Verano 5. Las 840 lunas de un viejo marino

Después de haber mirado detenidamente más de ochocientas cuarenta lunas, el viejo marino acertó a poner la luna en su sitio…

1
Cuatro o cinco días después de la luna llena de agosto el viejo marino dio por terminado lo que había titulado como Cuaderno de bitácora de mis lunas. Como tantos otros navegantes había escrito ya muchas páginas acerca de sus aventuras en la mar. Pero paralelamente, y en un tono bien distinto, había ido elaborando un largo poemario dedicado a todas las mujeres de las que se había enamorado a la luz de la luna.

-Yo, a diferencia de lo que dice la canción, no tengo una mujer en cada puerto. Sino una mujer en cada luna. Aunque casi siempre sea la misma.

2
Recordaba que de niño sufrió cuando dejó ciudad natal porque a su padre, también marino, le habían cambiado de destino.

-¿Y si allí no hay luna? –le protestó airadamente a su madre.

-No te preocupes, hijo. La luna irá donde vaya tu padre.

Y el crío suspiró tranquilo. No había cumplido siete años cuando vio a su vecina Trina Mari, que era renegrida y tenía un diente roto, asomarse a la ventana en camisón. Pero era una noche lunada, y se enamoró de ella.

3
A partir de entonces todas las noches de luna amó apasionadamente, de una u otra forma, a una mujer. Su cuaderno de bitácora arrojaba un total de ochocientas cuarenta lunas, otros tantos pensamientos o poemas –Curiosamente el mar nos hizo la ola cuando nos besamos en el Peine del Viento, era uno de ellos- y bastante menos amantes, pues tres de ellas coparon su alma durante cincuenta años, y tocaban a muchas. Era ver asomarse la luna por la barra del mar, y olvidar que era un marino para ponerse a volar.

4
Pero este verano, tres o cuatro noches después de la luna llena, lo que vio despuntar por el horizonte no era esa redondez mágica que siempre le había regalado el cielo, sino una especie de papaya blandita que no le transmitía emoción alguna.

-Se puede ser un mal poeta, pero no un traidor –pensó mientras escribía la penosa metáfora de la papaya blandita.

5
Remató como pudo su poemario, lo cerró y lo dejó sobre sus rodillas. Después sacó su pipa, la cebó de tabaco, la encendió con la misma prosopopeya con que lo hubiera hecho el capitán Akab y se puso a contemplar el mar mientras se preguntaba por qué le inspiraba tan poco una luna dignamente decreciente como la del 4 de agosto.

Y entonces comprendió que durante toda su vida había magnificado la luna a costa de sus amadas. Pues hasta ese momento siempre se había enamorado de éstas creyendo que había sido bajo el efecto del poderoso influjo de la luna. Y ahora, varado en tierra, se daba cuenta de que en la soledad de su vejez y sin mujer a su lado, la luna ni tenía hechizo ni tenía nada.

1 Respuesta to “Verano 5. Las 840 lunas de un viejo marino”


  1. 1 Dora agosto 17, 2012 a las 8:36 pm

    Pobre Violette

    Me gusta


Comments are currently closed.



Siluetas de RNE

Duendes suscritos:

Suscripción

Suscripción por email

Publicaciones:

PARAÍSO DE HOJALATA
Una Infancia de Hojalata

Ir directamente a

Blog Stats

  • 1.380.029 hits