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El preocupante caso de Ça me la refanfinfle

Homper se queda perplejo al ver que un lápiz pueda desatar tragedias. Pero también de que pueda manejarse con la ingenuidad irresponsable de un n iño...

A Homper le deja perplejo y espantado  que un lápiz pueda desatar tragedias. Pero también  que algunos lo manejen con la ingenuidad e irresponsable de un niño travieso…

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Resulta que Homper era presidente del consejo de redacción de Ça me la refanfinfle, semanario satírico en francañol que cumplía con todos los mandamientos del humor satírico tradicional. A saber: 1. Demostrar que sus creadores están a la que salta. 2. Confirmar que para listos y llenos de razón, ellos, y para borreguitos el resto de los paisanos. 3. Tocar les cataplins á gauche et droite, mayormente a la segunda. 4. Animar el debate nacional, internacional, supranacional y universal sobre cualquier tema, caiga quien caiga. 5. Como corolario de todo ello, reafirmar y fortalecer viñeta a viñeta la (sagrada) libertad de expresión. Aunque la palabra sagrada apareciera entre paréntesis, pues para esos intrépidos paladines del humor cáustico e inteligente no hay nada sagrado.

La mejor prueba de ello es que, a pesar de la indignación que entre los musulmanes había suscitado la última viñeta en la que el propio Mahoma le quitaba hierro a sus caricaturas, la redacción había considerado oportuno que la portada de esta semana presentara nuevamente al profeta diciendo: ¿Cuándo se enterarán los míos de que todos los hombres somos iguales?

-Hombre, no –farfulló Homper mientras insinuaba una mueca de claro disgusto- ¿No podíais haber elegido otra actitud?

La viñeta mostraba a un tipo con barba y turbante de medio perfil haciendo un pis torrencial. El dibujante no había sido todo lo explícito que cabría esperar de su audacia, pero la cara de sátiro del profeta denotaba que lo que se  traía entre manos, oculto por los pliegues de la túnica, era algo verdaderamente asombroso.

Mais non! –dijo el dibujante ofendido- ¡A ver si tú también vas a resultar un fascista, como el papa Francisco!…¿O es que no entiendes que hacer humor hoy es también hacer política?

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Homper también fue esta vez el hombre perfectamente perplejo. Hasta los gatos quieren zapatos, pensó. No se puede decir, porque es políticamente incorrectísimo, pero lo malo es que hoy cualquiera al que le leen o escuchan en algún medio se cree intelligentsia. Y en razón de ello, gracias a la superioridad moral que recaba para su elite, se siente titulado para pontificar y despreciar la sensibilidad de los demás.

-¿Hacer política?-se preguntó- ¿No es la política el arte de lo posible? Pues que me digan estos pepitosgrillos del comic: a un fanático dispuesto a inmolarse por sus ideas… ¿es posible hacerle razonar provocándole aún más?

Durante un ratito Homper pretendió convencer a su intrépido grupo de talentos que aquello del sostenella y no enmendalla era más oportuno en otros lances, y que la presunta gracia que para unos podía tener la irreverencia no compensaba el riesgo que suponía alimentar más aún la ira irracional del fanatismo. No tuvo éxito. A Ça me la refanfinfle se la refanfinflaba todo con tal de obtener un nuevo aplauso de los ingenuos y de la progresía malgré tout.

Así que no lo pensó ni un minuto más: dejó su sillón y presentó su dimisión irrevocable por discrepancias con su redacción.

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Fiel a la costumbre de los tiempos, se despidió en Twitter con este mensaje: Dejo Ça  me la refanfinfle. Lo siento por Lulú, mi secretaria, tan guapa y bondadosa. Hace una crème deliciosa…Brûlée naturalmente!

Qué ingenuidad la suya. Semejante mensaje en la red, que quizás podría explicarse por una chochera propia de su edad, llamó la atención de los hipersensibilizados servicios de inteligencia occidentales, pendientes de todo cuanto puede amenazar ahora a las revistas satíricas.. ¿Era Lulú un nombre en clave? Los adjetivos guapa y bondadosa, tan ñoños y pasados de moda, ¿encriptaban consignas peligrosas? Esa mención de sus habilidades culinarias, especialmente centrada en los postres…¿aludía a una solución final? Y lo peor de todo: la crème tenía que ser brûlée, es decir, quemada. Definitivamente, la tal Lulú era una yihadista fanática dispuesta a inmolarse en una deflagración a saber dónde, y el que firma el tweet como Homper era el jefe de comando que, cual caballo de Troya, los terroristas habían infiltrado en la revista.

Lamentablemente, Homper fue detenido. Claro que en ese momento se despertó, y se dio cuenta de que todo eso, que ahora puede parecernos verosímil, había sido tan sólo una pesadilla.

 

Mar de dudas

Esta es una buena frase, y además es tuya: lo único que tengo claro que es que no tengo nada claro...

Esta es una buena frase, y además es tuya: lo único que tengo claro que es que no tengo nada claro…

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Si la edad permitiera al menos despejar las dudas…Pero resulta que no. Los Reyes Magos dejaron el día 6 de enero en tu casa regalos para tus nietas. Desparramados entre ellos, como relleno colorista de ilusiones, muchos globos. Llegaron las niñas, se lanzaron sobre sus regalos, jugaron un rato con ellos y a los globos ni caso. ¿Es que los globos ya no son lo que eran? Se fueron las niñas, te quedaste tu solo rodeado de globos y durante varios días estuviste dudando qué hacer con ellos. ¿Pincharlos y tirar sus cadáveres a la basura? Demasiado cruel. Además no hubieras dejado de ser un asesino de ilusiones. ¿Desinflarlos y guardarlos hasta los Reyes siguientes? Mucho trabajo. ¿Convivir con ellos hasta su muerte natural?…

Tu asistenta debió de pensar que estabas algo majara cuando veía pasar los días y los globos continuaban paseándose a su antojo del sillón a la mesa, de la mesa al sofá, de la mesa a la librería, y de la librería a la puerta de entrada de tu pequeño palomar.

-Este señor no me dice qué hacer con los globos –se diría- Y una no va a tomar decisiones por él, así que yo a limpiar lo mío y a callar.

Esperabas que se los llevara, o que se deshiciera de los globos sin más complicaciones. Pero se aproximaba el día en que ibas a cumplir tus sesenta y ocho años y los globos seguían compartiendo casa contigo. Por fin, después de darle muchas vueltas al asunto, una noche abriste el ventanal y los liberaste de dos en dos cada veinte minutos. Te pareció lo más lógico y responsable: puede que muchos de ellos se pincharan en las agujas de los pinos cercanos, pero alguno tal vez llegara  volando a manos de un niño. Y como los Reyes no vienen todos los días hasta puede que lo considerase un regalo estupendo.

Aún a riesgo de que un Peeping Tom nocturnal te hubiera estado espiando.

-Y quién será ese jodío loco de los globos- se preguntaría mirando a la ventana indiscreta.

Pues que siga dudando él también, caramba.

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Más dudas por despejar. A las 8 a.m. del 17 de enero de 2014 por el valle del Manzanares que separa tu casa del Madrid de los Austrias sobrevolaban en dirección norte-sur cantidad de aves. Durante una media hora fue un desfile aéreo triunfal, siempre siguiendo el mismo rumbo. Muchas de ellas eran grandes y volaban en escuadra, como si fueran anátidas o zancudas. ¿Gansos, cigüeñas, grullas?…Algunas te parecieron palomas, aunque tus pequeños prismáticos no eran capaces de afinar tanto. ¿Era una migración que repiten a diario en este tiempo o las sorprendiste justo el día que decidieron cambiar de aires? Dedicaste bastantes minutos a especular sobre el asunto. El nuevo paso que ha dado tu edad te trae al menos esta buena noticia: sigue incólume tu curiosidad por las mismas chorradas de siempre.

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Si Mahoma no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma, y perdón por la comparación. Vives fuera de las redes sociales, eres su apátrida convicto y confeso. Pero no sabes por qué te llegan mensajes de Facebook y de Twitter. Y de vez en cuando sucumbes a la tentación y quieres huronear por ahí. Te cuesta un horror recordar tu clave, y en uno de esos procesos de identificación que tú sufres como si fuera la Stasi la que te registra te dicen: Asegurándonos de que eres humano. Escribe las palabras que ves a continuación. Vamos que vamos. Un fantasma cibernético del estilo del Gran Hermano orwelliano se quiere asegurar de que…¡tú eres humano! ¿No debería ser lo contrario? ¿No deberíamos asegurarnos los incautos cibernautas de que hay algo humano detrás de estos compactos de inteligencia artificial?

Y para probar tu condición de humano te mandan reproducir exactamente dos palabras que aparecen retorcidas, como si las acabaran de sacar de la lavadora y nadie las hubiera planchado para que las letras, una detrás de otra y en el mismo plano, se puedan leer normalmente. Las dos palabras clave para la prueba son casi ilegibles, pero se supone que, como tú eres humano –y no virtual – las sabrás leer y escribir. Manda cojones. Manda mil pares de cojones. ¿Por qué no reproducen entonces palabras normales, y no jeroglíficos? Muchos de los que lean tu queja se estarán partiendo de risa por tu desproporcionado cabreo. Pero es que ya tienes sesenta y ocho años, y te toca las narices perder el tiempo intentando twitear o entrar en Facebook para que al final te den con una puerta en las narices, porque no consigues acertar con el protocolo de entrada.

Lo sentimos, inténtelo otra vez.

Te dicen eso, o algo parecido, y tú apagas el ordenador desesperado. Y dudas una vez más de que, por muy viejo que llegues a ser, aprendas a someterte a la tiranía de las nuevas tecnologías.

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Y sin embargo, aunque las odias, de vez en cuando te dejan fascinado. Precisamente gracias a uno de estos eslabones sueltos de la gran red ayer volviste a saber de María Cortés, la hija del sargento Quintín Cortés, de quien ya hablaste en este mismo blog hace unos meses. A esta mujer, hoy médico de familia, le llaman en su casa Petra Mari, el nombre con el que tú bautizaste a una de las hijas imaginarias de tu imaginada radiofónica Doña María. La Petra Mari real seguía por la radio las andanzas de una niña que se llamaba como ella sin saber que era precisamente ella el origen de la criatura. Ahora Petra Mari mantiene un blog llamado Bitácora cardiosaludable. Su última entrada está dedicada a ti, porque la hija del sargento Quintín, además de dar consejos para una alimentación sana, vuelca en él “las emociones cardiosaludables que me provocan algunos viajes, algunas situaciones y algunas personas”. Lo de ser “emoción cardiosaludable” de produce instantáneamente un subidón en la autoestima que compensa con creces lo gilipollas que te hace sentir a menudo la informática, la cibernética y la madre que parió a todos estos inventos.

Además, y de carambola, gracias a que el homenaje de Petramari también llega a Twitter, te reencuentras con Chema García-Lastra y Antonio Nuño, dos antiguos compañeros de la SER. A García-Lastra le conoces poco, pero como es un experto en nuevas tecnologías de la información puede salvarte de tu frecuente naufragio en ese menester. De Antonio en particular, un tipo tan sensible y culto como eficaz, discreto y machadianamente bueno, guardas un gratísimo recuerdo que la brujería del twiteo te refresca. No hay mal que por bien no venga. Sigues navegando en un mar de dudas, pero también continúas conectando con la mar de amigos.

El discurso del Rey y el discurso de la calle

Pregunta: ¿es el Rey el único que debe esforzarse en hablar un poco mejor?...

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El Rey también habla mal. Cuando se irrita, para desahogarse y vencer su tartamudez, grita como un jaimito enloquecido: coño, teta, culo, pedo, caca, pis. Naturalmente, no es el rey Juan Carlos, al que pese a su reconocida espontaneidad sólo se le ha pillado un por qué no te callas que el presidente Chávez se había ganado a pulso. Sino Jorge VI de Inglaterra, admirablemente representado en El discurso del Rey por Colin Firth. No se le parece éste físicamente en nada, con lo cual no ha sufrido las críticas que aquí levantó Puigcorbé por aprovechar su lejano parecido con el borbón para imitarle en uno de esos seriales que han pasado recientemente por la tele. Pero interioriza el problema de Jorge VI, vive su angustia y su frustración en cada uno de sus gestos,  y se los traslada al espectador con una autenticidad tal que este acaba olvidando si el rey verdadero era más alto, más rubio, más elegante o más guapo que Firth. Este le ha ganado el alma, y esa es la que acaba emocionando y, al cabo, convenciendo. La magia del saber actuar.

Lo demás también ayuda. Magnífico Rush en la composición del falso logopeda Logue. Insuperable Michael Gambon en su breve intervención como Jorge V: qué voz y qué dicción. Qué maravilla. Y qué diálogos. Como la fotografía, de una sutileza dramática que se hace casi poesía. Como la ambientación. Como la dirección, de Tom Hooper, que puede estar orgulloso de haber filmado una película histórica sin caer en ninguno de los vicios tradicionales de este  tipo de cine Una gran película y un rato delicioso, en suma.

Aunque el Rey tenga que hablar mal para conseguir acabar hablando medio bien.

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El pobre duque de York, que iba a ser rey a su pesar, hablaba mal por problemas de dicción. Y necesitaba hablar bien para un discurso trascendental Pero una cosa es la dicción y otra el lenguaje. Para ambas cosas usa el castellano el verbo hablar. La polisemia se extiende también a la palabra discurso: hace unos años un discurso era sólo una pieza oratoria. Ahora decimos discurso también al contenido de esa pieza oratoria. El discurso, según esos que ahora su llaman politólogos, viene a ser la enunciación del pensamiento.

No tiene claro este bloguero cómo andaremos los españoles de pensamiento. Sospecha que no muy lucidos. Pero velay por donde, el mismo día que quedaba fascinado por El discurso del Rey había leído un artículo de Juan Cruz donde denunciaba que el lenguaje de la basura se ha instalado en la política, en los medios y amenaza con empobrecer nuestro idioma. Artistas, deportistas, polemistas y políticos deslenguados animan el patio. Yo soy más golfo que tú puta, y gilipollas el último, que si no, no vamos a parecer ni modelnos ni progres, y además ninguna cadena paga nada por ser bien educado. Pues qué alegría.

¿Se atreverá a recordar alguien que el lenguaje cada vez más sucio y barriobajero acaba envileciendo el pensamiento?

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El discurso del pueblo no tiene por qué ser el del Rey. Todos hablamos mal en todos los sentidos. Cometemos errores de sintaxis y de dicción, manejamos poco vocabulario y además soltamos tacos y palabrotas a dos por tres: porque estamos enfadados o porque ya nadie se escandaliza por nada, y queda gracioso y espontáneo que incluso la gente culta caiga en la jerga canalla.

No estamos obligados al cuidado que debe mantener un rey, porque no encarnamos más que nuestra propia representación. Pero los que han recibido una buena educación  no deberían (o deberíamos) traspasar los límites del decoro y la sensibilidad. La moda se fuma un puro en estos melindres pasados de moda. La inteligencia debería, a su vez, fumarse un puro también y despreciar las memeces y los excesos que impone la moda. Hablar mal no tiene por qué estar bien. Lo digan Cela, Almodóvar, Pérez Reverte, De la Riva, Jiménez-Losantos, Pajín, o Casillas, cuando, por valorar la hazaña de ganar el Mundial de Fútbol acudió a la palabrota comodín que ya no se le cae de la boca a casi ningún joven: ¡es la hostia!

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La tía Clota, que estudió filología y literatura y fue profesora de español en Estados Unidos, donde aún vive, se escandaliza por el uso y abuso de una palabra que los que tenemos una cierta edad y recibimos educación religiosa nos resistimos a banalizar.

-¿Por qué ahora todo es la hostia? –se pregunta sorprendida.

Antes fue la repanocha, el despiporren, el acabóse, el no va más,  la pera limonera, la bomba, o incluso la leche. Pero ahora es la  hostia. Antes fue la bofetada, la galleta, la chuleta, la colleja, el capón,  el golpe, el trastazo,  el trompazo, el  batacazo. Ahora también eso es la hostia. Antes el adjetivo  fue bueno, inolvidable, bellísimo, grandioso, histórico,  emocionante, irrepetible, insuperable…Ahora también es la hostia.

Lo positivo o lo negativo, el bien o el mal, la felicidad suprema o el infierno, le perfección o el desastre. Todo se resume en esa palabra. No goza la oblea blanca que se consagra en la misa del mismo cordón sanitario que el lenguaje políticamente correcto  está tendiendo sobre otros errores u horrores del lenguaje tradicional. Se eliminó del diccionario judiada, nos mordemos la lengua antes de decir moros y maricones, y  llamamos conserje al portero para  halagar su autoestima. Procuramos no ofender a los discapacitados y barremos los residuos sexistas de nuestro modo de hablar. Aunque eso sí: la hostia a todas horas, venga a cuento o resuma  la incapacidad e ignorancia del que está tomando la palabra. A la inmensa mayoría, acostumbrada al vive y habla como quieras, esta simplificación de lo sagrado les resbala. Al cristiano tradicional quizás le ofenda y le sorprenda. Pregunta: ¿qué pasaría si, según la doctrina musulmana, la hostia simbolizara el cuerpo de Mahoma?

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Comparte este bloguero la perplejidad de la tía Clota. Pero reconoce que está a punto de entrar en la ancianidad oficial, y que cada día pertenece un poco menos al mundo que vivimos. Como Jorge VI,  necesita un logopeda justo para lo contrario: corromper aún más su palabra y y enseñarle a malhablar y a insultar como manda la academia de la calle. Aunque siga pensando que el discurso de ésta, sin ser tan pulcro  como cabe exigirle a un rey, debería recoger al menos el buen sentido y la gracia que antes distinguía al pueblo.

Una visión nocturna de Madrid

Madrid noche

(Foto de R. Duran)

Le ronda la gripe al Duende, todo hay que decirlo. Y se hubiera zambullido en la cama de no ser porque su conciencia le recuerda que ni un día sin post, aunque sea para faena de aliño. En la habitación contigua espera el televisor, que pasa los días sin abrir los párpados. Pero desde donde teclea el Duende se ve por la ventana un espectáculo más sugerente que lo que pueden ofrecer las cadenas. Es la fachada oeste de Madrid bajo la luna, que está mediada. Iba a decir Madrid bajo la media luna, pero enseguida me autocorrijo, tan atormentados como estamos por la semántica dudosa. Una de las noticias más tenebrosas del día es que a una pobre maestra la han detenido en Sudán porque sus alumnos habían dado el nombre de Mahoma a un osito de peluche. Algunas de las civilizaciones con las que hay que aliarse para viajar en el mismo barco invitan a tirarse por la borda. Sálvese el que pueda.

El panorama, de día, es un cuadro de Antonio López. Si fuera rectangular, largo y estrecho, el lienzo recogería desde la sierra hasta los nuevos barrios que se extienden hacia la carretera de Valencia. Entre medias, de izquierda a derecha, la llamada cornisa imperial de Madrid, con un núcleo monumental -el Palacio Real, la Catedral de la Almudena y San Francisco el Grande que domina el cuadro. Por detrás, la línea del horizonte siluetea todos los edificios relevantes de la capital. Desde los cuatro rascacielos que se sacó de la manga Florentino Pérez al Faro de la Moncloa, la Torre Picasso, el edificio España, la Torre de Madrid, el Palacio de la Prensa en Callao y el Círculo de Bellas Artes. A la derecha de éste aún se distingue el Pirulí, y las dos torres -la de Valencia y la otra de ladrillo rojo, que no se cómo se llama- que custodian el parque del Retiro desde su flanco este. Entre innumerables tejados, se alcanza a divisar la cresta de su espesa arboleda.

Pero ahora es de noche. Sobre la franja oscura del Campo del Moro, el Palacio Real iluminado por potentes focos parece un inmenso busque fantasma que flota en el espacio. La Almudena y San Francisco el Grande apagaron su iluminación hace media hora. El Palacio lo hace ahora mismo; ya está bien de gastar kilowatios. Sólo lucen la luna, las farolas públicas, algunas de esas oficinas que despilfarran la energía nadie sabe por qué y muchos hogares que aún no se han ido a la cama. El Duende siempre tuvo vocación de diablo cojuelo, y, si volara, ni la misma gripe que le asedia le impediría levantar cada noche unos cuantos tejados y espiar a los madrileños que cobijan. ¿Quiénes son? ¿Cómo viven? ¿Qué piensan? ¿Cómo decoran sus casas? ¿Qué clase de libros y discos llenan sus estanterías? ¿Serán del Madrid o del Atleti? ¿Tendrán acaso una sopera de Lladró en el centro de la mesa del comedor? ¿O un reloj de cuco? ¿O un acuario? ¿O un azulejo en la puerta con la leyenda de Dios bendiga cada rincón de esta casa? ¿Habrá por casualidad alguno que sea lector del Duende?…

Demasiadas incógnitas para un Duende abatido por la modorra. En breve se acurrucará entre las sábanas, y tal vez sueñe alguna respuesta para su imbatible curiosidad. Al fin y al cabo, burla burlando, gracias a ella hemos cumplido el compromiso de llenar un post. Buenas noches a todos, que mañana será otro día.

Carcajodido, pero contento

Capi y Duende No es que sea un carca y esté jodido –fastidiado diría el Duende, que trata de ser bien hablado. Ni que se ría uno mientras fornica, o viceversa. El Duende tiene por norma no hablar de intimidades. Lo que pasa es que hoy toca la Carcajoda, y este invento, que se asoma primero en la edición digital de EL MUNDO, al fin ha llegado a este blog. Habilidades de Juan, ingeniero en la distancia, pues tiene su puesto de trabajo en Düsseldorf. La cosa es que el Duende lo graba., y luego se olvida de ello. Y no lo había escuchado, montado como Dios manda y con las músicas y efectos que incorpora el técnico de sonido que es el Capi -este hombre vale para todo- hasta hoy.

Y aquí, en la soledad de su cuarto de trabajo, el Duende se ha carcajeado. Y se ha quedado contentísimo.

No tendrá la difusión de la radio, de acuerdo. No es Mahoma el que va a la montaña, sino la montaña -el visitante del blog, que es más importante- la que tiene que ir a Mahoma. Clikear por internet es algo más lioso que sintonizar el dial y esperar a que hablen o pongan música. Pero todo tiene su compensación: el oyente de internet recibe un producto más auténtico, fresco y espontáneo.

En el pequeño estudio donde nos reunimos por las mañanas y, como las gallinitas, ponemos dos o tres huevos, no nos ve nadie. Ahí no dependemos de una emisora que tiene sus dueños o sus gestores, y que deben pastorear a los suyos por prados apacibles, y no por cañadas oscuras. Tal vez pondrían caras raras al escucharnos. Pero no importa, porque no están. Ahí inventamos sobre la marcha. Porque no hace falta que sea vero, sino ben trovato. Y aunque no haya existido nunca un tal don Probo Alegre, titular de la cátedra de Teoría del talante y de utopías aplicadas de la que fue alumno distinguido el presidente Zapatero, y nadie tenga la partida de nacimiento de Roque Bonilla, de Potota Ansona y del becario Macario, especialista en deportes, estos personajes no son mentira. Como decía el novelista, esta historia es real, porque la imaginamos y le pusimos voz.

Corra la idem. Que sus pariente y amigos entren también y se lleven un sorbete de actualidad variada y ligera, sin sofocones ni otros duelos o quebrantos. Una vez al día, en la página de EL MUNDO, en el blog del Capi o en este suyo dejen volar la imaginación y sonrían. Si no carcajodidos, quédense al menos contentos.


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