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Langostinos canallas…

No se puede pensar tanto en el éxito, porque a veces los langostinos se te escurren de las manos...

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Guillermo Prior, resultado natural de su apellido, era el primero en casi todo.

-Porque uno es lo que mama –sostenía con seguridad palmaria, como si fuera a enunciar la ley de la gravitación de Newton– Lo que mama, lo que aprende y lo que luego  sabe poner en la práctica.

Cada mañana, cuando se desayunaba sus huevos revueltos, su zumo de kiwi y sus tostadas de pan integral con mermelada de naranja amarga, tenía la costumbre de repasar los apotegmas que explicaban su trayectoria triunfal. No rendirse nunca, no arrepentirse de nada, el que compra gana, el que vende pierde. Esto último era  la “summa lógica” de uno de sus maestros de pensamiento, Ramón Areces, tantas veces citado en la escuela de negocios donde se doctoró.

-Ser empresario es un sacerdocio-le gustaba decir en cuanto le daban la menor oportunidad

A este andamiaje ideológico le añadió después la divisa “trabajo, trabajo y trabajo”, aportación de José Pérez García, que nació pobre y paleto en un pueblín de panllevar de la provincia de Salamanca y sin embargo llegó a levantar un imperio con la manteca de cerdo. Ahora José Pérez García era el rey de la manteca, presidente del CEG (Círculo de Empresarios Guay), patrono de todas las instituciones y corporaciones culturales y benéficas por donde aparecía la Reina y, `por añadidura, presidente de la Fundación para la Salvación de la Rana de San Antonio. Al final, tanto para el maestro Pérez como para el brillante ejecutivo Prior  todo se traducía en lo más fácil de imaginar:, dinero, reconocimiento social, éxito, y una autoestima sólo dos centímetros menos alta que la punta de la cúpula de San Pedro.

2

Una vez cada seis meses Guillermo Prior invitaba a comer a Jockey a su hermano Gerardo, funcionario del ministerio de Fomento, nivel 23. Gerardo era un entrañable mindundi que admiraba la facilidad de su hermano para desenvolverse en la vida.

-Ya lo decía mamá: más vale caer en gracia que ser gracioso.

-¡Mmm! –matizó Guillermo mientras atacaba  la quinta ostra de su plato- Mamá era una buena mujer, pero un poco simple. La clave es conocerse, estudiarse, programarse. Y sobre todo, tomar en cada caso la decisión oportuna. ¡Ah!, y no hacer nunca nada de lo que te puedas arrepentir ni arrepentirte luego de lo que puedes haber hecho.

Gerardo se fue tan contento con el estómago lleno y la lección de su hermano el importante bien asimilada. Tenía que preparar su roulotte para marcharse de veraneo con su mujer y sus tres niñas a un camping de Levante.

3

Verano. Como muchos altos ejecutivos  y empresarios, Guillermo Prior andaba ya por la tercera esposa. Lo cual no le impedía seguir ejercitando sus dotes de seductor. Todo lo procesaba con la naturalidad del sabio, del buen gestor, del que no falla nunca. Tampoco iba a fracasar con Antonia, aquella inteligente abogada de Ferrara que los de Montecattini habían enviado para que estudiaran conjuntamente durante el ferragosto los últimos flecos de una fusión que podría hacerle definitivamente multimillonario. La familia esperaba en Mallorca. Él, claro, se debía a su trabajo.

-No puedo más de sandwiches –le dijo a Antonia la tarde del sábado, después de diez horas de trabajo conjunto-¿Y si me dejas que te prepare un arroz con langostinos en casa?…

Dejaron los papeles sin recoger sobre la mesa de su despacho y se despidieron. Ella se pasó por su hotel para ducharse y cambiarse.

-Ponte guapa –le había avisado él –Nunca se sabe lo que puede salir de una fusión, je, je…

Guillermo corrió a su casa, se dio un chapuzón en la piscina,  se aplicó el desodorante y las colonias oportunas, se peinó negligentemente ante el espejo, se puso su pantalón blanco y su camisa de Ralph Laurent a medio abotonar, mostrando ostentosamente sus pectorales convenientemente depilados  y corrió a  la barra de su bar para preparar en la coctelera dos dry martín. Después ordenó ante los fuegos de su cocina los elementos necesarios para aquella cena improvisada que, como era de esperar en un gestor de su categoría estaban perfectamente planificados: el sofrito, el caldo de pescado, el arroz bomba y una fuente de langostinos de Sanlúcar de Barrameda que, vaya por Dios, aólo necesitaban ser pelados.

-Empezaré ahora para que, cuando ella llegue, me sorprenda aún en faena-pensó- Eso le dará muy buena imagen de mí. Un hombre de mis características debe saber estar a las fusiones multimillonarias y a los langostinos, caramba. Todo es cuestión de método.

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Y empezó a pelar los langostinos. Vaya –pensó después de forcejear con el primero- no es tan fácil. Avanzaba el reloj y esa faena que él en el aperitivo sobre la cubierta de su yate hacía a toda velocidad  le parecía ahora imposible, como a cualquier pardillo en el manejo de los mariscos. Guillermo Prior empezaba  a pasarlo mal. Algo no transcurría según sus cálculos. Imaginaba que el hielo picado de la coctelera se estaba fundiendo, y que llegaría Antonia y no podría tener las manos libres para dedicarse a ella. Un desastre, por lo indispensables que le resultaban para servirle el dry martín y el resto del ceremonial del coqueteo.

-No puede ser, no puede ser-se desesperaba- Quién me mandaría a mí…¡Putos langostinos!….

Eran las nueve cuando sonó el timbre y sobre la encimera de la cocina sólo había cuatro langostinos pelados y doce más si pelar. Cuando abrió la puerta, le bella Antonia, de minifalda y con una blusa ceñida  que mostraba un impresionante panorama pectoral, sólo pudo ver la imagen de un hombre hundido, sudoroso y descompuesto. Frente a aquella italiana arrebatadora Guillermo  Prior constató que desgraciadamente había conocido el primer fracaso de su vida, la primera ocasión perdida, aquello que nadie de las tertulias  del Círculo de Empresarios Guay le perdonaría nunca.

-Perdóname –le dijo a la bella abogada sin atreverse a darle su mano pringada de esencia de marisco- Perdona mi deplorable aspecto Un triunfador infalible como yo debería haber caído en la cuenta de que no se pueden pelar langostinos después de haberse cortado las uñas…


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