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Silencio después de Bach

Estos días en Eisenach cantando a Bach seguro que sellarán la vida de tu coro...

Estos días en Eisenach cantando a Bach seguro que serán como sellos en vuestra biografía…

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Debe de ser cosa de la edad. De esa perspectiva que dan los años, y que te permite saborear con gusto el día y la noche, el amanecer y el crepúsculo, las presencias e incluso las ausencias, el cielo limpio o estampado de ovejitas nubes que pastan en su prado azul, el mar y la montaña, la marejada y la calma, la sonrisa y la lágrima, el dulce y el salado, la pincelada en ese cuadro impresionista que es cada día y ese hueco por donde respira el lienzo, y que también forma parte del paisaje.
La música y el silencio.
Algo así debe de ser. El caso es que cargaste en tu maleta para Eisenach  tu ordenador. Desde hace ya casi siete años que estrenaste este blog creías que en él descansaba tu fe de vida: el resto era tu eremitorio particular. Y pensabas que en un buen hotel de la segunda ciudad más importante de uno de los dieciséis estados federados de la boyante Alemania actual, podrías alimentarlo con dos o tres pequeñas entradas que dieran cuenta de tu experiencia. Craso error. Eisenach, al borde mismo de la frontera que durante tantos años separó a la República Federal de la mal llamada República Democrática de Alemania aún padece algunos lastres del antiguo régimen soviético. En el confortable Hotel Steingerberger donde residías con tu coro, internet caminaba a paso de tortuga, como cuando te asomaste a la red las primeras veces y te eternizabas esperando que aquella línea de conexión avanzara por la pantalla de tu primitivo ordenador. Sabías que si escribías al día en la ciudad natal de Bach, tendrías que pasarte el resto de la jornada intentando subir lo escrito al blog. Así que apaga y vámonos: tenías la música y los montes de hayedos que rodean la ciudad para disfrutar.
Reconoces que los dos primeros días aún te mordía la mala conciencia por pasar de blog. Pero luego caíste del guindo: no es un delito, no ocurre nada, nadie lo echará de menos. Además, tanto te gusta escribir como no escribir y acumular asuntos que te inspiran y que luego tal vez no verán la luz.

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Como la música y el silencio.
Llevábais desde junio del pasado año estudiando y ensayando concienzudamente. Habíais aserrado las eses y estornudado consonantes hasta la extenuación, para imitar dignamente la imposible fonética alemana y poder cantar al Viejo Peluca, como le llamaba Fernando Argenta. La orquesta de la Landeskapelle Eisenach sonaba como un grupo de virtuosos, los corales de la Pasión según San Mateo os emborrachaban de espiritualidad y de ternura, y además, mientras los cantabais en las dos iglesias luteranas donde se celebraron los conciertos, sentíais un profundo y legítimo orgullo. ¿Quién te iba a decir a ti, cantorcillo de ducha que un día serías ladrillo o piedra, no por pequeña menos necesaria, de ese monumento musical?..
Y, sin embargo, el punto culminante de la emoción, llegó cuando callasteis y enmudeció la orquesta.
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-Estamos en Cuaresma, y además en Alemania, no se aplaude en los templos-os había advertido Carlos Domínguez-Nieto, y director de ambos conciertos, que fue quien os ofreció la oportunidad de cantar allí.
Parece un milagro que, en el país de los mejores músicos y directores de orquesta, un joven de Chamberí consiguiera hace años por oposición el cargo de General Musikalische Leitung de la Orquesta y la Opera de Eisenach. Pero ahí estaba, sacando de nuestras voces lo mejor para estar a la altura de las circunstancias. Milagro os parecía a todos no ya cantar a Bach, sino ser por casi tres horas parte de su grandiosa voz. Pero más milagroso aún fue que después de culminar el último coral de la obra, el diector a la cabeza con las manos recogidas sobre el pecho, todo el auditorio desde sus bancos, la orquesta y el nutrido coro con las partituras aún abiertas escucharais supurando emoción a raudales el sublime sonido de tres minutos de silencio. Quién recordaría el dolor de la pasión y muerte de Cristo. Quién aprovecharía el momento como oración, o como homenaje a sus muertos, o para agradecer la gloria acariciada, o para pensar que después de aquello el alma no necesita más paz. El caso es que tu amiga Carmen, que es una contralto muy bulliciosa y retrechera, casi estaba en lágrimas, y que todos en general sentíais el pálpito de la trascendencia. Parece cursi y exagerado, pero fue verdad.

Ya lo advertías, deben  de ser cosas de la edad. Pero nada te ha llenado tanto como aquellos tres minutos de silencio después de cantar a Bach.

 


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