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La fe del futbolista

Aunque lo que la Moreneta lleva en su mano derecha puede ser interpretado como una pelota, no está probado que juege al fútbol mejor que otras vírgenes...

Aunque lo que la Moreneta lleva en su mano derecha puede ser interpretado como una pelota, no está probado que juege al fútbol mejor que otras vírgenes...

El inolvidable Eugenio contaba un chiste que tiene mucho de moral práctica para los desesperados. Un montañero pierde pie y se precipita al abismo. Rápido de reflejos, se agarra a un matojo y queda colgando con el vacío a sus pies.

-¿Hay alguien ahí?-pregunta desesperado.

Sólo el eco le responde: ahí-í-í-í…

-¿Hay alguien ahí? -insiste.

Una voz  grave y profunda que parece venir del cielo le responde esta vez.

Tranquilo, hijo, te he escuchado y no temas. Te mandaré una legión de ángeles y el propio aire producido por el batir de sus alas  te elevará a las alturas y podrás recuperar pie.

Se hace un silencio. Hasta que el que el montañero en apuros lo rompe con una pregunta reveladora.

-Ya…¿Hay alguien más-más-más-más?…

Cuando pintan bastos todos esperamos una ayuda extraordinaria. Y los equipos de fútbol que  no cuentan con un mesías como Florentino Pérez para su salvación acuden a la fe. Al Madrid, que es rico, no le hace falta peregrinar a la Virgen de la Almudena y pedir milagros. Bajará del cielo el ser superior que decía Butragueño y traerá de la mano a Kaká, a Cristiano Ronaldo, a Xavi Alonso, a Villa, a Venger y a quien haga falta para superar los males del club merengue. Y no fichará a Scarlett Johanson como azafata del palco porque aún no se le ha puesto en las narices.

Pero donde no hay harina, como dice el refrán, todo es mohina. Si saltamos del segundo puesto de la clasificación del Campeonato de Liga al último, vemos a un equipo al borde de la Segunda División cuyo entrenador tiene que echar mano de la fe. Esta semana, el bravo de Pochettino se hizo los doce kilómetros de ascensión a Montserrat en una hora y cuarenta y cinco minutos- lo que demuestra que aún está en plena forma- para implorar a la virgen patrona de Cataluña la salvación del Español que entrena. Lo que no arregla la plantilla periquita, que lo arregle la Moreneta, que es tan bonita.

Confiesa el cronista que estos testimonios de fe en un mundo tan prosaico como el del fútbol le producen admiración y ternura. Es frecuente ver a jugadores que miran al cielo cuando escuchan su himno antes del partido, o que se santiguan  al salir al campo y besan su medalla cuando meten un gol. Más elocuentes son los de religión musulmana, como Kanuté, que  a menudo orientan sus ojos a La Meca y abren sus manos en actitud de oración sin dejarse impresionar por un estadio que ruge. Pero lo malo en este caso es que casi todos los equipos en peligro de descenso tienen su virgen patrona. La Moreneta hará todo lo posible por salvar al Español, pero tendrá que vérselas con la Virgen del Espino, patrona de Soria,  que velará por el Numancia, con la del Camino, patrona de Pamplona que tirará a favor de Osasuna, con la de los Reyes, a la que se encomendará el Betis, con la Inmaculada, patrona de Huelva, que tratará de echarle una mano al Recreativo, y hasta con la Virgen de Begoña, que es la del Athletic de Bilbao. Todos los aficionados conocen estos equipos. Nadie sabe sin embargo cuál de las vírgenes juega mejor al fútbol y podrá finalmente eludir el descenso.

Por eso, y como en el chiste de Eugenio, es recomendable sustentar la fe en algo sólido: a Dios rogando y con el mazo dando. El Español cae simpático, ha sido capaz de ganar al mejor Barça de la historia en su campo y cuenta con futbolistas maravillosos como Tamudo y de la Peña a los que dolería ver en Segunda. Sin embargo lo seguro es que, además de suerte, le ha faltado alguien en los despachos o en el campo que hiciera mejor su trabajo. Pochettino quizá hubiera subido igualmente a Montserrat, pero no es lo mismo caminar por devoción o amor al deporte que hacerlo con la soga al cuello.

Fantasmas encantadores

El Castrillin

El Castrillín

El arquitecto Carlos Aguayo, que es además un fino dibujante y acuarelista, comentó una vez que en la casa que comparte con su muy distinguida esposa Maribel en el asturiano concejo de Cudillero hay fantasmas. La casa es un sólido edificio de planta cuadrada arreglado con gusto y con el espacio y la pátina suficiente para que en él moren leyendas y retoce algún espectro travieso. De hecho varios huéspedes aportan testimonios de sus misteriosas visitas. Aldabonazos, ventanas que se abren solas, llamadas a la puerta del cuarto de baño que no hace nadie. No asustan, pero intrigantes sí que son, caramba.

Los dueños de la casa no le dan la menor importancia. El inquieto señor del Castrillín –es el nombre de la finca-que anda con el síndrome de la ansiedad del lápiz y lo garabatea todo a nada que encuentre un minuto de reposo, dice que no ha captado en sus cuadros una sola sombra sospechosa. A él, que no se le escapa una. Además hace unos meses realizó una prueba definitiva para despejar sus dudas. Por la noche dejó a la entrada dos bandejas con dos aperitivos distintos. En una bandeja preparó un plato de jamón de la sierra de Huelva en finas lonchas junto con una botella de Viña Ardanza de 1992. En la otra, un plato de mortadela de economato, de esa rosácea trufada con aceitunas, junto con una botella de Ponche Caballero. A la mañana siguiente la primera bandeja apareció intacta, mientras que no quedaba ni rastro del contenido de la segunda.

-No hay fantasmas, está claro-concluyó- No serían tan tontos como para elegir la bandeja número dos.

Anwar Rashid, un hombre de negocios árabe sólo ligeramente menos próspero que el arquitecto Aguayo, había comprado una mansión en Nottinghamshire por el módico precio de seis millones y medio de dólares. Se ha desprendido de ella porque dice que hay fantasmas. La noticia sorprende al menos por dos razones. La primera es que cómo podía imaginar Rashid que una mansión inglesa de categoría careciera, como mínimo, de un fantasma de plantilla. La segunda es que en realidad el hombre ha renunciado a su propiedad, pues había comprado la lujosa residencia con una hipoteca cuyos cuantiosos plazos no está dispuesto a pagar.

Y es que la crisis no es que esté fulminando al sector inmobiliario, sino que a este paso acabará hasta con los fantasmas. Homper se quedó perplejo hace unos días cuando un amigo que vive en un modesto chalet le contó un suceso vivido digno de un cuento de Nataniel Hawthorne o de Stevenson. El día de la gran granizada alguien llamó a la puerta de su casa. Contó que abrió y que se encontró a una dama de pelo blanco y porte distinguido, elegantemente vestida, que se protegía de la lluvia con un largo capote y un paraguas de puño de marfil labrado. Nada más verla comprendió que era un espíritu del pasado. La dama pidió refugio, y él le dejó pasar y le ofreció un te caliente. Lo aceptó encantada, y entraron en conversación. Y ella le contó que era un fantasma sin casa donde aparecerse.

-Ha venido esa enemiga que llaman hipoteca, que está imposible, y está acabando con mis colegas…¡Ya ve usted lo de Rashid en Clifton Hall!…¿Qué va a ser de nosotros?

El amigo de Homper la encontró tan educada y encantadora que le ha hecho un hueco en su chalet. Y antes de devolvérselo al banco, como el millonario Rashid, ha llegado a un acuerdo con ella y ahora es la mujer fantasma la que paga la mitad de su hipoteca.


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