Lo valiente – entiéndase “lo republicano”- no debe de quitar lo cortés. Y en este caso, hay que desearle a Juan Carlos, como cualquier ciudadano o ciudadana, una pronta recuperación. Lo dijo Cayo Lara, coordinador de Izquierda Unida para no ser tibio ante los micrófonos que interrogaban sobre la inesperada operación del Rey. Genio y figura, don Cayo, y precisión léxica. En aras de la igualdad, no sólo aprovechó que el Pisuerga pasa por Valladolid para subrayar que las mujeres también son ciudadanas –(¡qué despistados, los que tomaron la Bastilla, que no lo tuvieron en cuenta en sus proclamas revolucionarias!). Sino que también nos recordó que todos estamos hechos de la misma pasta, y que diga lo que diga la Constitución nadie merece ningún tratamiento especial por su sangre y por su trono. Se trataba del jefe del estado, pero, por coherencia, le faltó a don Cayo llamarle compañero Juan Carlos. Genio y figura.
Fue, según dicen los partes médicos, un nodulito en uno de los reales pulmones. Pero aunque este sólo fuera del tamaño de una uña, como aseguran los galenos, España se alteró. Chocaba que la tarde anterior el monarca despachara con el vicepresidente Biden tan fresco, tan tieso y tan sonriente como acostumbra, y al día siguiente pasara a engrosar la cada vez más nutrida lista de afectos bajo amenaza de salud.
Justo el día anterior el Duende se encontró por la calle con un antigua compañera de trabajo. Siempre había sido un mujer muy mona, deportista y extremadamente cuidadosa con su salud. Pero el hombre –y la mujer- proponen y el cáncer dispone. Otro seguimiento que deberá tener en cuenta el Duende, que de vez en cuando peina su agenda telefónica y llama a las amistades amenazadas o en tratamiento para conocer novedades.
-¿Estás mejor? –es todo lo que se le ocurre preguntar.
Ya lo decía en otro post. No hay know how de cómo proceder en estos casos. Se llama, se dicen obviedades y al cabo se termina uno planteando qué otra cosa útil se puede hacer para aliviar a los enfermos.
No todos los que lo son reclaman la misma atención. De repente, en la vida del Duende también se han hecho presentes los gordos, gordas, obesos y obesas, que le rodean en su tertulia televisiva de los viernes. Esta vez no es la ficción de Doña María, que, como es sabido, está gruesa da e los nervios. Ni los amables michelines de Oliver Hardy, Fatty Arbuckle, y Abbot y Costello, una pareja de cómicos americanos que tanto le hacían reir de niño (nunca supo quién era el gordo, si Abot o Costello). Sino la realidad de Pablo Arteche, y de Marisol, dos víctimas del sobrepeso que se han comprometido ante las cámaras de Aspaldiko, el programa de televisión de de Antxon Urrusolo, a librarse de su obesidad mórbida y a regresar a la normalidad. Pablo estaba en los ciento ochenta y cinco kilos, bebía seis litros de Coca-Cola y se desayunaba una baguette de embutido diariamente. No había probado nunca las verduras. Marisol se conformaba con dos litros del refresco, su mayor vicio. Ahora ambos empiezan a verle las orejas al lobo, pero se ven animados por otros asiduos al programa, como el abogado Fernando Elosúa, que se ha quitado unos setenta kilos de encima y ahora es feliz y canta boleros con un grupo estupendo que se llama algo así como Los gigantes del sentimiento.
No sentimiento, sino simplemente sensibilidad es lo que reclama Alejandra Yáñez, actriz, modelo XXL y gordita militante, que mantiene un blog que se llama www.orgullogordo.com para ponerle altavoz a los gordos (y gordas) que no acaban de ser felices. Ella es una mujer animosa e ilusionada. Y también cree que la palabra cariñosa cura. Hablemos, llamemos, preguntemos. A los que sufren de cáncer o de obesidad. O mejor, simplemente a los que sufren.
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