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Del cumpleaños de Mingote y otros milagros

Bendita esclavitud de la que esperamos disfrutar muchos años más...

Bendita esclavitud de la que esperamos disfrutar muchos años más...

La noticia del sábado es que Antonio Mingote cumplía noventa años. Antonio es un señor español de origen aragonés, pero nacido en Sitges, de los que de verdad saben de la vida. Bonancible, sereno, humilde, de una ironía tan fina como el filo de una navaja albaceteña que, sin embargo, no hiere, aún pasea por el Retiro . Cuando el Duende inició sus travesuras en Clarín Publicidad aquella empresa presumía de haberlo tenido en su plantilla (también trabajaron allí  Borau y Cruz Novillo: sin duda no era una agencia vulgar). Muchos años más tarde lo conoció personalmente, a él y a Isabel, su mujer, Isabel, una mujer guapísima y elegantísima que le da cuerda. Cuando veía esta Navidad el spot de un perfume de Loewe donde aparecen hombres movidos como los juguetes de hojalata antiguos, el Duende imaginaba a Isabelita dando vueltas todas las mañanas a la llave invisible que el buenazo de Antonio lleva a la espalda. Él es más tranquilo, y seguramente, se quedaría en casa más tiempo. Pero Isabelita es carpe diem con encanto, y no le deja renunciar a lo mucho que la vida le ha devuelto a Antonio. Él se deja llevar y sonríe con resignación.

El más original y discreto académico de la Lengua es un encanto de persona. Ha dibujado todo, ha escrito, ha pintado –el Duende descubrió asombrado en una sala de subastas un falso Van Gogh que llevaba la firma de un Antonio Mingote jovencísimo- y hasta en  la película La colmena, aquella obra maestra de Cela que Mario Camus plasmó tan dignamente en el cine, hacía de cliente de una casa de citas. Afortunadamente el guión no exigía el desnudo, lo cual a la tía Clota le tranquilizó.

-No sabes la angustia que sentí cuando pensaba que un hombre tan elegante como él iba a enseñar sus calzoncillos, como los actores de ahora-le contaba a Homper en su llamada de la semana-Pero sigue siendo el de siempre, me alegro…

La tía Clota dijo también que es una pena que desapareciera el perrito de Xaudaró, que también le hacía mucha gracia. Y las películas de Harold Lloyd y de Buster Keaton. No es que esté contra el humor actual, es que no lo entiende, y por eso sigue idolatrando a Antonio Mingote.

-Me encantaría que fuera muy feliz en su aniversario-dijo.

-Si, tía-respondió Homper sin demasiada convicción mientras recortaba del periódico un anuncio por palabras en el que ofertaban una vieja máquina de hacer cigarrillos.

-Te noto distraído-le reprochó la tía Clota-¿Es que para tí cumplir años no significa nada?…

-No mucho, tía. Lo veo como un trámite biológico. Uno va haciéndose mayor y acumula años, y ya está. No tiene más trascendencia. Es como cuando adviertes que te han crecido las uñas. Bueno, pues te las cortas y ya está. Hasta el próximo año.

-Qué poco romántico, sobrino-rezongó la tía-El último día de mi cumpleaños, soñé que, al despertar, estaba al pie de mi cama a un ángel guapísimo uniformado como un camarero del Ritz…Imagínate, por ejemplo, a Paul Newman. No le hacen falta ni alas.

-Si, tía.

-Empujando con una mano, el carrito del desayuno: su café, su zumo, sus panes especiales, sus mermeladas exquisitas…Un termo con chocolate y roscón, que fuera de temporada aún me sabe mejor.

-¿Todo eso?

-Y en la otra mano-seguía la tía Clota-una pequeña cesta redonda envuelta en papel transparente y rematada por un lazo precioso conteniendo cinco pares de medias, un perfumador y una caja de esas deliciosas Moscovitas que hacen en Oviedo, y que son mi debilidad…

-¿Estaba el ángel en su sano juicio?-preguntaba Homper mientras miraba de reojo las esquelas del día.

-Pues sí me lo pareció, sobrino-replicó la tía Clota mosqueada-Además, te diré que se arrodilló, y me pidió que le mostrara una pierna para probarme la talla de las medias…Me dijo que me quedaban estupendamente, que tenía unas piernas tan bellas como las de Cyd Charisse y que había venido a felicitarme para demostrarme que no hay que cerrar nunca las puertas a la sorpresa.

Homper estaba de morros y se empeñó en chafarla, pero ella dijo que seguía soñando, y aún no sabía cómo acabaría la historia. Y la cosa es que, pese a su escepticismo, el sueño de tía Clota prendió en él. Y el día de su cumpleaños también soñó lo mismo, salvo que el ángel que se le aparecía era un híbrido de Fraga y de Fernández de la Vega, y los calcetines de esos con elástico flojo que acaban engullidos por los zapatos. Y una vez más, Homper se quedó perplejo comprobando que, hasta en sueños, Dios premia a los buenos como Mingote y la tía Clota y castiga a los que, sorprendiéndose de casi todo, no creen que la vida aún puede darte sorpresas casi milagrosas…


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