¿Quién soy yo? no es pregunta fácil de responder. Aún le ocurre al Duende que va con alguien por la calle y se cruza con otra persona que se le acerca y le da un abrazo mientras grita: ¡Echegoyen!…Y el compañero de paseo se sorprende y, después del encuentro, le pregunta la razón de que le llamen así. Y el Duende explica que casi nunca ha sido el que es, y que en la adolescencia colegial, y por aquello de que lo vasco estaba de moda y caía la mar de bien gracias en parte al Athletic de Bilbao (entonces, por cierto, Atlético, que había que cuidar la lengua del Imperio, tan bobo Franco entonces como ahora la Generalitat de Cataluña) deseó tener un apellido vasco.
El suyo es catalán. En el reduccionismo paleto de la época, la imagen del catalán era la de un señor roñoso que salía en las comedias, en las zarzuelas y en los chistes como vendedor de medias o industrial interesadillo. Véase el pintoresco viajante de comercio de Katiuska o muchos años después el fabricante de porteros automáticos de La escopeta nacional. Y el Duende pensó que mejor llamarse como un deportista vasco. Por no plagiar a los del Athletic, tiró de gacetillas del frontón Jai-Alai y vio que se anunciaba un partido Salsamendi-Echegoyen. Le pareció más serio el segundo apellido, y partir de entonces, y hasta el final de la etapa escolar, sus compañeros y amigos tanto le conocieron por su verdadero patronímico como por el seudónimo con el que se camufló.
Pero para los que le conocieron más tarde, el Duende puede ser otra mentira. Por ejemplo para Antxon Urrusolo es, sobre todo, el padre Bonete, la caricatura radiofónica que le llevó a invitarle a Aspaldiko. Al padre Bonete siempre le imaginó el Duende igual que ese curilla con sotana y paraguas abierto tallado en madera que venden en Santiago de Compostela como souvenir turístico con la leyenda Chove en Santiago. Para completar su arcaica imagen, a tono con la moral que predica, el Duende le montó en una motocicleta Guzzi Hispania roja, de grandes ruedas y motor de inconfundible ronquido que era un icono en las calles de los años cincuenta del pasado siglo. El padre Bonete iba a su servicios religiosos en Guzzi y con su manteo al viento. Paradójicamente, si se le comparaba con la del Zorro de Douglas Fairbanks (ahora Antonio Banderas), su estampa de jinete mecánico era pura modernidad.
Ahora una Guzzi Hispania es algo tan estético y tan representativo de una época que sirve para decorar escaparates. Y en uno de éstos la vió Jorge Prádanos, ex compañero del Duende en RNE afincado en Sevilla, periodista, gastrónomo, cocinero refinado, compositor y cantante, alma de bohemia, pecador contumaz y, quizás por ello, también nostálgico del padre Bonete. Sabedor de que éste sólo perdonaría sus deliquios de la carne después de una penitencia que habría de incluir, cómo no, una invitación a degustar alguna de sus exquisitas recetas, Jorge Prádanos vio una Guzzi Hispania en el escaparate de una tienda de trajes de sevillana que ya presenta sus nuevos modelos para la Feria de Abril. La fotografió, y mandó las fotos al padre Bonete con una larga y cariñosa carta en la que recordaba sus años juntos en la radio, le mostraba su afecto y le pedía perdón por sus pecados. Ego te absolvo a pecatos tuos…
¿Y quién soy yo?-se preguntaba el Duende. Pues un hombre sin identidad clara, pero hoy sólo un amigo agradecido. Que, como muestra de su afecto a Jorge Prádanos, se atreve a reproducir aquí una receta de éste que le encanta al padre Bonete y con la que cualquiera puede cosechar elogios sin meterse en grandes gastos. Tomen nota, que para algo tenía que servir alguna vez este blog.
Pechugas rellenas á la maniére de Jorge Prádanos
-Se compran las pechugas de pollo abiertas en librillo. Cuanto más finas sean las tapas del librillo, mejor. Se rellenan con una loncha de jamón. Se salan (muy poco) y se les pone algo de pimienta molida. Se rebozan en harina, se doran en un poco de aceite y se retiran.
-En la misma cazuela donde se doraron las pechugas, se pocha gran cantidad de cebolla. Cuando la cebolla esté transparente, se vuelven a meter en la cazuela las pechugas. Y se las cubre con zumo de naranja.
-Se les pone a fuego medio durante 25-30 minutos (dependiendo de la cocina y de la cantidad), añadiendo vino de Jerez (seco u oloroso, mejor que dulce), una hoja de canela y pimentón de la Vera picante, al gusto.
– El resultado es un segundo plato delicioso y muy lucido, que todo hay que considerarlo.
Pues hale, a disfrutarlo.
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