Posts Tagged 'Cubismo'

Jóvenes admirables


Esta fotografía ha sido tomada del blog manuelmadriddelgadoblogspot.com
Dicho sea con el respeto que merecen sus derechos de autor y en la confianza de que nuestra admiración por la calidad de la imagen compense el abuso de confianza. Gracias, Manuel.

1
Le da al escribidor por debatir consigo mismo si está el día para ser moderadamente feliz. Qué riesgo. El País Vasco, cada día más cerca de ser otro país. Nuestra Constitución, de la que tan orgullosos nos creíamos, cayendo como un castillo de naipes. ¿Qué pasará si Cataluña y las antiguas provincias vascongadas se ponen chulas y consuman su suprema pedorreta a la ley de leyes? ¿Servirá la Unión Europea de barrera de contención a a su independencia, o hará la misma vista gorda que hicieron cuando eran Alemania y Francia las que incumplían con el déficit? ¿Resucitamos a Narváez, a Serrano, al implacable Weyler, a Martínez Campos, a O’Donnell y a cualquiera de esos espadones que no se la cogían con papel de fumar para restablecer el orden?

¿O contemporizamos, y admitimos que esto del imperio de ley es una filfa, y que no hay más ley que la que dictan los que saben que esta no se atreverá contra ellos?

O sea, no estaba el día para caramelizar el ánimo. Pero velay las ventajas de ser superficial: había cogido el bloguero unos boletus del campo, cocinó un risotto con ellos y se le puso buen cuerpo. Además: en un buzón había una carta. Para más milagro, era una carta manuscrita. Y ya al borde de éxtasis, descubrió que la firmaba una mujer joven.

Más aún: estaba escrita en inglés, y encima se entendía.

2
Catherine Hood es la novia de Jack Spearman, un sobrino inglés de los varios que coinciden en la familia política de este duende. Catherine y Jack pasaron un fin de semana en Candeleda, y , como es natural, se hospedaron en casa de sus tíos. Ese fin de semana el Duende estaba pero no estaba, pues tenía que presentar en Arenas de san Pedro el Festival Boccherini. El Duende sospechaba que Boccherini no es un Justine Bieber, ni Shakira, ni siquiera Bisbal, que probablemente les entretendrían más, pero como sabía que no podría pasar mucho tiempo con sus sobrinos les invitó a que se acercaran a Arenas con su hija Isabel y escucharan esa delicada música de los tiempos de la peluca, la polvera y el rapé. La joven inglesa, a la que apenas conocía de dos encuentros anteriores, no sólo le gustó el concierto, sino que tuvo el emocionantísimo detalle de expresar su agradecimiento por escrito. Como en el siglo pasado. Le puede tanto la vanidad a este duende que no resiste la tentación de saltarse a la torera la inviolabilidad de la correspondencia y airear las últimas líneas de la carta:

Pedrojuan (es el pintoresco nombre de la finquita) is an incredibly beautiful house, and the garden too, and it was so nice to walk in the countryside around with Jack, hearing the bells of the goats ringing.

Muchas gracias (en castellano). Best wishes.

Catherine

O sea, de la Ritirita de Boccherini al bucólico tintineo de las esquilas del ganado. El detalle de una carta en estos tiempos, la educación, la sensibilidad. Juventud, divino tesoro cuando sabe balancear la delicadeza con la justa indignación. que correrá por sus venas. Motivos, seguro, no le faltarán.

3
Esa misma noche escucha el Duende con estupor y preocupación que está entre los pocos españoles cuya economía no ha empeorado. Es verdad: por ahora, la Caja de la Seguridad Social cumple con los pensionistas. Toca madera.

Así las cosas, se distraen los jóvenes con la tristeza de Cristiano Ronaldo, los pases de moda Xabi Alonso y de Piqué, el bebé que espera Messi o con cantantes de moda, Seguras y otros frikis museables. Se ríen y abrazan al botellón por no llorar. Tantos MBA de lujo y tanto JASP para acabar mendigando un puesto de trabajo en Alemania o en Shanghai. Qué poca envidia no ser joven, aunque sea con dolor de espalda. Le duele decirlo, pero lo siente así. Lo de la España invertebrada de Ortega empieza a parecernos paraíso.

Tanto más dolor porque hay muchos jóvenes valiosos que no sólo se van de España por sobrevivir, sino que nos dejan para siempre. Hay uno en particular que le obsesiona desde que hace un mes supo de su muerte. Se llamaba, o se llamará siempre, Nacho de la Mata Gutiérrez. Le impresionó tanto conocer su vida, tan corta como fructífera, que empezó a escribirle un post y lo dejó en agraz, suspendido temporalmente, por temor a que no quedara a la altura de las circunstancias. Lo tiene que rematar.

Por homenaje a su figura y quizás a la de tantos jóvenes ejemplares de los que este duende, ignorante enciclopédico y obsesionado en sus propios alifafes físicos o mentales, suele pasar.

Wyndham Lewis y los olvidados

¿Y quiénes son ellos?, podríamos preguntarnos reinterpretando a José Luis Perales.

¿Quiénes los elegidos por el destino, doctores, o sabihondos, que deciden esto sí, esto no, esto nos debe gustar, esto no merece pasar a la posteridad, a este le ponemos el marchamo de cultura, a este otro le condenamos al olvido?

Gran pregunta. A estas alturas de la película de la historia de la humanidad, ya creemos que se ha descubierto todo. No es cierto. Los científicos, por ejemplo,  nunca echan el cierre, y hacen bien. Apenas unos días atrás, este Duende vio en un periódico digital que en lo más profundo de un país asiático –cree que era en las selvas de Malasia– había aparecido una nueva especie de gran mamífero desconocida hasta entonces. Era una rareza, una especie de mezcla entre un oso y un canguro, pero con la peculiaridad de carecer de pelo. Sólo vio la noticia y una foto que bien pudiera ser una broma del infatigable fotoshop. No ha vuelto a saber nada de él, pudiera tratarse de uno de tantos bulos que circulan por la red. Pero descubrirse nuevas especies, se descubren. Peces abisales, protozoos con forma de verruga de jubilado de RENFE, ranitas de colores exóticos, libélulas bisexuales, y cosas así.

Pero aunque la ciencia te da sorpresas –anda, que la del volcán de Islandia…- los libros cerrados de la cultura de otro tiempo raramente se revisan. Raramente. En un lugar tan poco relacionado con su vida como Madrid, en una galería que nada tiene que ver con la Inglaterra donde se hizo como artista y escritor y en un entorno cultural tan lejano de la Tate Gallery, que es donde expuso por última vez antes de morir en 1957, ha aparecido un tal Wyndham Lewis. La etiqueta que le sigue es: creador del Vorticismo, un movimiento pictórico que se inspira y transforma el expresionismo y el cubismo. Pintor  maravilloso retratista, ensayista, novelista, polemista…Por lo que se puede ver en la exposición de la Fundación March, un tipo tan original y fascinante que dan ganas de abofetear a los que escriben la historia de la cultura. Porque no es que no se le conociera en España. Es que el Duende ha preguntado por su existencia a ingleses de esos que, como vulgarmente se dicen, están en todas las pomadas, y no tenían ni puñetera idea de quién era el fenómeno. Se le había escapado al registrador.

Si pueden, no se pierdan la exposición. A este bloguero le dejó la impagable sensación de haber descubierto algo nuevo y sorprendente, como el oso-canguro ese que vivía escondido en la selva de la cultura no oficial. Debe de ser que aún quedan muchas cosas por descubrir. Por ejemplo, esta misma mañana el Duende se ha despertado antes del amanecer. Y al ver el horizonte primeo violáceo, y luego encendido de rojos incomparables que lanzaba el sol al despuntar tras el viejo Madrid –eso era más hermoso que ningún cuadro al óleo del mejor pintor- se ha sentido un artista integral. Ya saben, ahora el arte no está sólo en quien lo hace, sino también en el que sabe mirarlo.

A ver si tiene suerte y le censan en ese pretencioso y estúpido libro de la cultura oficial.

La adorable Társila do Amaral

Salga de casa y pásmese descubriendo a una artista que irradia optimismo

Salga de casa y pásmese descubriendo a una artista que irradia optimismo

¿Hay escapatoria? ¿Dónde se puede  ver otro panorama menos sombrío? ¿Queda margen para la sonrisa? ¿Hay resquicio para el optimismo? ¿Hacia dónde dirigir la curiosidad para no deprimirse?

Se encontró el Duende con Homper, que iba camino del Ateneo.

-La mayoría no sale de casa por no gastar-se quejó éste- Pero es que además empiezan a morir hasta los tertulianos que no se morían nunca.

Dice Homper que la norma de cortesía es acudir a la tertulia ya llorados. Pero que ahora hay tan escasa concurrencia y tal desánimo que la precaución no sirve de nada. Sólo se juntan él y Vidal, y el diálogo aburre a las cabras, porque Vidal es filatélico, y no hace más que llorar por lo que se ha devaluado su colección.

-No se a dónde vamos a llegar, Homper-se lamentaba-Ya hasta Zapatero admite que lo peor está por llegar.

Siguió Homper su camino buscando alivio por las calles de Madrid. Algo había leído en los periódicos de una exposición novedosa. Sorprendentemente, siempre quedan recovecos de eso que dicen cultura donde nunca hemos puesto la atención. No está en el recetario oficial de lo que hay que ver, lo que hay que leer, lo que hay que escuchar. Para ser sincero, el Duende reconoce  que ni siquiera había escuchado jamás su nombre.

-Se llama Társila do Amaral-le contaría luego al deprimido Homper-Ni idea  de quién era. Pero vete a ver su exposición, porque de verdad que te cambiará el ánimo.

Ni  los más culturetas habían hablado jamás de esta pintora brasileña que explotó en el París y en la Rusia de entreguerras. Rebozada de cubismo, fauvismo, surrealismo y expresionismo –recuerda mucho al Joan Miró de la primera hora, pero con un sesgo folklórico de gran originalidad- es el mensaje más luminoso y optimista que uno ha encontrado en una sala de arte en mucho tiempo.

-Buen antídoto contra la depre-le insistió a Homper-De verdad que esta vez justificarás  tu nombre de Hombre Perplejo. Es de una belleza esdrújula.

Társila es una especie de Tamara de Lempika barnizada de ternura naïf. Sus cuadros junto con los de algunos contemporáneos y clásico brasileños, se exhiben en la sede de la Fundación March. El espectador se quedará pasmado al saber es su primera exposición en España.

Adorable Társila. Esta vez hay que agradecer que Woody Allen no haya acabado de una vez por todas con la cultura


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