Posts Tagged 'Sorolla'

Verano 16. Carpe diem en Comillas

Es verdad que un palacio como este de Sobrellano impone mucho. Pero hay en el veraneo de Comillas muchos otros pequeños motivos para aplicar el «carpe diem» del clásico…

1
Sorprendentemente, no escuchó el bloguero en su tour estival el comentario esperable de los veraneantes tradicionales. Llegó a Comillas por tercera vez en su vida, y en esta ocasión la vio mejor, con más tiempo para explorar el pueblo y recorrer sus alrededores. Pudo moverse de aquí para allá, como un chamarilero que busca estampas y recuerdos para ese tesoro invendible que es la propia memoria. Se paseó por la villa cántabra y por sus playas de Oyambre, magnífica, y de Gerra, mejor todavía –aunque los de San Vicente de la Barquera digan que son suyas y muy suyas- admiró sus nobles casas, su vetusto casco urbano y sus ostentosos y modernistas palacios. Y mejor aún, la contempló serenamente desde lejos, cuando el punto de vista se agranda e incorpora los Picos de Europa y el plácido despliegue de sus laderas hasta que estas dan con el mar. Lugar privilegiado de Cantabria, sí señor. Hubiera dicho entonces aquello tan poco original de caramba, qué .bonito es esto, cómo habré tardado tanto tiempo en parar por aquí. Puede que incluso dijera algo parecido. Y sin embargo ninguno de los comillanos de toda la vida estaba allí para poner las cosas en su sitio.

-Jo, pues no sabes cómo era hace cuarenta años. El turismo, la construcción…¡Un asco!

2
Esa es una de las concesiones a la nostalgia que no por repetida deja de ser rigurosamente exacta. Todos los pueblos costeros parecían más bonitos cuando el turismo era un lujo sólo para pocos. Y cuando estos pocos no le sacaban tajada a su privilegio convirtiendo sus elegantes propiedades en colonias de chalets acosados, o, peor todavía, torres de apartamentos. Ibas entonces a sus playas solitarias y aún creías que te podías encontrar bañistas elegantes con pamela, recién salidas de un cuadro de Sorolla o románticas heroínas como La mujer del teniente francés. Ahora asomas tú y te sientes parte de la marabunta que invade el coto de los guay, los de siempre, los pioneros, los que crearon estilo en aquel paraíso que descubrieron sus abuelos, ahora hollado por cualquier advenedizo. A mediodía, y entre muchas figuras jóvenes y bellas de talle actimelado, la playa es un hormiguero de barrigones, michelines y celulitis de la oprobiosa clase media que pasean compulsivamente por la orilla para eliminar toxinas.

Ya ni Deauville ni Dinard ni Cannes son lo que eran.Quizás tampoco lo sea Comillas. Aunque el Duende esté encantado de haberlo visitado ahora, cuando hasta los gatos quieren zapatos .y los curiosos sin pedigree lo acabemos invadiendo todo.

3
Tenía el Duende un tío lustroso (años cincuenta del pasado siglo) que figuraba como esos personajes de alta comedia inglesa que encarnaba habitualmente David Niven. Se le notaba enseguida en sus modales ceremoniosos, en su hablar cadencioso y de voz ahumada, y en ese punto de dandismo pelín trasnochado incluso entonces, cuando la burguesía de buena percha iba bien planchada y peinada con brillantina. Le veía el duende niño al lado de su padre, que también era presumido, pero sin exageración, y enseguida se notaba quién era el guardián de la prosapia familiar, de la que sólo quedaba el buen nombre y poco más. El tío Pablo era conde, bon vivant venido a menos, divisionario azul, seguidor del Español de Barcelona y católico riguroso, menos en lo tocante a sexto mandamiento, que interpretó a su manera. Había sido un hombre de buen porte, con el fino bigote bien recortado que distinguía a los galanes de su época, y aparte de vitolas de puros cualquiera diría que coleccionaba también romances. Estaba separado, detalle que no se contaba a los sobrinos imberbes. El Duende era entonces un pequeño integrista, y probablemente hubiera recelado de él de saberlo. Pasó sin embargo todo lo contrario, porque en su chalet del Viso, a donde le invitaba uno de cada tres domingos, fue donde comió por primera vez arroz a la cubana con plátano frito y todo, plato que entonces se le antojaba al crío un exótico lujazo. Además, después del opíparo almuerzo, el tío Pablo llamaba a un taxi y marchaban los dos al fútbol.

-Al balompié –le decía al taxista en la lengua del Imperio, como creía que debía ser- Hoy es en el Metropolitano.

Sólo por eso el bloguero le hubiera perdonado a su tío todas sus flaquezas.

El tío Pablo fue el primer señor al que vio vistiendo camisa a rayas de cuello blanco, blazer de botones dorados y zapatos de ante con hebilla. Como David Niven, ya digo, pero con menos gracia. También fue la primera persona a la que escuchó hablar del veraneo en Comillas. Por eso se acordó de él cuando llegó a esa villa cántabra tan arbolada de abolengo y de beautiful people.

4
El cocker del tío Pablo no se sabía si era negro con pintas blancas o blanco con pintas negras. Seguramente hubiera despajado las dudas un cuadro como los que pinta Ana Eulate, una amiga del Duende que se dedica a la restauración de cuadros y muebles, que pinta perros y que tiene un alma de Josephine Baker canina. La famosa artista negra dedicaba el dinero que ganaba bailando medio en cueros ritmos tropicales a adoptar niños huérfanos y recogerlos en una mansión que tenía por la Costa Azul. Ana hace lo mismo –adoptar, no bailar medio en bolas- pero con los perros abandonados que aparecen por su casa. Se ve que entre los chuchos también se corren las buenas noticias.

-Tío, si no lo ves claro –comentan entre ellos-asomas por allá, pones cara de Snoopy apaleado y te dejas querer. Ella te acaba acogiendo como si fueras un hijo.

Ana además de restaurar y de desvivirse por los perros los retrata, y exponía este verano sus cuadros de perros en Comillas, en cuya contornada dos sobrinos del bloguero se compraron años atrás un bonito pedazo de futuro norteño. Su sobrino Pablo le había invitado a una fiesta en su casa del Tejo, donde habría mujeres guapísimas e incluso algún amigo de su generación. Y además ahí también para Francisca, una habitual de esa espléndida Marbella del norte en que se ha convertido la muy señorial villa de Comillas. En su itinerario de verano el bloguero buscaba sobre todo evasión y la inocente aventura de descubrir paisajes, pero ya se ha dicho que lo bello, cuando se puede comentar con alguien, afila los sentidos y aumenta la satisfacción.

Por añadidura, el disparate del cambio climático había templado este año el agua del mar hasta los 24º, con lo que el Duende pudo, por primera vez en su vida, bañarse a gusto en el Cantábrico. Carpe diem, filosofaba el bloguero entre las olas de Comillas. Tal y como se ha descarajado el mundo, no convertir estos pequeños placeres en grandes momentos es dejarla escaparla vida irresponsablemente. Y eso no, la verdad, eso no.

La pescadora y otros encantos de O Rosal

En la desembocadura del Miño, la pescadora echa su caña y tpodo indica que así es plenamente feliz...

En la desembocadura del Miño, la pescadora echa su caña y tpodo indica que así es plenamente feliz...

Las cosas cambian, y los estereotipos también. Cuando pintores como Sorolla o cualquiera de los impresionistas franceses pintaban una playa o un río a lo lejos, y en él erguida una caña, uno creía que si se metía en el paisaje y pasaba al lado del personaje siempre encontraría un pescador. Ahora no. Ahora podría encontrar a Angeles Alén. Y me consta que no es por la meritoria labor de esa paladina de la igualdad que es Bibiana Aído.

-Me enseñó mi madre, que era pescadora- dice Ángeles luciendo su guapa sonrisa blanca-. Y es lo que siempre me ha hecho más feliz.

No es muy frecuente encontrar mujeres que agarren la caña y la cesta y se vayan a pescar en solitario.  En el río o en el mar, truchas o barbos, sollas o róbalos. Ángeles pesca de todo, salvo cuando le largan gusanos coreanos. Ángeles es una abuela con mucha personalidad, y en cuanto se lo permiten sus nietos  o algún invitado moscón, como pudiera ser el caso, carga con sus trastos de faena y se apuesta a cualquier orilla. Para mayor desafío a las costumbres tradicionales, Ángeles fuma. Ni pensar quiere uno en lo que le podría pasar si topara con un ecologista radical. La condenaría por el doble delito de ser pezicida y airicida.

-Pero es que eso es lo que me gusta más-insiste ella repitiendo sonrisa.

En O Rosal, que es donde se levanta su casa de verano –una magnífica casa de indiano, con sus palmeras, su araucaria y paredes cubiertas de trepadoras- puede elegir entre la pesca de agua dulce y de agua salada. Pero tanto los peces  del Miño, que desemboca un poco más allá, como los de  la mordiente del Atlántico son muy puñeteros, y distinguen entre la lombriz autóctona –miñoca, le dicen-  y la de importación, que también venden los bazares chinos. Cuando el Duende era pequeño no podía imaginar un pueblo sin su iglesia. Ahora no hay villa de categoría sin su bazar de chinos. En O Rosal, o si no, en el pueblo vecino de La Guardia –que, por cierto, en unos letreros figura como A Guardia, en otros A Garda y en otros simplemente Garda, vaya lío- hay iglesia, bazar de chinos y mujeres con personalidad que quieren ser felices malgré lo políticamente correcto. En La Guardia también hay un pequeño puerto pesquero que podría ser muy mono si no fuera por la descabellada geometría de la construcción gallega, y porque muchas de sus fachadas parecen un muestrario de cerámicas para cuartos de baño. Las cosas cambian, como decíamos al principio. No siempre para bien.

Ángeles es feliz, además, porque tiene a su lado a Antonio, el hombre de la paz imperturbable. Se sabe que ha sufrido algún alifafe serio. Se le supone algún contratiempo a lo largo de su vida, como le pasa a cada quisque. Pero nada malo ha conseguido hacer mella en su carácter sereno, bonancible y siempre amable. Fue un abogado de éxito en el bufete más renombrado del país, donde destacó por la calidad literaria de sus informes. Y ahora alimenta su felicidad entre la bibliofilia, el senderismo, sus seis nietos y la viticultura, que ejerce en Sardón de Duero y en este bello feudo de los albariños que rodean su casona.

Antonio es amigo del Duende desde que se encontraron corriendo la primera Maratón de Madrid, experiencia que les hilvanó con el sufrimiento del corredor de fondo y algunas otras afinidades electivas. Lo bueno de ese título en un tipo como Antonio es que te da pie para invitarte a pasar un par de días en un lugar tan singular como su casona de San Miguel de Tabagón. Lo peligroso es que hay amigos a lo que se les da la mano y se toman el codo. ¿Pues no ha tenido la osadía de avisar el Duende de que volverá?…Para tomar nota. Es el riesgo de ser tan naturales como la pescadora de O Rosal  y el bueno de su marido.


Siluetas de RNE

Duendes suscritos:

Suscripción

Suscripción por email

Publicaciones:

PARAÍSO DE HOJALATA
Una Infancia de Hojalata

Ir directamente a

Blog Stats

  • 1.380.031 hits