Le da al escribidor por debatir consigo mismo si está el día para ser moderadamente feliz. Qué riesgo. El País Vasco, cada día más cerca de ser otro país. Nuestra Constitución, de la que tan orgullosos nos creíamos, cayendo como un castillo de naipes. ¿Qué pasará si Cataluña y las antiguas provincias vascongadas se ponen chulas y consuman su suprema pedorreta a la ley de leyes? ¿Servirá la Unión Europea de barrera de contención a a su independencia, o hará la misma vista gorda que hicieron cuando eran Alemania y Francia las que incumplían con el déficit? ¿Resucitamos a Narváez, a Serrano, al implacable Weyler, a Martínez Campos, a O’Donnell y a cualquiera de esos espadones que no se la cogían con papel de fumar para restablecer el orden?
¿O contemporizamos, y admitimos que esto del imperio de ley es una filfa, y que no hay más ley que la que dictan los que saben que esta no se atreverá contra ellos?
O sea, no estaba el día para caramelizar el ánimo. Pero velay las ventajas de ser superficial: había cogido el bloguero unos boletus del campo, cocinó un risotto con ellos y se le puso buen cuerpo. Además: en un buzón había una carta. Para más milagro, era una carta manuscrita. Y ya al borde de éxtasis, descubrió que la firmaba una mujer joven.
Más aún: estaba escrita en inglés, y encima se entendía.
2
Catherine Hood es la novia de Jack Spearman, un sobrino inglés de los varios que coinciden en la familia política de este duende. Catherine y Jack pasaron un fin de semana en Candeleda, y , como es natural, se hospedaron en casa de sus tíos. Ese fin de semana el Duende estaba pero no estaba, pues tenía que presentar en Arenas de san Pedro el Festival Boccherini. El Duende sospechaba que Boccherini no es un Justine Bieber, ni Shakira, ni siquiera Bisbal, que probablemente les entretendrían más, pero como sabía que no podría pasar mucho tiempo con sus sobrinos les invitó a que se acercaran a Arenas con su hija Isabel y escucharan esa delicada música de los tiempos de la peluca, la polvera y el rapé. La joven inglesa, a la que apenas conocía de dos encuentros anteriores, no sólo le gustó el concierto, sino que tuvo el emocionantísimo detalle de expresar su agradecimiento por escrito. Como en el siglo pasado. Le puede tanto la vanidad a este duende que no resiste la tentación de saltarse a la torera la inviolabilidad de la correspondencia y airear las últimas líneas de la carta:
Pedrojuan (es el pintoresco nombre de la finquita) is an incredibly beautiful house, and the garden too, and it was so nice to walk in the countryside around with Jack, hearing the bells of the goats ringing.
Muchas gracias (en castellano). Best wishes.
Catherine
O sea, de la Ritirita de Boccherini al bucólico tintineo de las esquilas del ganado. El detalle de una carta en estos tiempos, la educación, la sensibilidad. Juventud, divino tesoro cuando sabe balancear la delicadeza con la justa indignación. que correrá por sus venas. Motivos, seguro, no le faltarán.
3
Esa misma noche escucha el Duende con estupor y preocupación que está entre los pocos españoles cuya economía no ha empeorado. Es verdad: por ahora, la Caja de la Seguridad Social cumple con los pensionistas. Toca madera.
Así las cosas, se distraen los jóvenes con la tristeza de Cristiano Ronaldo, los pases de moda Xabi Alonso y de Piqué, el bebé que espera Messi o con cantantes de moda, Seguras y otros frikis museables. Se ríen y abrazan al botellón por no llorar. Tantos MBA de lujo y tanto JASP para acabar mendigando un puesto de trabajo en Alemania o en Shanghai. Qué poca envidia no ser joven, aunque sea con dolor de espalda. Le duele decirlo, pero lo siente así. Lo de la España invertebrada de Ortega empieza a parecernos paraíso.
Tanto más dolor porque hay muchos jóvenes valiosos que no sólo se van de España por sobrevivir, sino que nos dejan para siempre. Hay uno en particular que le obsesiona desde que hace un mes supo de su muerte. Se llamaba, o se llamará siempre, Nacho de la Mata Gutiérrez. Le impresionó tanto conocer su vida, tan corta como fructífera, que empezó a escribirle un post y lo dejó en agraz, suspendido temporalmente, por temor a que no quedara a la altura de las circunstancias. Lo tiene que rematar.
Por homenaje a su figura y quizás a la de tantos jóvenes ejemplares de los que este duende, ignorante enciclopédico y obsesionado en sus propios alifafes físicos o mentales, suele pasar.
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