Posts Tagged 'Andersen'

El acerolo, el almendro y la mimosa

Sequa en el ro Tinto
(Foto de R. Durán)

La primavera ha venido, nadie sabe como ha sido, escribió Machado. Lo decía tal vez desde Soria, que es bastante más tardía que Córdoba o que mi pueblo de asueto, Candeleda, que está en la llamada Andalucía de Ávila. (Entre paréntesis, se pasó la moda de las pegatinas con slogans turísticos en la trasera de los coches, pero, entre la ironía cazurra, la cursilería y lo pretencioso, los había inolvidables: Sepúlveda, la costa del cordero. Santiago de Compostela, donde la lluvia es arte. Torrevieja, blanca de sal  morena de soles… ¡Cuánto Gustavo Adolfo Bécquer suelto!.Casi prefería aquél tan lírico de No me toques el pito, que me irrito).

El invierno no se ha ido, pero la primavera asoma, coqueta, casi desde que se traspuso el nuevo año. A lo mejor es otro capricho más del cambio climático. La lucha contra el cambio climático ya se ha convertido en bandera del ciudadano responsable. Sin embargo aún no le  ha colgado nadie al adversario político ni la preocupante mutación atmosférica ni la sequía. Nadie es culpable de ésta, al menos directamente. Y como no sirve de arma arrojadiza, no sale en los papeles todo lo que debiera. Pertenece a ese género de peligros subyacentes que, como la aluminosis de los edificios, sólo despunta cuando es causa de catátrofe o cuando no hay nada con qué llenar un minuto de telediario. Al pueblecito, asustarle lo justo, mandan los manuales de campaña electoral.

Al contrario que el buen político, cuyo deber patriótico es el optimismo, el Duende piensa que cualquier alarmismo en este punto es bueno, pues la gente sólo consume menos agua cuando le ve las orejas al lobo. En 1992 Madrid vivió una gran sequía. La agencia de publicidad del Duende recibió el encargo de comunicar una campaña de ahorro. No asustó, simplemente informó. Y con sólo recordar el gasto descomunal y las reservas reales se consiguió rebajar el consumo en un  diez por ciento. Mientras no llueva, esto es lo que hay -cerraba un slogan sobre la imagen casi dramática del embalse de Pedrezuela  a un tercio de su nivel habitual. A alto staff del Canal de Isabel II le costó ser tan realista, pero quizás no sea casualidad que, a partir de entonces, los periódicos y muchos informativos de TV dan cuenta diaria en unos pequeños gráficos de nuestras reservas de agua. Si se comunica el estado de la tesorería de la Seguridad Social, ¿por qué no la despensa del agua, que es aún más necesaria?

Con agua o sin ella, el milagro de la primavera corre a presentar sus primicias cual si fuera un diseñador de la Pasarela Cibeles. El Duende, que es un voyeur verde -interprétenlo en el sentido ecologista del término- ya ha avistado la flor del almendro, la de la mimosa y, este año, las hojas de un acerolo que alguien le regaló y que plantó en el monte con la esperanza de que fuera valiente, medrase y recuperase en su fruto un viejo sabor de infancia. El Duende no lo cata desde 1955. Pero no lo olvida, porque la memoria de los gustos y los olores es la más fiel. Ya ha estallado el aroma y el vistoso amarillo de la flor de la mimosa, capaz de transformar a un árbol áspero y feo en una especie de jaula de oro para criaturas de un cuento de Andersen. El otro día, en el restaurante de la Posada de la Lola, leyó el Duende un jocoso grafitti  enmarcado junto al triángulo más famoso de nuestros logotipos comerciales. Decía así: La primavera dice que está hasta las pelotas del Corte Inglés. Está en su derecho, porque abusan de ella. Pero que no nos falle a los demás. Que, pese al cambio de clima, podamos decir que ha venido, aunque nadie sepa como ha sido.

Parecidos no del todo razonables

(Foto de Cjelli)

Uno de los problemas que tiene el Duende para ser querido por todos es que formula muchas de sus observaciones en voz alta. En su espíritu travieso y su deseo de desmarcarse de lo convencional, suele recurrir a imágenes, comparaciones y ejemplos que él considera ocurrentes, y que no siempre son  bien interpretados por todos. Buena culpa la tiene su familia. En casa su casa era corriente jugar a aquello de ¿a quién se parece fulanito? Con variantes tales como si el tío Enrique fuera animal, ¿qué animal sería? Otras veces las trasposiciones se hacían con objetos, o incluso con sensaciones O, viendo acercarse a alguien con un rostro muy peculiar, alguno planteaba una afirmación valiente que busca confirmaciones, como por ejemplo ¿verdad que ese tío tiene cara de llamarse Agapito?¿A que el tío Federico tiene voz de bocadillo de jamón?

El juego parece estúpido, pero pone en juego valores como la imaginación, la semiología inventada que sugieren ciertas palabras,  la fantasía y el conocimiento del lenguaje y de la iconografía clásica. Hay gente que tiene cara esdrújula, aunque no lleve el acento dibujado en la frente. El Duende veía en el rostro de su primer profesor de Derecho Político, don Carlos Ruiz del Castillo a un vértice geodésico, aunque estos monolitos sean en general poco expresivos. Otras comparaciones son más simples. El inefable José Bono tiene la misma mirada y mofletes del Muñeco Diabólico. Jordi Pujol es idéntico al monstruito que sale del pecho de Terminator. Isabel Tocino está diseñada con el mismo perfil tierno y pelín cursi  de la mofeta Flor, y en el mismo elenco de Bambi encontramos a un buhíto joven que se parece mucho a Chiqui Benegas. Lo de comparar al presidente Zapatero con mister Bean no tiene mérito: más sutil sería decir que, si fuera vegetal, sería lirio. La Vicepresidenta de la Vega, y que no se me enfade, es como un polluelo de rapaz de esos que pintan los tebeos saliendo del huevo y con un pedazo de cáscara en la cabeza.  Fraga, con todos los respetos, siempre tuvo una cierta mirada de rinoceronte, y si hubiera sido música sonaría como la Cabalgata de las Walkirias.  Y, por no abrumar con más ejemplos, el ex portero madridista Buyo era talmente la maqueta de Arnold Schwarzeneger.

En su ingenuidad, el Duende siempre creyó que todo el mundo apreciaría el lado bueno de estas observaciones, pero un día le dijo a una pariente suya que su niño se parecía a Pinocho-antes de mentir, precisó- y recibió a cambio una bofetada. Se había quedado sólo con el lado negativo: mi hijo no es un muñeco, replicó airada. No había reparado en la cara de sorpresa ingenua y en la ternura que respira la criatura del viejo Gepetto en la película de Walt Disney. Qué cortedad de miras.

A una buena amiga menudita, de apariencia frágil y cara de biscuit, muy favorecida ella, que aún siendo abuela desafía al tiempo luciendo un tipito quinceañero, le dijo un día el Duende que era como Almendrita, la protagonista de un cuento que contaba la radio en los años cincuenta. Almendrita nació en el cáliz de una flor, y allí dormía, tierna y grácil, como la Campanilla de Peter Pan. Además de atractiva, la buena amiga es parca en palabras, de modo que nunca supo el Duende si lo entendió como halago o, simplemente, como estupidez inoportuna.

Pero el mayor ejemplo de fracaso de esta pretendida poética de la fantasía comparativa es el que sufrió con una compañera de trabajo a la que, comparó con la cerillera de Andersen. La Cerillera es uno de los más tristes cuentos de Navidad jamás escritos, pero también de los más bellos. Eso al menos pensaba el Duende cuando lo leyó de niño en una preciosa edición de la Colección Araluce, encuadernada en tela con estampaciones en oro y delicadas ilustraciones en papel couché. Es la historia de un pobre niña que vende cerillas  en una esquina de las calles nevadas de Copenhague la noche de San Silvestre. Nadie le compra, y la chiquilla, aterida de frío, intenta calentarse con sus cerillas que, al encenderse, iluminan el cuadro mágico de un hogar caliente, con una mesa cubierta de manjares y golosinas y un abeto adornado con muchos juguetes. La maravilla se desvanece con la llama apagada, y cuando la tercera cerilla con su estampa mágica se consume,  la vida de la desdichada niña se ha consumido con ella. Al Duende la cerillera, aún con su expresión desvalida, le parecía hermosa y fascinante, y veía  la historia como la quintaesencia del romanticismo. Así se lo hizo saber a su compañera de trabajo, pero ésta volvió la cara ofendida. Prefería imaginarse como Susan Sarandon.

Falta de visión o de sentido del humor: la madre del Duende, que descansa en paz -como la cerillera de Andersen– decía de su propio hijo que era idéntico a Manolo Gómez Bur. Al Duende le hubiera gustado más ser como Steve Mac Queen, pero su madre conocía muy bien a su hijo. Además,  bien pensado, Manolo era bastante más gracioso. Qué mala suerte que se pareciera al Duende.

Un paseo por Baeza

Una de las pegas de ser mortal es que te mueres y no te ha dado tiempo a ver todo lo que soñabas. El Duende estuvo en Baeza. Y volvió transido,  como tantas veces que visita pueblos maravillosos diseminados por nuestra tierra . Si no puedo ser el alcalde -pensaba el Duende-  ni el  juez, ni el notario, ni el médico, ni el maestro,  ni el cura, ni el comandante del puesto de la Guardia Civil, ni el secretario del ayuntamiento, ni siquiera el alguacil de Baeza, que me caiga una pena de extradición y me manden allí. El Duende quiere vivir varias vidas, y en una de ellas espera reencarnarse en esa bella ciudad jienense. O si no, que le extraditen, insiste. Quisiera vivir algún tiempo en una de sus nobles casa de piedra blasonadas, citarse en la Fuente de santa María, rondar por los laberínticos paseos empedrados que rodean la Catedral, tomár un café con churros bajo los soportales de la elegante Plaza de la Constitución  Pero este país es una democracia, y ya no extraditan a nadie  como hacía Franco con Unamuno y otros intelectuales desafectos. Hay que buscarse cualquier otro pretexto para volver a Baeza.

El pretexto era esta vez el II Congreso de Literatura Infantil y Juvenil, organizado por el Grupo Editorial Luis Vives. Era una reunión de docentes y profesionales de la literatura infantil, un matiz en la adjetivación que, sin proponérselo, devalúa a los ojos de los profanos al escritor que la practica. ¿Era Andersen peor cuentista que Hemingway? ¿Es Ana Karenina mejor novela que La Isla del Tesoro? El contrabajo, que es un delicioso relato de Chejov, ¿es prosa púber o impúber? La infancia pasa y la juventud se cura con muy poco tiempo: la buena literatura permanece, y el que escribe bien para niños es tan buen creador como el que lo hace pensando en los adultos.

Estos eventos empresariales y culturales tienen mucho encanto. Sirven al ocio y al negocio. Y, para aligerar el programa de trabajo, concitan lo útil con lo deleitoso, y la ciencia y la cultura con lo que es puro entretenimiento. El Duende supone que es eso sólo lo que le convocó allí. Decía el programa del sábado: 17´30 h. El presentador y humorista Luis Figuerola-Ferretti clausurará el Congreso en clave de humor. Y lo ponía en el mismo cuerpo de letra que Antonio Rodríguez Almodóvar, escritor, investigador y presidente de la Asociación de Amigos del libro Infantil y Juvenil, Ana María Machado, escritora, y Fernando Marías, autor de insigne dinastía y premios tan importantes como el  Nadal y el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. Entre ellos brujuleaba el Duende.

Mi amiga doña María decía un día pasmada que antaño el alfarero de su pueblo sólo fabricaba cántaros y botijos, y ella mayormente, almóndigas y cocretas. Pero que ahora, según dice la gente sabia,  los dos hacen cultura. Velay las cosas, lo que va de ayer a hoy: un humorista, o así, clausurando un congreso de liteatura. Cosas veredes, amigo Sancho…

Por eso estaba el Duende tan crecido la mañana del domingo. Después de una noche de tormenta, amaneció Baeza limpia y luminosa, tentación irresistible para cualquier espíritu curioso y cómodamente calzado. Se puso su chándal y se lanzó a las calles y plazas empedradas hasta subir al llamado Paseo de Machado, recorrerlo en la placidez de la mañana y quedarse hechizado por ese panorama de sierras olivadas y nubes perezosas que aún dormitaban en el lecho por donde discurre el Guadalquivir.  Desde mi ventana/¡campo de Baeza, / a la luna clara!/ ¡Montes de Cazorla,/ Aznaitín y Mágina!…Era de día, y la luna se había retirado ya. Pensé que si Antonio Machado no lo hubiera sido desde la cuna, Baeza le habría inoculado el alma de poeta. No se la pierdan: vayan allí y disfruten paseando con el espíritu de la lírica.


Siluetas de RNE

Duendes suscritos:

Suscripción

Suscripción por email

Publicaciones:

PARAÍSO DE HOJALATA
Una Infancia de Hojalata

Ir directamente a

Blog Stats

  • 1.380.057 hits