Posts Tagged 'Manuel Azaña'

El visitante de la Venus de Tiziano

Todas las obras maestras del Prado pueden ocultar historias más o menos parecidas a la que aquí se cuenta...

Como tantas otras voluntarias, Irma carecía de una formación específica de celadora de museos. Tampoco era una experta en psicología, pero después de observar la presencia frecuente del mismo personaje ante el mismo cuadro, empezó a hacer sus cábalas. Se trataba de un hombre muy mayor que entraba en la sala sigilosamente, se apostaba ante el cuadro Venus y la Música de Tiziano y se quedaba absorto mirándolo.

Al principio, sus visitas eran más o menos mensuales. Luego se hicieron más frecuentes y largas. Cuando entraba en la sala, se dirigía inmediatamente a la banqueta tapizada que se ubicaba frente al cuadro y se sentaba en ella. Apoyaba sus codos en las rodillas, su barbilla en las manos y observaba. Irma advirtió que a medida que el anciano escudriñaba más el cuadro, aumentaba su emoción. No parecía agotar nunca los encantos de un lienzo que probablemente, ningún especialista consideraría la obra maestra del pintor favorito del Emperador. Sin el embargo el anciano se pasmaba ante aquella Venus gordita, como mandaban los cánones de la época, sólo vestida por una gargantilla y unas pulseras, que acariciaba indolentemente a un perrillo mientras el organista que tocaba a espaldas de su diván volvía la cabeza y dirigía la mirada a ese triángulo de la desnudez femenina que los clásicos solían velar pudorosamente.

El fondo del cuadro reproduce un jardín renacentista en el que destaca una fuente monumental sobre la figura labrada en piedra de un sátiro. Pero a juicio de Balbino, un compañero con más experiencia que Irma, no era ese el centro de su atención.

-Ese tío es más rijoso que un macaco, te lo digo yo –le susurraba al oído a Irma- Hay muchos de esos a los que una de estas desnudas con firma les excita más que una película porno.

-¿Tú crees?

-Lo que yo te diga –subrayó con suficiencia.

Irma comenzó a mirar al misterioso visitante aún con más atención. Y no tardó en hacerse una opinión  completamente distinta. El cuadro evidentemente tenía un significado muy especial para el anciano, y le provocaba una emoción quizás exagerada para aquella mezcla de pintura cortesana y mitología. Miraba, suspiraba profundamente, seguía estudiando todos y cada uno de sus detalles, volvía a suspirar. Algo extraordinario debía de ver el anciano en ella. Un día, después de los quince minutos habituales que solía durar su contemplación  en silencio, Irma descubrió que por las mejillas del anciano se deslizaban dos lágrimas. Segundos después el anciano no pudo contener unos sollozos y hundió el rostro en sus manos mientras se ponía a llorar como un niño.

-¿Le ocurre algo, señor?- le dijo Irma acercándose a él.

En anciano sacó de su bolsillo un pañuelo, secó sus lágrimas y esperó a serenarse antes de tomar la palabra.

-Usted es muy joven señorita –comenzó a decir entre los últimos hipidos- Pero no sabe el milagro que es ver todas estas maravillosas pinturas y lo que ésta en particular representa para mí…

Y le contó la epopeya que durante la Guerra Civil Española fue salvar el tesoro artístico del Museo del Prado. Cómo se trasladaron desde Madrid a Valencia, y de Valencia al norte de Cataluña, y desde allí, hasta Ginebra las mil ochocientas sesenta y ocho cajas  específicamente fabricadas para embalar las piezas más valiosas  de la colección. Le contó que el presidente Azaña había declarado que era mucho más importante salvar ese patrimonio que la República, porque España podrá tener otras repúblicas, pero nada podría reemplazar a estas joyas de la pintura. Y culminó su relato explicando que, en su huida desesperada por escapar del avance de las tropas de Franco, una noche de marzo de 1939 algunos de los camiones del convoy artístico quedaron inservibles. Y que el propio Azaña y el ministro de Estado junto con unos oficiales del ejército tuvieron que detener y requisar otros tantos vehículos que transportaban población civil, armamento y heridos `para  alojar en ellos las cajas españolas, como se conocieron después a esos embalajes de incalculable valor.

-Me he pasado muchos años investigando, porque el tema me obsesionaba –terminó contando con palabras entrecortadas y voz casi inaudible- Y este es el único cuadro que me consta que viajaba en  el camión de donde evacuaron a mi madre, que estaba herida y embarazada. Lo sospechaba desde hace tiempo pero ahora me lo acaban de confirmar. Ella murió en el parto, pero el tesoro del Prado y yo nos salvamos…¿No es maravilloso?

El anciano sonreía mientras secaba las últimas lágrimas con su pañuelo y lo guardaba en el bolsillo de su chaqueta. Irma entonces se inclinó, le besó en la mejilla y le ofreció su  brazo para levantarse.

-Echa un vistazo a mi sala, Balbino -dijo al pasar ante su compañero- que he me echado un novio y le voy a acompañar a la puerta…¡No  todos los hombres sois iguales!…

Fue lo último que escuchó el celador antes de ver cómo la Irma, que estaba tan buena,  se perdía  del bracete del anciano buscando la salida del museo.

A Dios muerto, diosecillos puestos

Por creer en algo, hasta creemos  que Jacko, Cristiano Ronaldo y José Tomás pueden sustituir a Dios

Por creer en algo, hasta creemos que Jacko, Cristiano Ronaldo y José Tomás pueden sustituir a Dios

Resulta que en estos días la tía Clota lo recordaba. Recordaba que Manuel Azaña, en 1931, había proclamado que España había dejado de ser católica. Y cómo ahora el estado español es laico y no confesional. Ella confiesa que siempre ha albergado sus dudas de fe, pero se queda pasmada del agnosticismo creciente que reflejan las encuestas en su país natal: no  le encaja con ese estallido de fervor popular que aún provocan ciertas manifestaciones religiosas. La Semana Santa en Sevilla, el salto de la reja en la ermita de la Virgen de Almonte, los penitentes que se cargan a un amigo a coscoletas y pisan las brasas en San Pedro de Manrique, por ejemplo.

-Qué distintos somos los españoles-puntualiza ante su siempre perplejo sobrino Homper-Aquí a las primeras de cambio cualquier político invoca el God bless America, pero la mayoría no haría esas cosas…

-No creas, tía. ¿Te suenan numeritos como los del Ku-Kux-Klan?…¿Y el éxito de los predicadores y de las iglesias alternativas?

-Hummm-rezonga la anciana.

Como todos los mayores, siempre quiere tener razón. En este caso se ha salido por la tangente y ha barajado a continuación  cuatro fenómenos de masas recientes que vio por la tele y que le dejaron literalmente estupefacta. 1, la Gran Vía de Madrid atestada de gente jaleando el Orgullo Gay. 2, concentración en la Plaza de Colón de fans de Michael Jackson para expresar su dolor -¡también en Madrid!- por la muerte del Rey del Pop. 3, el Estadio Bernabéu repleto de madrileños en éxtasis por la presentación de Cristiano Ronaldo: no jugó, sólo sonrió, tocó el balón y gritó ¡hala Madrid! 4, a tres mil euros en reventa las entradas para ver torear a José Tomás en Barcelona.

-O sea, sobrino-sentencia tía Clota-Que por una parte queremos matar a Dios. Pero por otra, hasta el más zafio se busca asideros para la trascendencia. Causas hermosas, personajes arrebatadores… Y a Dios muerto, diosecillos puestos.

Entonces recuerda Homper un ensayo de Bertrand Russel que leyó en su juventud: Por qué yo no soy cristiano. Aquel hombre tan lúcido le inoculó sus primeras dosis de escepticismo. Pero luego se unamunizó, y advirtió que él mismo también necesitaba pretextos de fe para encontrar respuestas a lo que no las tiene.

-Es pura comodidad, tía –se justifica Homper- Entre el Dios del Génesis y el “big ban”, casi me parece más lógico lo primero…Y además, así me evito creer en sucedáneos y el olor de multitudes que provocan cuando aparecen y desaparecen

Se ríe tía Clota por lo bajini. Y, antes de cerrar la conexión, lanza su última pulla.

-Oye, y a ese futbolista tan guapo y tan milagrero…¿no sería más políticamente correcto llamarle Agnóstico Ronaldo?


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