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Estampa de perro mirando al mar

Perrro en Ibiza1

Te acercas de nuevo al blog mientras preguntas en qué consiste la felicidad, y por qué este verano creías que eras feliz, cuando eso de la felicidad siempre te pareció un cuento, un imposible metafísico, una proclama voluntarista de seguidoras de la Señorita Francis.

Luego te miras el estilo y te dices que cómo vas a escribir de eso sólo tres días después de que a tu pueblo, que es Madrid, le dieran por el COI, no se sabe si porque el COI es la leyenda negra resurrecta o porque en realidad no somos tan estupendos como nos contaban. Por cierto…¿qué sabe el pueblo? Casi nada de todo. Sin embargo le bombardean  con slogans de famosos, datos, informes, estados de opinión y monsergas de los politólogos, y allá que va creyéndose el elegido. Y cuando se cae del guindo se mosquea, llegan los lamentos y se siente el objetivo de la conspiración universal de los enemigos de España. Menos mal que esta vez no ha intervenido la pérfida Albión.

Quizás Madrid 2020 iba a Buenos Aires de sobrado. O de engañado. No es que seas insensible al estupor y a la zozobra colectiva. Sientes el fiasco por los bien intencionados y los ingenuos. Pero recelas  del negocio olímpico, que es como en realidad se deberían llamar a los juegos, igual que de cualquier otro opio del pueblo.

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Así que te fijas en el perro que miraba el mar desde el muro de piedra y decides escribir sobre él. El perro en realidad es una perra llamada  Swing, que al atardecer se sube al murete de piedra y se entretiene mirando el mar del sur de Ibiza. Quizás espera uno de los bellos juegos cromáticos de la puesta de sol, que primero encenderá los acantilados de punta Porroig y luego matizará de un rojo cinabrio los dos cabos que se divisan por detrás de este. Se supone que Swing no tiene sensibilidad para apreciar estos detalles, pero el caso es que la perra parece feliz y se queda embelesada contemplando el paisaje.

Tú la acabas de llamar por su nombre, y la perra ha vuelto la cabeza.

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Aunque Swing quizás no lo aprecie, verá un jardín de arbustos y plantas aromáticas que proyectan hacia el cielo un pequeño bosque de verdor. Hace quince años en ese lugar había un pedregal. La perrita también ve  por encima de la mancha verde una casa de puro estilo ibicenco. En su terraza hay un señor y una señora rubia de elegante figura que leen cada uno un libro. También hay otro que mira. Mira a la perra que miraba el mar, mira el panorama, mira el monte de pinos, sabinas, enebros, madroños, brezos, jaras y abundantes lentiscos, hendido en su mitad por una torrentera, que rodea a la casa. Mira, en el fondo del cuadro, el Mediterráneo.

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Ese otro eres tú. Tú querrías explicar que estás ahí invitado por la pareja que lee. Le dirías a Swing que son tus amigos, unos de esos buenísimos amigos que, desde que te diagnosticaron la neoplasia esa que ahora parece dormir, tanto se han ocupado de ti. Tu amigo suele dejar comentarios en este blog firmando como un aristócrata. Se titula duque, marqués, barón…Falso: es un impostor. Oculta que sólo atesora la aristocracia de la inteligencia y el trabajo. Los réditos de esa otra aristocracia le permitieron hace años asentarse en la isla y poner a disposición de su señora una tierra que ella ha acabado de convertir en un paraíso. Ella es una apasionada de Ibiza y de la jardinería, con la que hace maravillas. También prepara una ensalada de garbanzos con confit de pato sublime, amen de otras delicias orientales. Es sensible, delicada y tímida, pero vaya si manda. Tienen hijos y  nietos, todos sanos y sonrientes. También una piragua en una cala cercana, con la que salen cada mañana a remar para conservar la línea. Incluso eso les ha salido bien.

Le dirías a la perrita Swing que hay otras maneras de ser feliz, aunque a ti particularmente esta es de las que más te convencen. Pero tampoco hay que distraerla. Que gire la cabeza y vuelva a componer la bella estampa de perra mirando el mar.

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Verano 9. De la dura realidad a un par de amigos de verdad

<br Puentedeume fue en este viaje un puente hacia territorios maravillosos…

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Siria clama al cielo. España está que arde, y que lástima que no hablemos sólo en sentido figurado, pero qué animales somos. El Armstrong bueno (Neil) sube al cielo definitivamente, mientras su homónimo presuntamente malo (Lance) desciende a los infiernos. Los declarantes en el caso de los Ere de la Junta de Andalucía tienen más morro que un oso hormiguero. El parecido más razonable del Ecce Homo de Borja es Paquirrín, con lo que en rigor podría hablarse de una restauración milagrosa. Y esto último es precisamente lo que el Duende quería haber plasmado en un twit una vez que su sobrino Iñigo, muy impuesto en nuevas tecnologías, le animó para que se desvirgase en el uso de esa herramienta que hoy parece indispensable para estar en la pomada. No se arrepiente de no haberlo hecho, pues hubiera sido otra mofa más a cuenta de la sufrida restauradora, a la que el eco de su tierna chapucilla –con la de horrores que se hacen incluso en nombre de la cultura oficial- le tiene deprimida. Anímese señora, que no habiendo otras serpientes ni canciones de verano ni posados de minibikini de Anita Obregón ni apenas singladuras del Rey en el Fortuna, por aquello de la austeridad y la obligada discreción, a usted le ha tocado este verano el papel de friki oficial cum summa laude, qué se le va a hacer.

Eso, lo del twit a punto de salir, sí que habría sido una gran noticia en la vida del Duende. Pero al final casi celebra no haberlo lanzado, pues a tenor de la de excusas que luego tienen que pedir los que han vertido en la red comentarios ingeniosillos que derivan en polémicos, Twitter sirve básicamente para meter patas. Véase la última de ese senador del PP que ha tenido la ocurrencia de comentar que con 5.800 € de sueldo mensual “las pasa canutas”. No hagamos música si no somos capaces de mejorar el silencio.

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Estas parrafadas son descargo de conciencia. De vez en cuando uno mira sus notas de viaje desde fuera y piensa si tanto regodeo en los recorridos del ego no le alejarán de los que picoteen el blog. ¿Y a mí que me importa dónde vaya usted? Respuesta: ¿y qué le iba a usted en lo que hacía Madame Bovary con su cuerpo serrano, y perdón por la comparación? Objetivar es la clave. Uno puede estar ya demasiado visto, pero su camino y los personajes que en él encuentra ahí están, a disposición y en provecho de quien se aventure por ellos.

Betanzos y Pontedeume le atraían al Duende desde siempre, porque hay lugares que empiezan a cazarte con su nombre, de la misma manera que hay nombres que gustan de pronunciarse por su rotundidad (Betanzos) o por su romántica musicalidad (Pontedeume). De estos dos pueblos proceden dos vástagos del tronco de los M., galenos ilustres que después de estudiar en el Madrid de la primera mitad del pasado siglo decidieron ejercer donde nacieron. Al hijo del odontólogo o estomatólogo de Betanzos (entonces se le llamaba dentista sin ningún desdoro para nadie) le conoció este bloguero en la Facultad de Derecho de la Complutense. Era un chico cordial y aplicado en las estudios, con gafas de montura redonda, y tan atildado y correcto en sus modales que más que un estudiante de provincias parecía el hijo de un gentleman farmer al que mandaban a la capital para que hiciera la carrera de leyes y, a ser posible, casara con un rica heredera.

De los varios caladeros de amistades que ha trabajado este bloguero este betanceiro pertenece claramente al sector que podríamos clasificar como ilustrado de refino. Al punto que de que en razón de sus méritos como diplomático, jurista eminente, hombre culto, charlista y polemista y hasta como poeta aficionado, el Duende pidió permiso a S.M. para otorgarle de su cosecha el título de Marqués de Betanzos. La heredera con la que casó, quizás no tan rica como elegante y selectiva en sus gustos, no le dejó sin embargo asentarse en su Galicia natal, sino en Ibiza, que es lo que le seducía a ella. Motivo por el cual, y para paliar el exceso de morriña que supuraba su marquesado él mismo solicitó y obtuvo, aprovechando que el monarca estaba cazando gambusinos, el título adicional de Barón de Cap Llentrisca, nombre de la cala ibicenca donde la marquesa luce su tipazo de modelo de Helmut Newton para bañarse en las aguas del Mediterráneo. Como decía Hegel, hay argumentos de mujer que tiran más que dos carretas.

A pesar de que Santiago M.L., marqués de Betanzos y barón de Cap Llentrisca, es un hombre inteligente, serio, riguroso y un trabajador tenaz, y de que el Duende es un funambulista más propenso a vagar entre las nubes que a pisar tierra firme, ambos se conceden afecto, admiración y respeto mutuos. El gallego de vez en cuando rescata de su interior un súcubo folklórico y cachondo que le apea de su jerarquía, mientras que a su amigo, transformista profesional, no le cuesta nada disfrazarse de académico, de señorito o de aristócata de guardarropía para encontrarse los dos en ese terreno de juego común que marcan la curiosidad, las afinidades electivas y el sentido del humor. Cuando los amigos conversan y te dan que pensar, pero también que reír, es más fácil que se conviertan en amistades para siempre.

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Sin embargo el destino de esta etapa no era Betanzos, sino Pontedeume. Y concretamente la casa del mayor de los varones hijos de aquel que fuera médico del pueblo en las décadas centrales pasado siglo.

A Carlos M. le conoció el Duende en casa de Santiago.y enseguida le ganó por su educación, por su simpatía y por su exuberante generosidad, virtudes que ya conocía de su primo y que debieron de ser parte del ADN del tronco familiar. Carlos es lo que tradicionalmente se define como un hombre hecho a sí mismo. Al igual que la mayoría de los emprendedores, tiende a explicar sus logros como fruto exclusivo del esfuerzo, pero todos conocemos a cantidad de currantes que se han escornado a trabajar y apenas van tirando. A Carlos sin duda le ha ayudado algo más. Y ese algo más que le ha convertido en un próspero empresario, en un infatigable padre y abuelo de familia y en un coleccionista de amigos, debe de ser mucho, muchísimo más. Lo sabemos los que siendo habilidosillos para ciertas artes menores, somos tontos en los recados fundamentales que pide la vida. Él esos recados los ha hecho a la perfección.

El Duende tiene un cierto complejo de gorrón por su estrategia de veranear a bolsillo parao, pero jura que en este caso sólo respondió a la invitación que, año tras año, le repetían él y María Luisa, su mujer, para pasar unos días en su casa de Puentedeume.

-Luis, ven cuando quieras, con quien quieras y los días que quieras –le dijo textualmente a este duende- Ya sabes que María Luisa y yo somos muy presumidos, y nos gusta presumir de tu amistad.

No está este bloguero acostumbrado a tanta amabilidad y a tan abrumadora hospitalidad. En un paseo solitario por el maravilloso jardín que rodea a la casa de Andrade, pensaba que no envidiaba tanto el éxito de su amigo Carlos M. como, sobre todo, el afán por compartir sus resultados con quienes a él se acercan. En cierto modo, sólo es fiel a sus raíces. Nacido en Puentedeume, se ha empeñado en ser él mismo otro puente hacia territorios de afecto, placer y buena vida por el que pasamos tantos amigos para quedar después encantados y eternamente agradecidos.

Por cierto, que el post ha acabado siendo una viaje de la realidad a la amistad. En el próximo volveremos al dietario de verano.

El hombre perdido que se encontró en África

Aún con un calor tan intenso como el que estamos padeciendo Africa debe de ser un espacio ideal para perderse y, con suerte, encontrarse...

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Recuerda el Duende que su amigo Santiago Ximénez, ingeniero aeronáutico nacido en Cádiz, explicaba la sutileza de lo andaluces para modular los rigores del verano. Según subía el mercurio se hablaba del calor, los calores, la caló y, ya al límite de lo soportable,  las calores. Así como quien no quiere la cosa se ha pintado el cielo de panza de burro con esa calima típica los vientos africanos, y hemos pasado de la primavera a las calores sin transiciones intermedias. Jesús qué angustia, y sólo acaba de empezar el estío. Hay días en que a uno le gustaría le despertarse sueco del todo.

Bastaría ese argumento para explicar el letargo de este  blog.

-Me perdonen ustedes- dice el bloguero-Es que con las calores estoy aplatanado.

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Aplatanado le dejan a este menda las calores. Pero no sería del todo sincero si cargara a este sartenazo la explicación de su abulia. Ocurre que, además estaba el bloguero de boda en Ibiza. Y cuando regresó, como en la canción picarona, tuvo que ir del caño (más bien del baño en las deliciosas aguas isleñas) al coro. Los designios del Señor son inescrutables. Ni el propio bloguero se imaginaba que algún día cantaría el quinto movimiento de la 9ª Sinfonía de Beethoven en el corazón de la propia Alemania. Sucederá el próximo domingo en el castillo de Wartburg, donde con sus antiguos compañeros del Coro de Los Jerónimos reforzará a la Orquesta y el Coro de la Landeskapelle de Einsenach que dirige un joven maestro español, Carlos Domínguez-Nieto. Como comprenderá el lector, un concierto así debía ensayarse a fondo.

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Las bodas de los hijos de los amigos se miran con un cariño especial. Reeditan la vida feliz del tiempo en que se anudó la amistad con sus padres. Ellas, tan monas, vuelven a gustarnos como quizás nos encandilaron sus madres. Las hijas de aquellas a las que amé tanto –se quejaba nostálgico el padre de este bloguero- me besan hoy como quien besa a un santo. ¿De qué otra forma nos iban a besar, con estas canas?… Ellos, como nuestros propios hijos, encarnan la esperanza de triunfo o de gloria que quizás uno aparcó en un simple sueño.

El motivo de esta boda en Ibiza era  Santi Martínez-Lage, un joven abogado del estado de sonrisa cinematográfica que pese a sus pocos años puede darnos a todos una lección de tenacidad. Fue suspendido por dos veces en el último ejercicio de la oposición ante de  coronarla con éxito a la tercera intentona. Y eso, pese a que podía haberse ganado la vida sin esa severa pena de reclusión entre libros que le imponía su reto personal. En todo ese tiempo, donde seguro que sufrió lo suyo, Santi jamás perdió la sonrisa que es su imagen de marca. Viéndole salir de la iglesia del bracete de María, una guapa cordobesa que conoció en su primer destino profesional, o moviéndose entre los invitados que le acompañaron con el mar de Ibiza al fondo, se diría que estaba predestinado a la felicidad de ese día de luz y fiesta.

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Otros hijos de otros amigos tardan más en encontrar su destino. En la misma boda el bloguero se encontró con Javier y Marta, padres de cuatro hijos varones a los que el Duende conoció con el Dodotis o como simple proyecto. Javier y Marta fueron siempre buenos estudiantes y ciudadanos responsables, pero su alevín  Diego, como tantos de su generación, perdió la brújula y llegó a la encrucijada de la juventud tan despistado y desmotivado que acabó distrayéndose en algunos paraísos artificiales.

Todo parecía desalentador y desesperante. Pero hasta los chicos que acarician el éxito en la vida sienten a veces la necesidad de darle la vuelta a todo y redimirse en un viaje de esos que ahora llaman “iniciáticos”. Hacia rutas salvajes (2007) es una excelente película de Sean Penn que cuenta esa búsqueda hacia el ideal lejano y, a menudo, difuso. Quizás inspirado en una aventura como esa, Diego tomó una decisión que puede resultar determinante para su futuro. Sin títulos ni estudios por rematar, sin oficio ni beneficio y, lo que es peor, sin esperanza ni ideas demasiado claras, un día  cogió una mochila, una pequeña tienda de campaña y una bicicleta y desembarcó en Ceuta para encontrarse a sí mismo en tierras de Africa. Sólo se comunicaba con su familia a través de un móvil con el que podía recibir llamadas, pero no hacerlas. El protagonista de la película de Penn –que, por cierto, tenía su referente real- desapareció en el viaje por la América profunda. Diego, afortunadamente, llegó hasta Gambia, y ha vuelto para contarlo.

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En su ignorancia enciclopédica, este duende asocia el binomio Africa-viajero solitario a las distancias infinitas, la incertidumbre, la precariedad, el sufrimiento, el peligro, los rigores climáticos y el miedo de lo que espera más allá del horizonte. Existe la Africa hermosa y aventurera de películas clásicas como Mogambo, Las nieves del Kilimanjaro, Las minas del Rey Salomón o Memorias de África y el continente sobrecogedor, tan extremadamente bello como cruel, que han descrito  magistralmente en sus libros Kapuszinsky y Javier Martínez Reverte. Si el viajero imaginario que es este duende tiene algo –quizá lo único-que agradecer al calor africano es que está convencido de que cualquier esfuerzo sometido a sus temperaturas infernales se convierte en pura mística. Lo siente él mismo cuando, como simple jardinero, poda rosas a 37º en Candeleda, que no es precisamente Africa, y no obstante los goterones de sudor nublan sus ojos.

-Señor, Señor…¿Qué hemos hecho para merecer esto?

¿Qué no sentiría el capitán Richard Burton cuando se adentró Nilo arriba para despejar definitivamente el misterio de sus fuentes? ¿Qué no padecerían Livingston, Stanley y otros expedicionarios de leyenda? ¿Cómo es posible que Diego haya culminado su aventura y regrese tan fresco?

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Diego Alvarez Cortés tiene mucho que contar. Las píldoras que ha dejado caer en su muro de Facebook son sólo anticipos esperanzadores. Lo más sorprendente es que vuelve como si los desgarros del pasado hubieran cicatrizado milagrosamente. Sólo habla de la hospitalidad y la amabilidad de los pueblos que le han acogido. De la maravilla de los paisajes visitados. Y hasta de un tierno romance con una princesita africana que le daba de comer en sus propias manos. No se esforzó en preparar tres oposiciones, como el magnífico Santi cuya boda acabamos de celebrar. Pero puede que haya logrado el más difícil todavía. Se ha perdido durante ocho meses por los  caminos de Africa y ha tenido la suerte de encontrar en sí mismo a un hombre nuevo.

Esos amigos que se dejan caer por tu casa de verano…

(Foto de henribergius)

En el Congreso de Amigos de la Hospitalidad con los Amigos se debatieron ponencias de lo más variadas.

-Pues el amigo que se nos presentó en la casa de Marbella se ponía a tocar el clarinete en el porche. Mañana tras mañana machacándonos con El conejo de la Loles en versión John Coltrane. Tuvimos problemas con los vecinos, imagínate…¡Qué bochorno!

-Nosotros recibimos a unos íntimos amigos. La pena es que ella se negaba a tomar la ensaladilla rusa con mayonesa casera, y había que hacerle una especial con mayonesa de bote. Y él tenía la feísima costumbre de dejarse la dentadura postiza en un vaso de agua sobre el taquillón del pasillo. Vamos, quién lo iba a imaginar en una pareja tan estupenda…

-Nosotros hospedamos a un íntimo amigo de Alfredo que padece del mal de Stendhal. Mira que nos encanta quedarnos en el jardín y no hacer nada. Pues imposible: él no paraba, quería que le acompañásemos a todos los monumentos de la contornada. Aunque sólo fuera para comprobar que las piedras seguían ahí. Jesús, qué fatiga de verano.

-Queríamos dar la vuelta a Ibiza en el barco y resulta que nuestro invitado se mareaba. Así que, como es maratoniano, cubrió las etapas por tierra mientras nosotros teníamos que esperarle fondeados a que llegara. Un coñazo, para qué engañaros.

Todos los ponentes tenían amigos o parientes a los que gentilmente habían ofrecido su hospitalidad en verano. Con distintos matices. Los más prudentes, advirtieron de que llamaran antes para comprobar que había habitaciones libres. Otros, los más audaces, sin condiciones. Aquello tan espontáneo de cuando quieras, el tiempo que quieras y sin avisar, porque ahí tienes tu casa. Qué peligro. La inmensa mayoría de los congresistas reconocieron que nunca pensaron que los invitados cumplieran la amenaza de presentarse. Pero siempre hay alguien que le toma a uno la palabra.

En estos casos, el generoso anfitrión confía en que la sensibilidad del huésped coincida con la suya. Y que éste sepa ajustarse a los horarios, dar la conversación justa, colaborar incluso en la compra o en la cocina y, cuado llega la hora del reposo, retirarse a tiempo o tomar un libro y ponerse a leer bajo la sombra del tilo sin dar la lata a nadie. Desgraciadamente casi nunca es así. Y, entre los dos modelos extremos del visitante indeseable, no hay consenso sobre cuál es el peor: si aquel no se mueve de tu lado porque no sabe qué hacer, o aquel otro que no te deja parar porque cree que sus anfitriones son sus guías de viaje.

Sin haber asistido al Congreso, el Duende quisiera atender a las numerosas invitaciones que ha recibido para pasar unos días con sus amigos. Pero no sabe hasta qué punto lo son tanto para soportar sus flaquezas. Por eso verá pasar agosto con cautela, sin abusar del privilegio de ser el invitado que amaga y no aparece. En su memoria infantil, aún guarda el recuerdo de un cenicero de cerámica popular que algún invitado irónico había dejado en su casa paterna. Se veía a un paisano agitando el pañuelo a un tren que se alejaba con esta poética leyenda:

LOS VISITANTES DAN ALEGRÍA, Y CUANDO SE VAN, MÁS TODAVÍA

Sean sinceros…¿Y la alegría de no verles aparecer?


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