh no! –dijo- Fue  algo distinto…Todo  resultó muy espontáneo, muy bello, muy limpio. Y la verdad, yo no me avergüenzo de nada.

Avergonzarse…¿Pero aún se conjuga ese verbo?

3

Da cierto reparo hablar de los amores oscuros de García Lorca o de cualquier otro que haya vivido su pasión dignamente y a continuación mentar el exhibicionismo grosero del que se alimenta la telebasura. Pero lo cierto es  que tanto en todo lo que rodea la vida del poeta, como en ese submundo televisivo que entontece al personal con relatos escabrosos, juega un papel abusivo el morbo de lo sexual. Gracias a la libertad y a la tolerancia hoy se entra o se sale del armario, se cambia de pareja, se repudian amantes, se montan escenas de celos e insultos en directo,  se hace girar el tiovivo de la promiscuidad, se engolfa uno en cualquier experimento con desparpajo, provocación y manifiesta osadía y no pasa nada. Luz y taquígrafos hasta en la mesilla de noche y en el bidé. Todo se dará por bueno si se envuelve en ese celofán engañoso que siguen llamando amor y, además, vende. Todo vale si vende.

Para el autor de Los amores oscuros, como para el propio Ian Gibson , que a fuerza de investigar y escribir sobre el poeta acabará por creerse su papá, desvelar los detalles  de su último romance era algo fundamental que esclarecerá los misterios que aún envuelven su asesinato. Como si el mundo, que ya divinizó su pluma, ignorase los matices sentimentales de Federico. Uno reconoce que también es víctima de la curiosidad morbosa, y acabará leyendo la novela. Pero con cierta sensación de estar allanando la morada sentimental del poeta de Fuentevaqueros.

Pobre gordinflón, como, con ternura infantil, se describía él mismo  en su última carta. A lo mejor pensaba ingenuamente que el amor, claro u oscuro, es pudoroso y tiene derecho a preservar su intimidad. Incluso más allá de la muerte.

Felices avechuchos

1

Como diría Carlos Herrera, qué hartible lo de la crisis. Este adjetivo andaluz, o sevillano, o de esa jerga especial que maneja el irónico comunicador, cambia el sentido de los modos adverbiales tradicionales. No es que la crisis sea susceptible de hartarse de sí misma -¡ojalá!- sino que nos ha hartado a todos. Santo cielo, qué aburrimiento, qué desesperación nos trae. El Duende siempre anduvo con las musarañas, de aquí para allá, de una nube a un juguete de hojalata, de un suspiro por Marilyn Monroe (acaba de escuchar que se cumplen ahora 50 años del rodaje de Con faldas y a lo loco) a un verso de cualquier poeta que se posa al borde de una copa de helado y se derrite con él. O sea, huyendo. Pero cuando su globo empieza a cobrar altura, va el sentido de la responsabilidad, que ha agotado ya el cable, y se tensa para recordarle que no, que sigue anclado a este mundo.

-La puta realidad –que diría un ciudadano nada simbolista.

Y en estas, aparece inopinadamente ante sus ojos un ave rapaz y se posa en el alféizar de su ventana.

2

Qué alegría. Está ahí, a metro y medio del escribidor, como mirándole de reojo, pues no deja de dar el pico al pinar que tiene a sus pies, y parece más interesado en ver Madrid a vista de Goya que el espectáculo de un señor que ha levantado sus ojos del ordenador y le mira estupefacto. El pajarraco es de tamaño mediano tirando a pequeño, de plumaje pardo-rojizo jaspeado en negro, pico y patas amarillas. El Duende piensa que tal vez es un azor, pero luego rastrea por internet y   empieza a creer más bien que se trata de un cernícalo. En se momento recuerda que su móvil incopora también una cámara de fotos, y, aunque no sabe si saldrá, y si, en el caso de que se haga la foto, será capaz de guardarla, y, más aún, de subirla a este post, está tan sorprendido y emocionado que dispara. Dos, tres, hasta cuatro veces. Sólo en una de ellas el cernícalo, o lo que sea, da el perfil, pues él sigue prefiriendo ignorarle y mirar el paisaje urbano.

No puede hacer más por captar el momento feliz, porque el avechucho que sin duda tiene menesteres más apetitosos, abre las alas y levanta el vuelo. Pero al Duende le ha cambiado el día. Aunque no es muy firme el andamiaje que aguanta su fe, se ha acordado de aquel pasaje de San Lucas: Mirad los pájaros del cielo: ellos no siembran, ni cosechan ni acumulan en graneros, y sin embargo el Padre los alimenta…¿No valéis acaso más que ellos?…(Lucas 12, 22-31)

3

Hace años hubo un halcón que se hizo famoso por anidar en la torre que el arquitecto Sainz de Oíza construyó en el Paseo de la Castellana para el BBV. Pese a los lamentos constantes de los ecologistas, la rapaz, como tantas consumidoras, se sentía feliz viviendo a cien metros de un lugar tan poco bucólico como El Corte Inglés. Hace poco, en el cauce de ese río de maqueta en que se ha convertido el Manzanares, y al pie mismo del estadio del Aleti  este bloguero vio una garza. Parecía tan contenta como si estuviera en Doñana. Más al sur, donde Madrid Río prolonga su camino hacia Rivas, este caminante ha visto volar al martín pescador. Las cotorras verdes que se han hecho dueñas de los parques de Madrid. Y ahora hasta el cernícalo se atreve a posarse ante las narices de este bloguero.

No es mala cosa ser ave en Madrid. Hasta las palomas y las siniestras urracas se sienten a gusto aquí, y sin saber nada del Evangelio de Lucas.   Pidamos pues al M.B.O.C. (Máximo Baranda del Orden Celestial) que, si no arregla esta crisis, al menos  nos convierta a todos en felices avechuchos.

Las lamentaciones del profeta Q´Agonías

1
En la primera década del siglo XXI vendrán las vacas flacas, y el mundo entero se rasgará las vestiduras y temblará de miedo. Y los sabios se empeñarán explicar por qué las vacas enflaquecerán, y, día tras día, lanzarán diagnósticos sobre su enfermedad, y formularán esperanzas para que las vacas engorden y el estado del bienestar vuelva a ser beneficiado por el cuerno de la abundancia.

Y, en busca de esa quimera, apuntando a las causas de la ruina y a sus remedios, empezarán hablando de una cosa llamada “hipotecas subprime”. Y luego traerán a colación la quiebra de Lehman Brothers. Y a partir de ahí, como si los asuntos económicos fueran fichas de dominó que van cayendo y derribando a las precedentes para acaparar la atención, el temor y la esperanza de los pobres ignorantes que integran eso que se llama “pueblo”, hablarán de Irlanda, y de Grecia, y de Portugal, y de Italia, y de España. Durante semanas sucesivas, el tema de debate será el déficit público, y la subida de impuestos, y el hundimiento de la construcción, y la quiebra de las empresas, y la morosidad, y los impagos, y el paro, la barbaridad de casi cinco millones de parados. Y luego darán otra vuelta de tuerca a las medidas que exigirá una señora llamada Angela Merkel, y a la consolidación fiscal, y a los recortes “indispensables”. Venga de recortes.

Pero la cosa seguirá sin arreglarse, y, como a falta de resultados, buena es la palabrería,, seguirán engarzando problemas y posibles soluciones que volverán locos perdidos a todos los que padecen la crisis. Y entonces se hablará de los presupuestos restrictivos, y del límite del despilfarro para las autonomías, y de los rescates, y de los bonos europeos, la ruina de las empresas, y la ausencia de crédito, y los recortes de Rajoy, y los ajustes, y del límite del déficit, y de la necesaria reforma de la banca, y del famoso banco malo (como si los hubiera buenos, con los abusos que habrán cometido ya cuando estalle esa crisis).

Y para remate, lo último: Bankia. Para que los sabihondos, los líderes de opinión y hasta el sufrido pueblo llano tenga otra cosa de la que hablar

-¿Qué nos contarán mañana para justificar esta catástrofe de la economía? –se preguntarán sus víctimas.

Y entonces los españoles, hartos de la irresponsabilidad de los políticos, que se cayeron del guindo y se enteraron de la crisis como si esta se hubiera presentado de la noche a la mañana, después de constatar el estado de postración al que les habrá llevado la frivolidad y la la falta de honradez de los gestores de la “res pública”, y tras confirmar la incompetencia de los banqueros y de los economistas, que llevan años mareando la perdiz sin acertar ni por casualidad, saldrán a las puertas de sus casas –si estas no han sido sacrificadas en la dación en pago- y lanzarán al unísono una pedorreta cósmica que resonará por todos los rincones de los espacios siderales.

-¡A LA MIERDAAAA! – será lo único que se escuche…

Y esto será así, por mucho que nos pese. Pues si, como recuerda la sabiduría popular, “la jodienda no tiene enmienda”, no vean ustedes la poca enmienda que tiene la estupidez humana.

(Fragmentos de Las lamentaciones del profeta Q´Agonías)

2
Cuando estas profecías llegaron a conocimiento de la periodista Begoña Ortúzar, que tiene muy buena cabeza, esta sintetizó así los lamentos del profeta.

-Tiene razón Q´Agonías. Aquí los que nos mandan piensan que una mancha de mora, con otra mancha se quita. Y lo que hacen es ir encadenando sucesivamente comeduras de coco para narcotizarnos esperando que, entretanto, escampe.

Begoña, viuda desde hace años, sacó adelante a sus hijos trabajando como redactora-jefe de una revista de decoración para Alfred Brown, uno de esos maravillosos empresarios que ganó dinero cuando se ataban los perros con longaniza y no dudó en trampear cuando asomaron las vacas flacas. Primero fue difiriendo las pagas extraordinarias de Begoña y del resto de sus empleados. Luego retrasó el pago de las ordinarias. A continuación redujo éstas. Finalmente despidió a Begoña y al resto del personal. Y cuando Begoña, que siempre fue una ciudadana ejemplar, ya estaba en el paro y, a pesar de todo, se disponía hacer la Declaración de la Renta, solicitó su borrador a la Agencia Tributaria y comprobó atónita que en él figuraban como ingresos pagados por la empresa de mister Brown todo lo que el muy geta les había regateado antes de darles la patada.

Begoña es muy consciente de que su caso es un caso más. Otra tropelía del sistema que no va a inquietar particularmente a nadie. Pero le hace ilusión pensar que, como una mancha de mora, con otra mancha se quita, a lo mejor era más original que, en lugar de hablarse hoy de los problemas y las soluciones que lamenta Q´Agonías, de las que ya estamos todos más que hartos, se conocieran las suyas propias. Pues como las desgracias nunca vienen solas, ayer, además, resbaló en la ducha y se rompió la muñeca de la mano izquierda. Lo cual que, como se la tenían que escayolar, y aún a pesar de que siempre ha sido una mujer de modales exquisitos, se permitió la libertad de hacerle al traumatólogo esta singular sugerencia.

-Si no le sirve de molestia, escayóleme la mano dejando el dedo anular bien estiradito, para que se note que quiero hacerle una peseta al mundo.

Esto no lo había previsto el profeta Q´Agonías.

Homper escribe (*) a una votante de Sarkozy

Ma cherie Violette

Je m´ai enteré de la victoire de François Hollande. Quél pene, penite péne. Quél contrarieté. Vous si charmante, si elegante, si riche propietaire, si seductriz, et voilá, menaçée par la politique du nouvel sauvateur de la France, de l´Europe..¡ et  même de l´Espagne, oú nous dejá ne savons pas quél cogne il faut faire pour sortir de la pugnetére crisis!…

Vous voyez. Nous pensions que monsieu Rajoy etait capable de apreter le  torniquet, cerrer la sangrie du despilfarr et finir avec le monstre du déficit. Mais malgré les recortes –il a recorté tout sauf sa barbe- l´impression general, mal que nos pése, c´est que l´Espagne s´est allant au caraje. Le peuple, ´dont on ne sait pas s´il est savant o gilipoulet, commence á croir que nous sortîmes de Guatemala Soulier pour entrer en Guatepeor Rajoy. Et a la fin du tout, mois personalment pense que aux soufriteurs de la politique –o soit, nous mêmes- cette cataplasme de l´austerité que predique la Merkel et que aplique avec sumission son fidéle Mariano c´est comme le chien de l´hortelain, que ni mange ni laisse manger.

Mois  comprend bien que vous, comme française acaudalé, en plus de charmante et requetebuéne, est que trines avec le propose de Holland de payer hasta le soisante dix par cent de vôtre ingreses en impôts. Quél barbarité. Mais soiyez tranquille. Comme on dit normalmente, les peuple de la France a son coeur a la gauche, mais la cartiére a la drôite, et dejás viendront les elections legislatives pour ajuster la folie progresiste a monsier Holland et le souvenir:

-François, François, mon ami. Moins loups, Caperucitte. Un peut de relajement presupuestaire, bien, mais ne te passes  pas avec les impôts, porque ça nous touche les cataplins de la grandeur, et ça ne mole pas.

Ainsi que ne vous preocupe pas. L´unique conseil savant que je donne a mes amis est de traitre de vivre malgré les politiques. La vie c´est un promenade, et il faût le jouir en oubliant les barandes de turne que toujours s´empeñent en nous marquer le chemin. Et, hereusement, le pire gouvernement de la democracie n´est ce pas unne dictadure como celles de Hitler, de Stalin ou même de Franco. D´une parte, il n´y a pa mal que dure cent ans. D´autre,  si mois fai memoire de les moments de bonneur que j´ai vecu dans ma vie, je jamais sai si ces moments lá apartenaient a un gouvernment de la drôite o de la gauche.

Au grain. Une foi digeré que Sarkozy  c´est fini, et que l´Occident a perdu la belle image de Carla Bruni a l´Elisée…voulez vous profiter cette beau matin de le printemps pour promener avec mois par le Retire?

En attendant vôtre reponse, je vous souhaite un bon jour  el reste vos fidéle admirateur.

Avec l´expressions de mes sentiments les meilleurs

Homper

 (*) En français macarronique, naturelment.

Un feliz despertar

Cuando se metió en la cama Homper no estaba seguro de poder conciliar el sueño. Su  sensibilidad social le torturaba, y las brumas nublaban su conciencia. Las últimas noticias no eran para menos: céntimo sanitario, euro por receta, rebajas en el sueldo de los trabajadores en baja, subida del IVA, impuestos especiales sobre tabaco y alcohol. Y lo último: un impuesto extraordinario sobre el uso de las autovías.

No fue el mejor de sus sueños, pero podría haber sido peor. Mientras dormía, podría haberse infiltrado por la rejilla del gas un agente confiscador  secreto para entrar silenciosamente en su dormitorio y ejecutar el último sacrificio que exigía el dichoso déficit.

-¡Jó, qué suerte tengo!- exclamó sorprendido cuando, nada más despertar, se incorporó de la cama dispuesto a levantarse y miró al suelo antes de pisarlo.

 Afortunadamente, la alfombrilla de pie de cama todavía estaba ahí.

De boda en un pueblecito de los Cotswolds

1

-Eso es como el que tiene un tío en Alcalá-escuchaba decir a sus mayores cuando hablaban de una quimera lejana.

Estaba también lo de hacerse castillos en el aire, que quedaba como más fino, más literario. Pero lo del tío en Alcalá resultaba más ingenuo, más castizo. Nunca le dijeron en cambio la segunda parte del aforismo: el que tiene un tío en Alcalá, ni tiene tío ni tiene ná. Cuando imagina uno que cuajó el dicho, Alcalá (se supone que de Henares) quedaba muy lejos de la Villa y Corte. Así las cosas, la frase se preñaba de razón..

-¿De qué sirve un tío que vive tan lejos que no te puede llevar al cine, al teatro o al fútbol alguna vez? –se preguntaba el aprendiz de duende- ¿Para qué quiere uno un tío que no le monta en moto, ni le sube al tiovivo, ni le invita a a merendar tortitas con nata al menos una vez en su vida?

Para ná. Un tío así no sirve de ná.

2

Ahora, cosas de la edad y la globalización, el Duende ya no tiene tíos ni el Alcalá ni en ningún sitio, sino sobrinos lejanos. No por sangre, sino por distancia. Sobrinos que viven en Berlín, en Hannover, en Londres, en Edimburgo, en Niza, en Los Ángeles, en Shangái. También en Logroño, en Barcelona o en Oviedo.

 De la familia de su querida esposa, que es la quinta de siete hermanos y de la suya –él ocupa el mismo lugar en una lista de seis- se puede esperar cualquier cosa. A muchos de estos sobrinos a veces los ves  de bebés, cuando parecen una alubia con patucos de punto blanco, y no vuelves a saber de ellos hasta que te llega su invitación de boda. Naturalmente, tampoco se casan en Alcalá de Henares, sino en un pueblecito de otro perfil, y ligeramente más alejado. Por ejemplo, Oaksey, en el condado de Wiltshire, Reino Unido. Al borde de un parque natural inundado de pequeños lagos, bosques, deliciosos cottages sin enanitos de piedra artificial en sus jardines y amarillos campos de colza en flor. A este edén los ingleses llaman the Cotswolds.  El amor, como decía la canción de La perrita pekinesa, nada sabe ni de razas ni colores. Ni tampoco de dónde acabará uno poniéndose el chaqué o el vestido blanco para decir el sí quiero. Los novios eligieron este recóndito rincón, gracias a lo cual el Duende pudo perderse varias veces por sus encantadoras carreteras tan estrechas como mal señalizadas, desesperarse bucando en el mapa sus destinos y comprobar, una vez más, que nuca sabrá entenderse en la lengua de Shakespeare.

-Perdone-acabó por explicar en su precario inglés a los que abordaba para preguntarles dónde quedaba Oaksey – No  soy bri-tá-ni-co, y a-de-más es-toy al-go sor-do. Há-ble-me des-pa-cio y muy  cla-ra-men-te, please.

El please le quedaba maravillosamente. Como el inglés para sordos: el único que es capaz de entender en las conversaciones.

3

A Isabel Spearman la conoció este bloguero en la canastilla, y luego le vio pasar de bebé a niña y de niña a mujer en Candeleda, a donde venía los veranos con su madre y sus hermanos para secarse, cargar baterías y disfrutar con el gazpacho, el jamón, los huevos fritos –con puntilla, y no a la inglesa- y las patatas fritas en aceite de oliva. En  Escocia, donde vivía,  Isabel parecía fundida a la grupa de un caballo, que montaba como una precoz amazona. Pero cuando llegaba a la España donde se crió su madre, hacía lo que ésta, que es lo mismo que tanto le gusta a los británicos y a los lagartos: tenderse al sol, cerrar los ojos y dejar pasar las horas. Luego la chica creció, se hizo muy guapa, muy lista y francamente exitosa. Ahora la criatura es la asistente personal de Mrs. Cameron, la mujer del primer ministro inglés. La chica  sabe lo que se hace, y además tiene un gusto personal exquisito.

-Para la entrega de premios en el orfanato que tenemos hoy -le dice- se ponga usted blusa camisera de Liberty, chaqueta de Carolina Herrera, falda tableada a juego y zapato oscuro. Y sólo besos y carantoñas a los tres premiados, que luego ha de inaugurar un hospital para ardillas en Richmond, y si se enrolla no le va a dar tiempo.

Rebosaba este orden y buen gusto en todo lo que caracteriza a una boda campestre en Inglaterra. Cielo plomizo y amenazante que, afortunadamente, no rompió en llanto, iglesia antigua, de piedra y verdín, rodeada de uno de esos cementerios donde dan ganas de ponerse a descansar eternamente ya mismo, vicario ceremonioso, adornos florales de estudiada sobriedad, señoras guapas, tules y sedas, pamelas, chaqués grises y negros, lluvia tan sólo de de pétalos de rosas sobre los recién casados (¡Qué inmenso error!: mientras escribe estas líneas el bloguero escucha de nuestro pontifex maximus en materia de modales y costumbres de gente bien, el inefable Josemi Rodríguez Sieiro, que eso es intolerable. Menos mal que los Spearman no escuchan Herrera en la onda).

A la salida, un cochecito de caballos tirado por un aguerrido pony que transportó a los novios  a una carpa en medio de un prado bellísimo. Una orquesta de jazz. Un servicio de té espléndido, que se podía tomar mientras se contemplaba el paisaje de los Cotswolds a través de las faldas transparentes de la inmensa carpa: aquello le daba al cuadro la pátina onírica de una pintura de David Hockney. Todo tan bonito. Se sospecha que la  abuela española de Isabel, que se llamaba Catalina, a la que tanto le gustaban esas cosas, sacó un periscopio invertido desde el más allá para espiarlo todo.

-¡Qué pena habérmelo perdido! –dicen que se escuchó bajo la espesa bóveda de nubes azulencas- Pero, pese a todo…`qué contenta estoy!

 4

Salvo el sector de infalibles de la rama española de esta familia, todos los demás asistentes a la boda eran británicos o de la órbita de la Commonwealth. Salvo a los propios Spearman, el Duende no conocía  a nadie. Mientras el vicario sermoneaba , se dedicó a espiar a las señoras y jovencitas guapas, y en ese menester dio con una cara no femenina que le sonaba de algo. Era el propio David Cameron, primer ministro del gobierno de Su Graciosa Majestad. No sólo se sentaba, como cualquier otro invitado, en las últimas filas. Sino que además tenía a su a cargo a un par de críos pequeños que, como todos los niños, se aburren mucho en las iglesias.

Ni dentro ni fuera de la iglesia se veían maderos o escoltas, al menos indisimulados. Tampoco coches de respeto o de policía por los alrededores. Los habría, seguro, pero sin hacer ostentación. Eso llamó la atención  a los españoles, tan acostumbrados al boato del poder. Seguramente la democracia también es considerar que a un presidente hay que guardarle respeto, pero sin que pase de ser en una boda un invitado más. Bienaventurados los poderosos que saben ser discretos.

5

Después de haber visto Ivanhoe, Robín de los bosques y Las cuatro plumas aquel duende casi impúber empezó creer que los ingleses eran clase especial preferente. Luego conoció mejor su historia, y su literatura, y su país, y por unos años creyó que el Reino Unido era su segunda patria, que le gustaba casi más que la primera precisamente porque ésta siempre se tomó poco en serio todo aquello que cualquier británico, sea de donde sea, respeta: Dios, patria, bandera, reina, himno, historia, honor, tradición, formas y maneras, autoestima. Y a él, tan inseguro, le gustaba tener referencias claras. Su imaginario de ídolos iba de Cromwell a Monty Python, pasando por Dickens, R.L.Stevenson, Chesterton, Emily Bronte, Bertrand Russell,  Agatha Christie, Chaplin, Woodehouse, Peter Sellers, Los Beatles y Bobby Charlton. Ah, claro, y Guillermo Brown, que era de mentirijillas, como el Quijote, pero menos chiflado y mucho más divertido.

Luego la vida templó su anglofilia. Cuando contrastó la apabullante puesta en escena del gran Imperio Británico con su implacable flema, fría y cruel hasta donde haga falta (Churchill es el mejor ejemplo) comprendió que gran parte de sus valores son la simple parafernalia del poder. Y que en el fondo su pueblo es, más que romántico y épico como luce, simplemente pragmático. En este viajecillo a los Cotswolds al Duende le impresionaron pequeños detalles, como ver que en los deliciosos footpath que siguen el curso de un joven Támesis recién nacido, y alrededor de los lagos, había numerosos carteles indicando que había que llevar a los perros con correa, y bastantes contenedores para depositar en ellos sus caninas caquitas. Es todo un Parque Nacional de muchísimas hectáreas, y uno diría que en plena naturaleza, pero lo cuidan como El Retiro. Al igual que custodian la memoria de sus héroes: en cualquier pueblecillo, un solemne memorial en recuerdo de los muertos en las dos guerras mundiales. En cualquier iglesia, o cementerio, en cualquier lugar, una placa, una lápida o un busto en honor de Jonathan Hopkins, Comandandante del Regimiento de Coraceros de Chippenham, caído en Jartún, o de John Sondeston, Lugarteniente de Infantería del IV Cuerpo del Ejército muerto en la Batalla del Somme. Luego, en el Reino Unido, como en todas partes, el muerto al hoyo y el vivo al bollo. Pero sin  descuidar las formas.

5

¿Hay algo que aprender de estos  peculiares seres rubitos –ahora ya menos- que durante siglos mangonearon a gusto en el planeta y que difícilmete perderán su flema?. La formalidad, la pompa y la circunstancia no son, ni mucho menos, la osamenta de esa convención que pueden ser sus costumbres y sus creencias. Pero cuando aquéllas se diluyen, la conciencia colectiva también se desfleca, pierde su identidad y puede acabar desapareciendo. El último himno que, de los novios al primer ministro, cantaron todos los asistentes a la boda de la sobrina Isabel trenzaba religión y patria con una letra del poeta William Blake que, después de preguntarse si el Cordero Divino pastó en los verdes pastos de Inglaterra –cosa verdaderamente improbable- o si Jerusalén fue construído entre las oscuras y satánicas fábricas británicas –seguro que no- acababa con esta pintoresca afirmación: no cesará mi lucha mental / ni dormirá la espada en mi mano/ hasta que hayamos construído Jerusalén/ en la placentera y verde tierra inglesa. Eso sí que es voluntarismo, y no lo de Zapatero. Qué diferencia con los españoles, que jamás cantamos en las iglesias, y sólo nos juntamos para corear la dichosa Macarena o, como mucho, Asturias patria querida.

No es fácil lo de construir Jerusalén en Gran Bretaña, seguramente no se lo creen. Pero los ingleses lo cantan como si lo creyeran. Y, con todos los achaques que sufre el mundo, les sigue yendo bien. Como les irá a Isabel y a Mark, recién casados en un pueblecito de Wiltshire de cuyo nombre y de cuyo paisaje este duende curioso siempre querrá acordarse.


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