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Habemus Papam…y más cosas

Al Paráclito se le puede pedir que no se limite a inspirar al Cónclave cuando hay que elegir papa, sino que nos saque de otros apuros...

Al Paráclito se le puede pedir que no se limite a inspirar al Cónclave cuando hay que elegir papa, sino que nos saque también de otros apuros…

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Sin duda los viajeros de aquel vagón de metro se alarmaron cuando un señor con  sombrero y gabardina se acercó a los asientos en los viajaban cómodamente cuatro ciudadanos. Los ciudadanos estaban a lo suyo, según el sexo. Dos del sexo masculino estaban hundidos en la profunda lectura del MARCA y el AS. Las dos mujeres leían sendas novelas de Matilde Asensi y de Roberto Bolaño. Por ese instinto de conservación del asiento conquistado, ninguno levantaba la vista. Ninguno debía de haber reparado tampoco en un hecho singular. Esos cuatro asientos estaban marcados con otros tantos símbolos de personas con derecho preferente al asiento: a saber mujeres embarazadas, ancianos, impedidos y tullidos de diverso género. Homper consideraba que estaba incluido en al menos dos de las categorías privilegiadas, pero si fuera por anciano no hubiera hecho  nunca lo que hizo.

Y lo que hizo fue lo siguiente. Se acercó a los ocupantes de esos cuatro asientos, se plantó ante ellos con los brazos en jarras, se abrió la gabardina y mostró algo singular en su cuerpo que causó sorpresa y un cierto escándalo.

-Lo que nos faltaba- murmuró una anciana acomodada en los asientos de enfrente.

-¡Es un exhibicionista! –denunció un viajero que iba de pie apuntándole con su dedo acusador.

-¡Sinvergüenza, cabrón!-gritaron otros.

Homper mismo confesó que, de haber observado la escena desde otra posición y de no haber sido él el protagonista del suceso, se hubiera quedado estupefacto. O perplejo, como dice su nombre. Pero la verdad es que se quedó dolido porque nadie hubiera entendido su reacción.

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Ocurrió que viajaban en el mismo vagón dos sacerdotes, reconocibles por ser de los pocos que aún se dejan ver por la calle con su alzacuellos de reglamento. Uno de ello llevaba en la oreja un auricular, mientras que el otro, que portaba una cartera de mano, inclinaba su cabeza hacia al anterior intentando captar la gran noticia que esperaba la cristiandad. De repente, al primero se le transfiguró la cara, y alzando los brazos proclamó sin el menor recato.

-¡Habemus papam!

El otro sacerdote alzó los brazos jubiloso y rodeó con ellos al portador de la buena nueva.

El Paráclito ha cumplido su función- sentenció en tono solemne mientras ambos daban rienda suelta a su alegría.

Medio vagón aún miraba a la pequeña trifulca que protagonizaba Homper con su presunto acto de exhibicionismo. Mientras que el otro medio miraba a los dos curas felices preguntándose seguramente quién era el Paráclito.

3

Yo, como tú, como todos los de nuestra época que estudiamos en colegios religiosos, sabemos quién es el Paráclito- te explica Homper- O al menos deberíamos saber que es otra denominación del Espíritu  Santo, el nombre griego de la tercera persona de la Santísima Trinidad: el abogado, el intercesor, el maestro, el consolador, el ayudante…Se ve que el Padre y el Hijo se reservan para funciones más importantes y cuando hay que elegir Papa, que no deja de ser una cosa terrenal, envían al Paráclito. Pero claro, figúrate, la gente del metro, ni idea…

-Ya…-le respondiste tú- Pero hablando de la gente del metro…¿Cómo resolviste el numerito ese del exhibicionista?

-Muy sencillo: me volví al respetable y mostré que lo que ocultaba mi gabardina y mi chaqueta no era nada indecente, sino este puñetero corsé que me acredita como tullido con derecho preferente a asiento. A veces, pocas,  hay algún joven o alguna chica  bien educados que te lo ceden espontáneamente por consideración a tu edad, pero yo lo rehúso siempre. Cuestión de orgullo. Ahora, cuando estás jodido de verdad por culpa del corsé y no surge ese alma angélica….

-¡Qué mal rato!, ¿No?.

-No tanto. Luego le expliqué al personal que si el Paráclito no hubiera estado tan centrado inspirando al Cónclave para que eligiera a un argentino como Papa, no tenía duda de que  les habría inspirado a los usurpadores de los asientos reservados para que adivinaran que soy un impedido más y me cedieran el que ocupaban sin tener que hacer el número del exhibicionista. Si lo sugiere hasta su nombre: Paráclito, para ayudar a los que lo necesitan…No se por qué sólo recurren  a él en los cuadros del Greco y cuando hay que elegir papa nuevo.

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Procuras asimilar la historia que te cuenta Homper. Y agradeces que te haya recordado las funciones y hasta el pintoresco alias del Espíritu Santo. Pero aún sintiéndote tan identificado con él, y compartiendo su indignación por la poca delicadeza de algunos usuarios del transporte público y la fe en que el Paráclito te eche una mano si llegara el caso, te propones que aunque se te rompa la espalda de dolor nunca  te abrirás la gabardina en el metro para mostrar las vergüenzas que te afligen. Genio y figura, hasta la sepultura.


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