Posts Tagged 'J.S.Bach'

Volviendo a rezar

Quién te hubiera dicho  a lo mejor que coincides en algo con Raúl Castro....

Quién te hubiera dicho a lo mejor que coincides en algo con Raúl Castro….

1

Si sigue así, volveré a rezar. Se lo dice al Papa Francisco el mismísimo Raúl Castro, impresionado por su elocuencia y su sencillez. Haces tuya la frase, aunque en tu caso, vistas las orejas al lobo, relativizas la propuesta. Puesto a ser sincero, aunque en estos momentos de debilidad deberías esmerarte, nunca has dejado de rezar. De aquella manera. Y añades: ¿de verdad has sabido rezar alguna vez?. Los Castro se educaron en los Jesuitas, que a lo mejor poseían el secreto y se lo transmitían a sus alumnos. Mira, niño, se reza así, te arrodillas, cierras los ojos, inclinas la cabeza, juntas tus manos sobre el pecho y vas declamando la oración que Cristo nos enseñó y todas las demás que te enseñaremos nosotros, pero creyéndotelo, sintiéndolo, y no como un lorito o como esos que practican la fe del carbonero. Piensas que les adoctrinarían algo así.

Los marianistas te guiaban en cambio con el catecismo del padre Ripalda, que quizás fuera un buen teólogo y pedagogo, pero que indudablemente no atinaba en todas sus enseñanzas. Rezar es levantar el corazón a Dios y pedirle mercedes, explicaba el docto Ripalda. Tócate las narices. Tú hacías lo que buenamente podías para levantar tu corazón a Dios. Como nunca fuiste un muchacho alto, y no era cosa de ponerse zancos, te imaginabas que eras el Capitán Marvel o Supermán y te elevabas hacia el cielo. Allí te rompías la camiseta, sacabas pecho y cumplías como un buen cristiano.

-Toma, Señor. Aquí tienes mi corazón.

2

Luego, puesto a creer que Dios debidamente rezado haría milagros, en lugar de mercedes pedías Cadillac o Studebaker, que eran tus coches favoritos. Qué primario eras, cuánta ingenuidad la tuya. Cuando rezabas el avemaría lo ilustrabas con los cuadros de Fra Angélico o de Filipo Lippi que habías visto en los libros de arte de tu padre. Cuando en el padrenuestro repetías el hágase tu voluntad reproducías mentalmente las viñetas de tu Historia Sagrada, donde pintaban a un Dios de luengas barbas creando el día y la noche, la tierra y el mar al mandato de una mano enérgica y sarmentosa. El perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores era un desiderátum pertinaz, pero baldío, porque el polero jamás te perdonó los dos reales que por entonces costaba el polo de chufa, tu favorito, y más tarde pocos de tus acreedores dejarían de cobrarte ni un céntimo. Finalmente la Iglesia maquilló este sarcasmo cambiando deudas por ofensas, pero  tu fe ya empezaba a sufrir de arterioesclerosis, y te dio un poco igual.

3

No te enseñaron a rezar como tampoco a estudiar, y así saliste, que en vez de repetir oraciones canónicas contemplas la eternidad del mar y la noche estrellada o escuchas a Bach y te sientes más próximo a Dios, al tiempo que disimulas tu ignorancia enciclopédica con una insaciable curiosidad hasta por lo que no importa nada. Por qué hay tanto sufrimiento en el mundo, por qué tantos desafueros, y cómo a pesar de que ahora parece que llevas su peso en tus espaldas de Atlas deslomado, te consideras dueño de este instante único y afortunado… Hace un día caluroso, pero escribes en el porche, donde sopla una brisa deliciosa, ves los rosales florecidos, escuchas el trinar de los pájaros que buscan novia y el chorro de la fuente mientras que a tus pies duerme la perra Flora plácidamente. Deberías aprender a rezar, que ya vas teniendo edad. No tanto para lamer tus heridas, que poco importan al dolido mundo, sino para ser educado y dar las gracias por estos momentos. Que valgan al menos las buenas intenciones. Amen.

Polvo idolatrado

La cuestión es: ¿dónde hay más Cervantes, en sus páginas o en esos  restos que al  final se han identificado como los del autor del Quijote?...

La cuestión es: ¿dónde hay más Cervantes, en sus páginas o en esos restos que al final se han identificado como los del autor del Quijote?…

1

Ya dijiste hace días que lo peor de la enfermedad es que fomenta el egocentrismo. Excusatio non petita, acusatio manifiesta. Te pones a escribir y si te enredas en tus tonterías, como te suele gustar, parecerá que tienes un corazón de pedernal, y que sólo miras a tu ombligo. Hoy deberías hablar de la enésima canallada de esa peste que es el terrorismo yihadista en Túnez. No lo haces porque nada se te ocurre que pueda sonar a original en ese odioso asunto. Hace dos días sin embargo te apetecía hablar de tu Aleti, qué manera de sufrir, qué manera de ganar. O del júbilo oficial por la declaración de que esos restos encontrados en el Convento de las Trinitarias de Madrid son los de Miguel de Cervantes.

A propósito, hay que ver lo que hacen la fe y, sobre todo, el deseo. A lo que se ve, lo mismo podrían proceder estos restos de una mesilla de noche podrida en un desván con humedades que de un soldado de la guerra de Troya, o de la batalla de Bailén, que queda más cerca. Da igual. El caso es que los sabios han decretado que esos detritos orgánicos son los del autor del Quijote y ya tenemos un hito más en el itinerario turístico de la capital para que los guiris se hagan la consabida foto. Lo que dormía en la cripta de las Trinitarias desde hace siglos seguro que no contiene más esencia de don Miguel que cualquiera de sus páginas, pero mola más pasear por el Barrio de las Letras, hacer unas compritas, tapiñar en uno de los bares de la zona y retratarse en la fachada de un convento que a partir de ahora será emblemático (cómo empieza a cargarte este adjetivo) en la cultura universal.

A ti, que debes de ser un paleto insensible, semejante suceso histórico te produce estupor. Parafraseando los dos últimos versos del famosísimo soneto de Quevedo, piensas que los restos de Cervantes serán cenizas, mas tendrán sentido/ polvo serán, mas polvo idolatrado.

2

Nunca has entendido el exagerado respeto por los restos humanos, y menos en esta época de general escepticismo y de desmitificación de los símbolos. En este caso que ha copado la atención de la actualidad madrileña durante las últimas semanas roza la idolatría. Si eres un creyente, lo esencial de la persona no es su cuerpo, que sin alma apenas es nada. Si no lo eres, y no crees por tanto en la trascendencia del espíritu, qué te puede importar que esos despojos fueran en otro tiempo templo de aquel. Sin embargo -poderoso caballero es don dinero- hasta el más ateazo traga con la superstición cuando adivina que esta atraerá turistas. ¿Qué habrá de verdad en ese arca de la catedral de Colonia donde dicen que se conservan los restos de los Reyes Magos? ¿Qué quedará de Agamenón en lo que te que te contaron que era su tumba? ¿Serán de verdad de J.S. Bach los huesos que se hospedan bajo una lápida de la la iglesia de Santo Tomás de Leipzig, y donde, por cierto, te retrataste con tu coro, como cualquier turista borreguil, cuando fuiste a cantar allí la Pasión según san Mateo? ¿En cuál de los miembros de San Juan de la Cruz, distribuidos en múltiples relicarios por España reposa más santidad?

Por concluir: ¿qué tiene ese amasijo de residuos orgánicos que acaban de consagrar como restos del manco de Lepanto para que lo miremos como un tesoro? Desde tu punto de vista, sólo el consenso. De vez en cuando el ser humano necesita pretextos para aferrarse a la idea de trascendencia. Debidamente manipulado por los políticos y los medios, el pueblo ha acordado esta vez que acercándose a adorar las cenizas del genio se refina de espiritualidad y se hace más culto. Bienaventurados los ingenuos, porque ellos alimentan las glorias de la patria y, sobre todo, acaban haciendo caja.

Y como el muerto al hoyo y el vivo al bollo, en la próxima entrada contarás por qué te está costando tanto últimamente alimentar este blog. Eso no te enorgullece nada. Al contrario, más bien te duele.

El andamiaje que nos sostiene

andamio-desmontable1

Reconoces que tienes un dormir distinto al de Marcel Proust. Ese duermevela tan fructífero que con elegante delicadeza y precisión describe el escritor al inicio de En busca del tiempo perdido no se da en ti. De niño tardabas en conciliar el sueño, ahora caes en la cama como un saco de patatas y te fundes con   Morfeo en un instante. Sin embargo, aunque en principio tienes dormir de peón caminero, algo nada fino, tu duermevela sobreviene luego, cuando a eso de las cinco despiertas, haces un pis, bebes un vaso de agua para limpiar el acre sabor de boca que te deja respirar mal y vuelves a la cama con la intención de hilvanar un último sueño.

No estás seguro de volver a soñar. Sin embargo en ese funambulismo entre la consciencia y la inconsciencia ves imágenes curiosas que parecen extraídas de lo onírico. La otra noche –más bien madrugada- te veías como un Gulliver gigantesco que, en lugar de estar atado al suelo por los liliputienses, te erigías protegido por un inmenso andamiaje de tubos metálicos, como si fueras un monumento en restauración. En los andamios, tal que esos marineritos que forman en la arboladura de los buques escuela en las grandes solemnidades, nada menos que ciento cuarenta y dos personajes dieciochescos, con sus chupas, sus calzas de seda, sus zapatos de lazo y tacón y sus pelucas de época. Unos tocaban un instrumento, otros cantaban, y el más anciano, por cierto ya medio ciego, había sonar el órgano con una mano mientras con la otra dirigía el imponente conjunto músico-coral. Era el mismísimo Juan Sebastián Bach.

2

Tu gran amigo J.P.S.E., que apechuga desde hace más de cuatro años con su particular bichito maligno y es de los que más apuntalan con su ejemplo tu lidia con el cáncer, te acababa de regalar esa tarde la Obra Completa del gran padre de la música clásica. Ciento cuarenta y dos grabaciones en CD para múltiples horas de terapia con la música que mejor te sanea el ánimo y repara tu salud. Tu amigo también lleva el nombre del compositor en su apellido, y podría cantarlo con mejor acento que tú, pues habla el alemán tan bien como el castellano. Después de una brillante carrera de diplomático, sigue trabajando en una empresa que le trae de acá para allá, como si quisiera aprovechar sus condiciones de corredor infatigable. Aún le recuerdas en camiseta y calzón corto, defendiendo a tu colegio en los Campeonatos Nacionales Escolares, donde entregaba las copas un señor de pelo blanco y camisa azul que se llamaba Elola Olaso. Crees que en su tarjeta pone un cargo de alto copete, pero para ti que lo que más vale de él es su papel en esa poderosa estructura de afecto que te rodea, te protege y te mantiene en pie. Qué poco aguantarías tú sin ese andamiaje.

3

El mundo del fútbol ofrece momentos inolvidables, pero no tantas frases como para dar que pensar. Algún genio del balón (¿Kubala?, ¿Miljanic?) sentenció alguna vez que fútbol es fútbol, tautología simplona a la que los especialistas han sacado más filo que al pienso, luego existo cartesiano. Lineker fue más irónico cuando apuntó que el fútbol es un deporte en el que juegan once contra once y siempre gana Alemania. Con los años el discurso futbolístico se fue refinando, especialmente desde la llegada de Valdano, que publicó un artículo en la Revista de Occidente y se inventó lo de leer los partidos, como si en lugar de un juego o un deporte el fútbol fuera un libro de su admirado Borges. A ti sin embargo te llega más el inmenso rótulo pintado en una de las fachadas del estadio Vicente Calderón: Juega cada partido como si fuera el último de tu vida. Resume la filosofía del Cholo Simeone, que no es precisamente un humanista, pero que ha despojado al Atleti de la abulia y la endeblez moral que le lastraba desde décadas. Tú no crees mucho en la eficacia de estas consignas. Pero si consideras tu edad y tu condición actual, extrapolas la frase y en lugar del fútbol la proyectas sobre las relaciones afectivas, te ilumina y te compromete. Ya es el momento en el que debes empezar a considerar cada encuentro con una persona querida como una ocasión para no ahorrar los sentimientos positivos que despiertan en ti.

-Aquella noche estabas muy guapa, y me hubieras hecho perder el seso- le dijiste a una mujer ante la que en su momento te amordazó tu timidez.

-Esas cosas se dicen a tiempo –te reprochó ella sin disimular su desencanto.

4

Hace unas semanas Emilia Cortés te comunicaba en un comentario a este blog que su padre había fallecido de un cáncer a los ochenta y cuatro años. El comandante Quintín Cortés era sargento y compañero tuyo en el Regimiento Alcázar de Toledo 61 cuando hacías allí tus prácticas como suboficial de complemento. De él recuerdas, sobre todo, un viaje a Almería en tu 600 descapotable abriendo camino a la unidad que se desplazaba al desierto de Tabernas con sus carros de combate para rodar la película Patton. El hombre aportaba una cacerola de conejo al ajillo que fue vuestro avituallamiento básico. A lo largo de aquel viaje inacabable, te habló sin cesar de su familia, de la que raptaste el nombre de una de sus hijas, Petra Mari, para bautizar así años más tarde a una de las hijas de tu radiofónica Doña María. Anécdota inocente tras anécdota más inocente todavía: casi medio siglo después evocaste al sargento Quintín en el programa de Carlos Herrera y, según comentó también en este blog la auténtica Petra Mari, a su padre, ya comandante retirado, le produjo una gran alegría y una profunda emoción escuchar por la radio tu recuerdo. Después de cuarenta y seis años sin saber nada uno de otro os hablasteis.

-He vivido feliz, con una mujer y cuatro hijas que son una bendición- te dijo- Y ahora mi señora, además del conejo al ajillo, hace un arroz con marisco para chuparse los dedos.

Quedasteis en veros, pero no debisteis fiarlo a futuro, porque entretanto, cosas, se interpuso la muerte. Dice Emilia que su padre la recibió con naturalidad, como un buen soldado, despidiéndose de todas con sencillez y, supones, laconismo castrense. A ti te dio mucha pena no haber vivido el reencuentro con tu compañero, que también hubiera sido parte de ese andamiaje moral que te sostiene. No hay que dejar para mañana ni el cariño ni el afecto que puedas despachar hoy.

Un 5 de agosto memorable

Ver amanecer en Madrid y pasear luego por lalguno de sus barros de la periferia tampoco es mal plan para agosto...

Ver amanecer en Madrid y pasear luego por uno de los barrios de su periferia también puede ser un buen plan…

1

Llega agosto, Madrid aligera su carga humana y tú tienes que confesar algunas de tus debilidades inconfesables. Reconoces una cierta adicción a varios factores que te ponen plomo en las alas para decidirte a abandonar tu palomar y volar hacia las vacaciones. Uno es el gusto por la soledad y el silencio. Otro es la ausencia de compromisos. Como aquí no hay playa, que bien lo recuerda la canción, te quitas ese cuidado. Como apenas te queda familia y amigos en la villa y corte, nadie te requiere para almuerzo, comida, merienda, cena o copa alguna. Hay días en que ni suena el teléfono. Tienes una cierta inclinación por lo insólito, pero lo insólito insignificante y aburrido, lo que nadie haría por considerarlo absolutamente falto de interés.

Sólo quieres y necesitas andar, porque te gusta y además te mantiene en forma. Y puede parecer una perversión, pero a la vista de que la ola de calor africano ha cedido,  te pones el sombrero, te echas una mochila a la espalda y una vez disfrazado de guiri –sin  la botellita de agua en la mano, por Dios- coges el metro y te vas al pueblo de Vallecas.

Desde ahí volverás andando a tu casa.

2

Piensas en lo mal que has organizado tu vida, pero te complaces en tu propio caos. Durante el largo paseo vas repasando los múltiples destinos maravillosos en los que podrías despertar. Claro que desde no todos ellos observarías el amanecer tras las cúpulas y los tejados de Madrid, como haces tú cada mañana.  Día tras día,  la salida del sol se va desplazando en el horizonte hacia la derecha de tu observatorio, buscando su solsticio de invierno. En menos de un mes, en lugar de levantarse entre las siluetas recortadas del Madrid de los Austrias lo hará entre los bloques de ladrillo de los nuevos madriles que se van extendiendo al este  y sur de la capital.

Y qué rápido pasa todo.

3

Es imposible caminar con la mente en blanco. En cada paso se frunce un recuerdo, un pensamiento, un deseo, una idea, uno de esos buenos propósitos que jamás se cumplen, una duda. De repente el nombre de una calle te lleva a alguien con el que lo relacionas, y vas mentalmente con esa persona amiga un ratito. Te cruzas con un vecino  de piel oscura, y concluyes que poco se parece ya este paisanaje multinacional al  Madrid suburbial de Galdós.

A propósito de suburbial, incluso a ti te suena anticuada esta palabra. ¿Se podrá seguir utilizando, o es otra de las políticamente incómodas que se debe tapar con un eufemismo?

4

Por donde vas sigues ejerciendo tu pasión de diablo Cojuelo. ¿Y quién vivirá en ese piso con las persianas cerradas? ¿También se han ido sus dueños de veraneo? ¿A Torrevieja? ¿A Miño? ¿A Elche de la Sierra? Y la señora esa que tiende la ropa en su terraza…¿se llamará Manuela, Trini, Adela?… Tal vez su nombre sea Olga, o Anouchtka porque en Vallecas hay mucha población rusa. Y marroquí, y búlgara, y rumana. También vallecana, se supone

Desayunas porras en Vallecas. Compras pan de centeno en Vallecas. Y te sientes moderadamente satisfecho, porque al fin haces algo nuevo en tu vida. ¿Mira que si tu extravagancia se convierte en trendic topic? (También reconoces que no estás muy seguro de lo que significa eso de trendic topic. Pero por si acaso cuadra y además mola incurres conscientemente en la gilipollez).

5

La entrada en la almendra central de Madrid viniendo desde Vallecas no es lo más elegante de la ciudad. Así que como de lo que se trata es de andar, te desvías hacia el norte en dirección al Retiro, buscas la zona más umbría y solitaria del maravilloso parque y te sientas durante una hora en un banco para leer los periódicos en el IPAD.

Confirmas que en agosto los periódicos son casi totalmente prescindibles.

Continúas el paseo por la Cuesta de Moyano, donde compras cuatro libros por diez euros.  Vuelves a casa, te duchas, comes, te echas la siesta. Te despiertas, tomas un café con hielo, estudias durante dos horas la Pasión según San Mateo de J.S. Bach, que si todo va bien cantarás con tu coro  en el mes de marzo. Después lees El hombre del salto, de Don De Lillo,  una de las gangas compradas en Moyano, haces una cena ligera y acabas el día viendo por la tele Harper investigador privado, una buen thriller protagonizado por Paul Newman en los años sesenta.

Luego te vas a la cama, y lees un poco más antes de que el sueño te venza y apagues la luz.

Resumes mentalmente:  qué pérdida de tiempo, qué plan tan absurdo. Qué domingo tan tonto. Y qué cinco de agosto tan esaborío.  Sin embargo tú, parafraseando al poeta, estás convencido de que hay otros días de verano, pero están en éste. Que, por cierto, casi te parece más original y divertido.

En la edad de aprender

Masl que bien,  y aunque te apriete el corsé, estás aprendiendo algo que te permite olvidar y sentirte joven...

Masl que bien, y aunque te apriete el corsé, estás aprendiendo algo que te permite olvidar y sentirte joven…

1

Te sorprendes a ti mismo comprobando que eres capaz de olvidarte de tu problema y meterte de vez en cuando en tu despacho  a estudiar música.

Puedes parecer entonces un chiflado: pones un CD o abres un archivo Midi en tu ordenador y tratas de encajar tu voz en la melodía que se escucha mientras vas marcando el ritmo con la mano y esperas que no te vea ninguna vecina curiosa.

-El pobre, que entre que el Aleti ya no parece el Aleti  y él está mayormente perjudicado, se ha grillado-dirían las vecindonas.

No te detienes a saber si esta nota es un Sol y aquella un Si, pero al cabo de repetirlo una y mil veces compruebas que un papel pautado no es más que un sistema de señales, como las palabras. Recuerdas cuando tu hermano mayor abría un tebeo y leía lo que te parecían signos inescrutables. Tampoco sabías que aquella letra en forma de serpiente se decía Ese, ni que la Be era aquel palo con barriga a la derecha mientras que la De la tenía a la izquierda. Ver y escuchar es aprender. Y lo bueno es que puedes hacerlo a cualquier edad.

2

Es un decir, claro. Algo aprenderás, aunque en realidad lo que te preocupa es prepararte para no hacer el ridículo cuando con otros abnegados aficionados te pongas este viernes el smoking  y te arriesgues a cantar a tus admirados Bach y Haendel ante un grupo de amigos y de amantes de la música que aprecian estos esfuerzos. Primer problema colateral: ¿te va a caber la chaqueta del smoking con el corsé ortopédico? Segundo problema: ¿cuánto te tienes que apretar las cinchas de velcro para que, de una parte, el corsé se sujete y, de otra, te permita llegar a los endiablados saltos de octava que pautó el maestro de Leipzig? Te consuelas pensando que otros escucharán el fruto de casi cuatro meses de ensayos draconianos, y que en este caso el fin justificaba los medios. Para quien tiene oído y sensibilidad no hay mejor joya que la música, incluso aunque su ejecución no llegue a la excelencia. También para los escépticos vale el pensamiento de Cioran, que debe entenderse sin ánimo de ofensa para los creyentes:

Sin Bach, Dios sería una figura de segunda clase. La música de Bach es el único argumento que lo justifica, y gracias a ella la creación del Univeso no puede considerarse un fracaso total.

Exageraba tal vez el filósofo rumano. Pero tú no exageras nada cuando dices que tienes que cantar varias corales de Bach ante el respetable y, literalmente, no te llega la camisa al cuerpo. Por culpa del corsé, claro.

3

Te hace gracia que a estas alturas de la vida, cuando crees saberlo todo, se te despierta el afán de aprender, porque no sabes de casi nada. Lo ves en muchos amigos de tu edad. Unos se apuntan a un curso de Egiptología, otros se licencian en Historia, otros se cierran en una biblioteca pública para documentarse y escribir un libro sobre los judíos en España, a este le da por un curso de jardinería (arquitectura paisajística, más bien), esta aprende Taichí, fulanita y menganito reciben clases de tango,  esta otra pareja,  de alta cocina, quieren ser Cordon Bleu, aquel prueba la enología, el de más allá se apunta a un curso de apreciación de la ópera. Otros ingresan en la universidad para mayores y obtienen en el umbral de la vejez el título que en su día no pudieron conseguir. A tí mismo te han regalado por tu cumpleaños un pisapapeles de cristal que amplía a modo de lupa la imagen de un par de mariposas encerradas en su interior. Por un momento te dan ganas de sumergirte en la entomología, y de pasarte el resto de tu vida estudiando la vida de estos insectos. Es curioso: recuerdas cuando en la primera agencia de publicidad donde trabajaste se presentaron los fabricantes del flan Dhul. Hablaban de su producto con el mismo orgullo que hablaría Fleming de su penicilina, y como si la humanidad no hubiera tenido sentido hasta que a ello se les ocurrió inventar el flan industrial. También te viene a la memoria un pastor con el que te detuviste a hablar un día que paseabas por el campo.  Mientras pastaban sus cabras, con un ojo puesto en ellas y otro en sus manos, se dedicaba a tallar a punta de navaja figuras de animales con maderos y trozos de ramas que iba recogiendo a lo largo del día.

-Mire este lagarto –te dijo emocionado sacando de su zurrón un lagarto de madera de olivo- ¿Ve?-Y te miraba con sus grandes ojos azules a abiertos como platos- ¡No lo hace mejor ni Dios!…

Todos nos creemos algo cuando aprendemos a hacer algo: música, flanes o lagartos de madera.

4

Y el reconocimiento. Puede que el pastor/escultor no aspirase al Premio Nacional de Bellas Artes. Pero le hubiera gustado que alguien más que un senderista perdido supiera de sus méritos. Te pasa también a ti: has puesto en tu afición tantas horas que al final te halaga que los demás se enteren de que no has estado papando moscas. Y vas y anuncias tu gran momento, el concierto en el que participas y para el que llevas ensayando desde el mes de septiembre, días de partidos del Aleti incluídos.

-Viernes 25 de enero, día de la Conversión de San Pablo, a las 19 h en el Auditorio Buero Vallejo de Alcorcón.

¿Y por qué el 25 de enero, que no me viene bien?

-Porque San Pablo es es el patrón del CEU, que es el que afloja la mosca.

-¿Y por qué en Alcorcón, y no en el Auditorio Nacional, que me queda más cerca?

-Porque el Buero Vallejo es mucho más barato, y además en Alcorcón está la universidad del CEU,  que será poderoso, pero  muy mirado para sus gastos.

-¿Y por qué a las 19 horas, cuando a las 20 sería más razonable?

-Porque a los barandas del CEU les gusta cenar tempranito, y donde hay patrón no manda marinero.

4

Añades para que el aficionado tome nota   que una orquesta de dieciocho instrumentistas, cuatro solistas y el coro de voces entusiastas en el que te encuadras,  dirigidos por el muy exigente maestro José María Álvarez  Muñoz, cantarán  la  Cantata BWV 144 y la BWV 248 de Juan Sebastián Bach, y el Dixit Dominus de Haendel, lo que, por su dificultad, raya en el milagro. Subrayas además que las entradas, una vez que los jefes repartan sus invitaciones entre los VIP que se aventuren a ir (no muchos, seguro, pues el concierto coincidirá con otros eventos más glamourosos), son gratuitas, y se pueden reservar (lo confirmaremos) llamando al CEU.  Recalcas además que hay un excelente tren de cercanías a Alcorcón, villa, por demás, de múltiples encantos, y que nadie tiene que lamentarse o excusarse por no ir, pues esta agrupación musical no compite con las grandes estrellas de la música, y este bloguero en particular no pretende sino demostrar que su vida no gravita ya sobre la enfermedad.

Sino más  bien sobre el indescriptible placer de aprender algo nuevo en esta fase de tu vida en la que casi todo creías ya que era viejo. Dixit Dominus, y lo dices tú. No  podrás ya manejar la azada ni plantar árboles o cortar leña, por aquello de la espalda malherida. Pero aún puedes ser feliz cantando como un pájaro libre y esperemos que no desafinado.

Encuentro estimulante con Javier Reverte

No todos los grandes escritores tienen interés al margen de su obra. Pero Javier M. Reverte sí.

Un ajuste de cuentas con J.S. Bach, finalmente no del todo asesinado. Un pleito en ciernes con un vecino de aquellos que el vulgo llamaría tocapelotas. Un reencuentro con la pandi de la adolescencia, en la que nos preguntábamos directamente por los nietos sin saber siquiera a ciencia cierta cuántos hijos tenía cada quisque. El fiasco de ver perder a España ante esos tíos tan opacos y aburridos que, según Harry Lime, el villano de El tercer hombre, sólo han aportado a la civilización el queso con agujeritos y el reloj de cuco Una contusión en el tobillo con el esquinazo de la cama por quererla hacer precipitadamente, magna putada de dolor inolvidable. Labores de  abuelo/canguro, inevitables por otra  parte. Los pocos compromisos profesionales que le quedan. Un cocktail en el Ritz al que le invitaron los amigos de Terras Gauda, criadores de un excelente vino del Rosal y otros asuntos personales ocuparon la semana de este bloguero. El caso es que, por fas o por nefas,  apenas salió a pasear con el cazamariposas de asuntos varios, elemental para su afán de duende. Y así le ha lucido el pelo.

También planeaba sobre él ese sol obstinado que a veces abrasa sus ilusiones: no te empeñes, colega, nunca pasa nada, y seguramente ya has dicho y escrito todo lo que tenías que escribir. O sea, el fantasma de la nada existencial, la náusea sartriana, el eco de la pregunta angustiosa que uno se hace cuando abre la gatera de su blog y mira dentro: ¿hay alguien ahí? Lo comentaba con Wallace, un viejo amigo que solía visitar este diván de psicoanalista barato y que se personó en el concierto de marras. Tarde o temprano todos acabamos encogiéndonos de hombros y pasando. Nunca pasa nada.

Y sin embargo pasó. Deambulaba el Duende por el aeropuerto de Bilbao cuando apoyado en un velador y ante una copa de vino blanco vio un rostro que le era vagamente familiar. Aquello de ¿dónde di con  este hombre alguna vez? Lo había visto en las contraportadas de muchos libros y en directo, presentando sus novedades literarias en los estudios de la SER, RNE y, muy recientemente, en la COPE. Y de repente se cayó del guindo. Aquel hombre de cabello cano revuelto, ojos claros y machadiano torpe aliño indumentario que me reconocía era uno de sus ídolos literarios. O más que eso, un maître á penser y, sobre todo, un maître á vivre, que dicen los franceses.

El duende que escribía poesías a su madre por el día de la ídem había querido ser después sucesivamente escritor como Salgari , Julio Verne, Agatha Christie, Charles Dickens. Joseph Conrad o García Márquez. También quedó deslumbrado en su día por Gerald Brenan, más próximo al hombre del aeropuerto. Pero desde su reciente madurez, cosa de ayer mismo, sólo soñaba aunar la escritura de la imaginación con la de la vida misma, viajes y pluma. O sea, lo que hace Javier Martínez Reverte, más conocido como Reverte el bueno. Leyó el bloguero su  muy famosa y vendida Trilogía de África y quedó literalmente fascinado por ese modelo de libros que unen documento y novela, aventura e historia, épica y lírica y subyugan como ninguna otra cosa al lector curioso. Comprendió entonces el Duende que eso era exactamente lo que hubiera querido hacer y escribir.

-No conozcas jamás a un creador en persona-le recomendaron a uno hace tiempo- Porque todo lo mejor de él lo ha volcado ya en su obra, y luego no tienen el menor interés.

Suele ser cierto. Con excepciones. Javier Reverte es  natural y simpático. Tan modesto, que si le dicen a uno que es representante de chuches, se lo cree. Le invitó a una copa, le llevó de Barajas a Madrid en el coche con chófer que su editorial pone a su disposición, y habló más de otros libros que de los suyos. Por ejemplo, del titulado Soldado de poca fortuna que escribió un tal Jesús  Martínez Tessier, casualmente su padre, que después de perder la Guerra Civil como soldado republicano perdió la Segunda Guerra Mundial como soldado de la División Azul.

Además, al contrario que otros revertes de mucho pisto, Javier es humano. Cuando el Duende le tarareó Se ha cortao el pelooooo, ¡la novia de Reverteee!…él continuó la copla dedicada a su homónimo más famoso, el torero sevillano Antonio Reverte, que inventó el quite de la revertina. Tan accesible y básico parece este gran escritor que vive cerca de un Corte Inglés y le gusta el fútbol. Aunque, qué lástima, sea del Real Madrid. Pero es humano al cabo, insisto,  y como buen conocedor de las flaquezas del prójimo no se molestará que el menda le recuerde que quedó en regalarle no un libro suyo, sino el de su padre, ese luchador que vivió del periodismo porque, después de haber perdido dos guerras, estaba claro que no podría ganarse la vida como soldado. Así se lo contó a este escribidor Javier Reverte, o sea, Reverte el bueno. Y así lo hace constar en un post cuyo verdadero sentido se puede resumir parafraseando otra copla: Me debes un libroooo/No te lo perdono….


Siluetas de RNE

Duendes suscritos:

Suscripción

Suscripción por email

Publicaciones:

PARAÍSO DE HOJALATA
Una Infancia de Hojalata

Ir directamente a

Blog Stats

  • 1.380.057 hits