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Los amantes del Metro de Madrid

Todo pende de un hilo. Y como muestra, imaginen la de citas, negocios, sueños, esperanzas y otrs expectativas que ha podido llevarse por delante una simple huelga del Metro de Madrid...

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¿Qué diablos se escribe en las estrellas?-se preguntaba Anita- ¿Y quién lo escribe?

Entretanto ponía en la plancha el croissant que siempre le pedía Daniel y tostaba la chapatina que era el desayuno preferido de su acompañante. La acompañante se llama Laura, y era supervisora, que es como más que lo Daniel, simple ejecutivo de pymes. Pero Laura era una cursi, y siempre regateaba las propinas. Mientras que él, tan educado y tan suave en sus maneras, le parecía sencillamente arrebatador cuando desviaba sus ojos azules agrisados de la supervisora y le miraba a ella. Era como el hijo menos guapo de Alain Delon, pero aún así le quedaba mucho margen para ser atractivo. A cambio, resultaba mucho más simpático. Desparramaba ternura.

¿Y cómo hay que hacer para que  se cumpla lo escrito en las estrellas?- se seguía preguntando la camarera mientras añadía a la bandeja la mantequilla y la mermelada de naranja.

-Por favor –le pidió la supervisora- Mi café de máquina. Y con la leche mitad caliente, mitad templada.

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¿Y quién le manda a las estrellas que tenga yo que aguantar a esta pedorra?- seguía preguntándose Anita- ¿Por qué él en cambio es tan adorable? Siempre está contento con el café que le sirvo, y no me pide que le añada más leche cuando ya ha dado dos sorbos, ni reclama la sacarina, ni se queja de la mantequilla…

-¡Qué putada!-decía la supervisora mientras sacaba de una bolsa de Loewe una voluminosa carpeta con el logotipo de la compañía operadora y se la daba a Daniel- Pero ya que no te has ido, revísame este plan y escríbeme el informe para el lunes…¿Y dices que el cabrón del novio se echó para atrás en día antes?…Bueno, te advierto que Cannes es bastante hortera…

Y cuando los guionistas dicen que estas cosas están escritas en las estrellas…¿también imaginan imbéciles como la Laura ésta? –seguía preguntándose Anita mientras preparaba con diligencia el desayuno siguiente- Además no nos íbamos a Cannes, sino a Malta, recordaba. Y no se casaba ninguna prima suya: nos escapábamos él, que está casado, y yo, que desgraciadamente también lo estoy. Y habíamos preparado la coartada perfecta para un amor prohibido por sólo ciento veinte euros, vuelo y hotel incluído, que había reservado esta servidora  por Internet desde casa de mi prima.

-Por favor, qué faena- subrayaba la supervisora son su acentazo marcadamente pijo mientras Daniel  torcía el gesto y se encogía de hombros.

Él pagó los desayunos con una propina generosa y una sonrisa algo forzada que llevaba implícito un perdona, Anita, cariño, son gajes del oficio. Anita bajó la mirada y retiró el plato a tiempo de escuchar lo último que dijo la arpía de morros de silicona y melena rubia platino.

-Ahora que lo pienso…¿por qué no lo vemos juntos en el Parador de Lerma?…Me han regalado una estancia gratis y es una pena desaprovecharlo, ¿no? ¡Ideal de la muerte!…

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Ideal de la mierda –masculló Anita para sus adentros. Todas las suertes penden de un hilo, y esta escapada de amor, no por prohibido menos intenso, se fue al traste antes de levantar el vuelo. Por qué se romperán tan fácilmente las ilusiones.  Por qué aquel día que había podido ser el principio de una larga y maravillosa aventura quedaron Daniel y ella en el metro de Gran Vía a la siete de la mañana y el Metro estaba en huelga,  y no había manera de encontrar un autobús, ni un taxi, ni ningún otro medio de transporte que les llevara al aeropuerto. Por qué el avión a La Valetta  operado por una compañía de nombre imposible de recordar, salió a su hora, cosa rarísima. Y, por supuesto con dos asientos sin ocupar correspondientes a dos billetes que nunca más se podrían recuperar. Por qué, por qué, por qué.

-¿Quién  tuvo que escribir eso en las estrellas? ¿Dónde estaban los guionistas que me podían haberme hecho feliz un fin de semana? –se quejó mientras dejaba bruscamente sobre el mostrador la bandeja con el desayuno recién recogido- ¿Y por qué le invitan a paradores a la pájara esta?

Un compañero la miró estupefacto.

-Pero ¿qué te pasa, Anita?…Por cierto, ¿no librabas hoy?…

Por la tele propalaban las bravatas de los huelguistas. Si nos tocan los cojones vamos a llegar hasta el finaloyó que decía uno de sus líderes más preclaros.

Y Anita pensó que quizás en las estrellas, donde están los destinos de las personas insignificantes como ella, alguien había escrito ese día: no se les podrá tocar los cojones a los trabajadores del Metro. Pero sí la dignidad, el bolsillo y, a veces, también el corazón a todos los demás.

Del cumpleaños de Mingote y otros milagros

Bendita esclavitud de la que esperamos disfrutar muchos años más...

Bendita esclavitud de la que esperamos disfrutar muchos años más...

La noticia del sábado es que Antonio Mingote cumplía noventa años. Antonio es un señor español de origen aragonés, pero nacido en Sitges, de los que de verdad saben de la vida. Bonancible, sereno, humilde, de una ironía tan fina como el filo de una navaja albaceteña que, sin embargo, no hiere, aún pasea por el Retiro . Cuando el Duende inició sus travesuras en Clarín Publicidad aquella empresa presumía de haberlo tenido en su plantilla (también trabajaron allí  Borau y Cruz Novillo: sin duda no era una agencia vulgar). Muchos años más tarde lo conoció personalmente, a él y a Isabel, su mujer, Isabel, una mujer guapísima y elegantísima que le da cuerda. Cuando veía esta Navidad el spot de un perfume de Loewe donde aparecen hombres movidos como los juguetes de hojalata antiguos, el Duende imaginaba a Isabelita dando vueltas todas las mañanas a la llave invisible que el buenazo de Antonio lleva a la espalda. Él es más tranquilo, y seguramente, se quedaría en casa más tiempo. Pero Isabelita es carpe diem con encanto, y no le deja renunciar a lo mucho que la vida le ha devuelto a Antonio. Él se deja llevar y sonríe con resignación.

El más original y discreto académico de la Lengua es un encanto de persona. Ha dibujado todo, ha escrito, ha pintado –el Duende descubrió asombrado en una sala de subastas un falso Van Gogh que llevaba la firma de un Antonio Mingote jovencísimo- y hasta en  la película La colmena, aquella obra maestra de Cela que Mario Camus plasmó tan dignamente en el cine, hacía de cliente de una casa de citas. Afortunadamente el guión no exigía el desnudo, lo cual a la tía Clota le tranquilizó.

-No sabes la angustia que sentí cuando pensaba que un hombre tan elegante como él iba a enseñar sus calzoncillos, como los actores de ahora-le contaba a Homper en su llamada de la semana-Pero sigue siendo el de siempre, me alegro…

La tía Clota dijo también que es una pena que desapareciera el perrito de Xaudaró, que también le hacía mucha gracia. Y las películas de Harold Lloyd y de Buster Keaton. No es que esté contra el humor actual, es que no lo entiende, y por eso sigue idolatrando a Antonio Mingote.

-Me encantaría que fuera muy feliz en su aniversario-dijo.

-Si, tía-respondió Homper sin demasiada convicción mientras recortaba del periódico un anuncio por palabras en el que ofertaban una vieja máquina de hacer cigarrillos.

-Te noto distraído-le reprochó la tía Clota-¿Es que para tí cumplir años no significa nada?…

-No mucho, tía. Lo veo como un trámite biológico. Uno va haciéndose mayor y acumula años, y ya está. No tiene más trascendencia. Es como cuando adviertes que te han crecido las uñas. Bueno, pues te las cortas y ya está. Hasta el próximo año.

-Qué poco romántico, sobrino-rezongó la tía-El último día de mi cumpleaños, soñé que, al despertar, estaba al pie de mi cama a un ángel guapísimo uniformado como un camarero del Ritz…Imagínate, por ejemplo, a Paul Newman. No le hacen falta ni alas.

-Si, tía.

-Empujando con una mano, el carrito del desayuno: su café, su zumo, sus panes especiales, sus mermeladas exquisitas…Un termo con chocolate y roscón, que fuera de temporada aún me sabe mejor.

-¿Todo eso?

-Y en la otra mano-seguía la tía Clota-una pequeña cesta redonda envuelta en papel transparente y rematada por un lazo precioso conteniendo cinco pares de medias, un perfumador y una caja de esas deliciosas Moscovitas que hacen en Oviedo, y que son mi debilidad…

-¿Estaba el ángel en su sano juicio?-preguntaba Homper mientras miraba de reojo las esquelas del día.

-Pues sí me lo pareció, sobrino-replicó la tía Clota mosqueada-Además, te diré que se arrodilló, y me pidió que le mostrara una pierna para probarme la talla de las medias…Me dijo que me quedaban estupendamente, que tenía unas piernas tan bellas como las de Cyd Charisse y que había venido a felicitarme para demostrarme que no hay que cerrar nunca las puertas a la sorpresa.

Homper estaba de morros y se empeñó en chafarla, pero ella dijo que seguía soñando, y aún no sabía cómo acabaría la historia. Y la cosa es que, pese a su escepticismo, el sueño de tía Clota prendió en él. Y el día de su cumpleaños también soñó lo mismo, salvo que el ángel que se le aparecía era un híbrido de Fraga y de Fernández de la Vega, y los calcetines de esos con elástico flojo que acaban engullidos por los zapatos. Y una vez más, Homper se quedó perplejo comprobando que, hasta en sueños, Dios premia a los buenos como Mingote y la tía Clota y castiga a los que, sorprendiéndose de casi todo, no creen que la vida aún puede darte sorpresas casi milagrosas…


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