Se iba de viaje hacia el puente de San Isidro. Y pensaba pasar de largo por el blog nuestro de cada día, o de cada dos días, máximo de cada tres. Al fin y al cabo, no es culé, por lo que no tiene razón para levitar en éxtasis. Ni tampoco del Athletic, con lo que, aún condoliéndose por su dolor, tampoco puede escudarse en el luto para hacer el vago. Además, caramba, el propio José Blanco, antes Pepiño, que es ministro de la cartera de más curro, anuncia que vuelve a su blog. Eso sí, no subirá un post diario, sólo uno a la semana.
O sea, que el Duende pensaba pasar de blog. Se asomaba a las noticias y entre la Copa del Rey, los silbidos al himno nacional, la metedura de pata de TVE y la presentación de la candidatura de Florentino Pérez a la presidencia del Real Madrid pensaba que no quedaría interés público para ganarse un solo lector.
Pensaba no escribir de nada. ¿Cómo podría atrapar la atención un día cómo hoy.
Y el Duende recordó a su abuela, que estaba empeñada en que, de mayor, estudiara para diplomático. Esa carrera de tanto lustre y prestigio de la que forma parte, sin ir más lejos, el Marqués de Betanzos. Se acordaba de su abuela, y de las virtudes del diplomático, porque una vez, hace años, al Duende le fichó el Círculo de Empresarios para entretener la fiesta de despedida del que fuera su presidente, Carlos Espinosa de los Monteros.
El Duende hizo de las suyas. Y los empresarios pata negra estuvieron simpáticos y se rieron con sus ocurrencias. Y al término del numerito, se le acercó uno con aspecto de funcionario corriente y moliente, de estatura regular y gafas y le felicitó por su actuación.
-Enhorabuena- le dijo tendiéndole la mano-¿Sabes quién soy?
Y el Duende, que por entonces colaboraba en El Informal de Javier Capitán, le respondió vehemente.
-Sí, hombre, claro, cómo no…¡Florentino Fernández!
Era Florentino, pero Pérez. El mismo que hoy –honor y gloria para todo el mundo mundial- ha descendido del cielo al Hotel Ritz para ser exaltado a la presidencia del Real Madrid y redimir a esta gloriosa institución de sus miserias. Vamos, que por la fanfarria que le acompaña, uno diría que viene también a resolver la crisis, a acabar con la gripe porcina y a salvarnos el alma.
Ha bajado del cielo, sí. Y sospecha el Duende que desde él, por un agujerito entre nubes miraba su abuela. Lo sabe porque, entre el Hala Madrid que entonaba en las alturas un coro de ángeles blancos, se escuchaba su voz trémula haciéndose una pregunta.
– ¿Estás segura, Mercedes, de que lo de tu nieto era la diplomacia?…
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