La excelencia o la vida

Eb muchos órdenes de la vida lo mejor es enemigo de lo bueno...

En muchos órdenes de la vida lo mejor es enemigo de lo bueno…

1

Solo en el campo. Crees que es uno de los privilegios de la jubilación. Se va la familia, te das un paseíto bajo las estrellas, te encierras en casa y te llenas de descanso. Pones un poco de orden, apagas las luces que se dejaron encendidas, cierras las puertas que a  tus hijos y nietos no les importa mantener siempre abiertas y antes de acomodar tu maltrecha osamenta en la cama –labor delicada en estos momentos- te sientas en el sofá, junto a la chimenea, y respiras.

De repente tu vista se detiene en un detalle sin importancia, pero que siempre te ha desasosegado. Varios de los cuadros sobre los que cae tu mirada están torcidos. Pasa en las mejores familias, y no todas le dan la importancia que acusa tu malestar. ¿Por qué? De la misma manera que los que se lo pueden permitir contratan entrenadores personales o paseadores de perros, debería haber un servicio de vigilantes de cuadros torcidos. A menudo vas a casas de categoría, con muebles buenos y cuadros aún mejores, y observas que algunos de estos basculan hacia un lado. No te puedes reprimir, si puedes te levantas, pides permiso y los equilibras. Tus anfitriones a menudo se quedan pasmados. Allá ellos.

Sin embargo esta noche en tu propia casa no haces nada. Te molestará irte a la cama con este nuevo desarreglo en tu vida, te parece natural. Sufres tantos desperfectos de difícil solución, que por qué te vas a desvivir para maquillar de bonito la envoltura de tu existencia.

No duermes peor por eso.

2

Tu amigo el marqués de Betanzos ha hecho una gran carrera como diplomático y abogado guiado por el afán de excelencia en todo lo que hace. Le ha ido muy bien. La norma no se limita a su modus operandi profesional, sino al resto de su vida. Espoleado por su exquisita esposa, que es una fanática controladora del orden, de la calidad y del buen gusto, es difícil sorprender en ninguna de sus casas no ya un cuadro torcido, sino tan sólo un pelo de su perro de confianza en alguno de los almohadones del sofá. Ambos pertenecen al selecto club de los perfeccionistas, del que te hubiera gustado ser socio, y del que te alejas cada día más. Echando la vista a atrás, incluso se puede decir que tu vida entera parece  modelada por la chapuza y el conformismo. No fuiste estudiante destacado. Nunca peleaste por lo mejor. Tu carrera ha sido tan importante que nadie te recordará por ella. Ni siquiera te has exigido un nivel  para hacer el gamberro en la radio o para lanzarte a escribir. Cada vez sabes menos de vinos y de restaurantes, no has probado las delicias criofilizadas de el Bulli, y además no te importan lo más mínimo. Y poner en marcha cualquier tentativa de eso que se llama negocio te ha parecido tan exigente a la hora de decidir y, sobre todo, de esforzarte y hacer esforzarse a los demás, que definitivamente has llegado a la conclusión de que no tienes carácter para ello. La excelencia no es para ti.

3

Por eso te ha aliviado mucho ver Whiplash, una película de Damien Chazelle que se sitúa en una escuela de jazz en la que el profesor Terence Fletcher machaca literalmente a sus músicos en aras de una excelencia que se va transformando poco a poco en la antesala del infierno. El rigor y la crueldad del prestigioso maestro que encarna con singular vesania el oscarizado actor J.K. Simmons se centra especialmente en un joven baterista, al que sangra literalmente para obtener de él una velocidad de ejecución y un número imposible de percusiones en la interpretación de la pieza que da nombre a la película.  Sangre, sudor y lágrimas. El chico enloquece, claro. Satisfecho a pesar de todo, y aunque en el camino de su meritorio calvario haya perdido a una novia estupenda.

La película es magnífica, pero Jesús, qué sufrimiento. El protagonista alcanza el cielo de la gloria musical, aunque a tal coste que piensas si verdaderamente merece la pena ser número uno en nada. Sabes que nadie regala el éxito, y que cualquier logro es, ante todo, trabajo. Sabes también que ninguna escuela de negocios para JASP y pequeños nicolases te compraría una propuesta tan poco ambiciosa como la tuya. Pero a estas alturas de la vida, te atreves a sugerir que el afán de ser el mejor no obnubile la razón, ni obligue a nadie a elegir entre la excelencia o el  dulce encanto mediocre de lo que viene siendo vivir.

8 Respuestas to “La excelencia o la vida”


  1. 1 joselepapos marzo 9, 2015 a las 1:13 pm

    ¡Ole mi niño! La excelencia, qué ordinariez y cómo cansa. La perfección, el orden, el triunfo, negocios, dinero, posición social… bla, bla, bla.
    Estoy contigo maestro, que mejoren tus achaques.

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  2. 2 Manuel Beltrán Fernández marzo 9, 2015 a las 3:15 pm

    Me parece un comentario perfecto para los que estamos en la mejor situación de la vida, tenemos tanto detrás y nos queda tan poco por delante que hay que aprender a disfrutar de lo imperfecto y de lo no excelente sin que nadie se entere. Muchas gracias

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  3. 3 Franciska marzo 9, 2015 a las 4:03 pm

    Creo que uno es o no es «cosas» unas se aprenden y otras vienen con el gen. Pero a esta edad hay wue disfrutar de lo wue se ha conseguido ser.Encontrar el equilibrio no es fácil. La película me encanto , porque en la música creo que ese esfuerzo ( sangre en exceso) es esencial para ser de los mejores. Se lo pregunte a mi hijo , músico en América que fue alumno de una escuela excelente y lo entiende. Al final el alumno y el profesor estaban unidos en envontrar esa perfección.

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  4. 4 Bête-en-sauce marzo 10, 2015 a las 6:27 am

    Buenos días, Duende. Yo también me quedaría con “el dulce encanto mediocre de lo que viene siendo vivir». (Por cierto, que eso de que la marquesa es una fanática del orden debe ser una leyenda aristocrática).

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  5. 5 Pemberton marzo 10, 2015 a las 8:13 am

    Tus reflexiones de hoy , que van y vienen , no dejan muy claro si es mejor ser ordenado , meticuloso y triunfador o un genio del ingenio como tu demuestras todos los días que eres.
    Yo…. , ya sabes con que me quedo.

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  6. 6 Viviana marzo 10, 2015 a las 11:27 am

    La excelencia no es para ti, lo entiendo. Por eso nos la regalas en cada una de tus publicaciones, Genio.

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  7. 7 El conde de Garós marzo 10, 2015 a las 4:18 pm

    «Aurea mediocritas» llamaba sabiamente a esto Horacio, querido Duende. «Mediocritas» que no tiene nada que ver con mediocridad sino con la justa medida, lejos de los extremos. Disfrútala y no hagas caso de ese marqués que citas, que me parece un farsante si no un impostor, empezando por su título, que debe ser «ful» ya que no lo localizo en el Elenco de Títulos y Grandezas…

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  8. 8 Ángela marzo 11, 2015 a las 8:38 pm

    Qué viva la mediocridad!!.
    Cuídate Duende y deja que te cuiden. Besos!.

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