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¿Bajar el IBI, rescatar el Impuesto de Sucesiones y el de Patrimonio, naumaquias en el Lago de la Casa de Campo, instalar bibliotecas en los andenes de metro y en las paradas de los autobuses urbanos?…La inventiva de los futuros munícipes no cesaba. Los de Merecemos proponían instalar en la antigua Fuentecilla de la calle de Toledo un Manneken Pis tocado por la castiza parpusa que en lugar de agua del Lozoya sirviera un madrileñísimo vermú por 0,60 euros. El PPM (Partido de la Poesía para Madrid, no confundir) proponía crear un Cuerpo de vates itinerantes para sorprender por la calle a ciudadanos castigados por la vida y estimularles con el bálsamo de la lírica. Los componentes de este cuerpo se moverían por la capital en patinete luciendo un polo de llamativos colores diseñado por Agatha Ruiz de la Prada, y bastaría un gesto similar al de parar un taxi para reclamar su atención y solicitar sus servicios.
-Mire le cuento- es un suponer- Estoy fatal del reúma, mi marido sospecho que me engaña, mi Joselín se niega a estudiar y, como si se hubieran puesto de acuerdo, se me han fundido en un solo día ocho bombillas y el secador del pelo.
-¡Qué barbaridad!…Claro que para eso estamos nosotros. ¿Le hago una demostración de terapia poética? ¿De verso clásico, de rima libre?…¿Bucólica, simbolista, modernista, surrealista?…
-No, no…Yo de la que se entienda y quede bonita.
A otro partido mitad utopista mitad disneyano se le ocurrió que así como Nessi había arrastrado a millones de turistas a fotografiar al monstruo del lago Ness, un Manzi que de vez en cuando emergiera del légamo del Manzanares y fuera captado por el inevitable videoaficionado que casualmente pasaba por ahí podría incrementar en algún punto el PIB madrileño. Otro aliciente más para esos enjambres de turistas necios que ahora sólo saben verlo todo a través de la cámara de su móvil. Cincuenta años después de este enigmático suceso, se seguirá discutiendo si el monstruo es una hermosa rata de cloaca que dejó ver su espinazo, una robusta anguila despistada o una de esas especies desconocidas que de vez en cuando registra la inagotable Taxonomía animal. Si el lago Ness tiene su monstruo…¿por qué no lo va a criar el Manzanares, con la cantidad de detritus que dan vida a sus entrañas?
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Repasas mentalmente el nombre de los doce alcaldes de Madrid que has vivido y te sientes incapaz de saber quién te ha hecho más feliz. Recuerdas la barrabasada que perpetró Arias Navarro convirtiendo un parque de bomberos en la Torre de Valencia, que ya hace falta poca vergüenza para levantar semejante monumento a la especulación municipal.
Recuerdas al viejo Profesor desorbitando sus gafas de topo por ver una teta liberada de Susana Estrada. Tan sabio, tan despabilado. Recuerdas aún con más estupor la carnavalada en que se convirtió el entierro de don Enrique, con el pueblo de Madrid llorándole en la calle al paso de un furgón tirado por caballitos empenachados de plumas, qué espectáculo. Sólo faltó que lo llevaran a hombros ocho duques, como canta el Romance de la reina Mercedes. Y no vean la vergüenza que debió de pasar desde el más allá, tan ateo y tan humilde que se jactaba de ser Tierno Galván.
Mucho te sorprendió en cambio que le llovieran las críticas a Álvarez del Manzano por su reforma de la Plaza de Oriente. Como no eres arquitecto, ni urbanista, ni artista, ni político, sino sólo madrileño de a pie, y probablemente ignorante, a ti te pareció un gran acierto. Te asombró la soberbia de Gallardón con sus obras faranoicas –por favor, que la RAE de carta de naturaleza a este neologismo. Faranoico, a: Adj: que sufre la paranoia de acometer obras faraónicas a la menor oportunidad. Como a cada quisque, te dolieron los rejonazos del IBI, las tasas y la multas de la señora Botella. A saber quién nos va a mandar a partir del domingo.
Hace tiempo sin embargo que tu único credo verdaderamente sólido es el escepticismo. Como escribes ante el ventanal, y la luz limpia y transparente de esta tarde primaveral convierte el panorama de tu pueblo natal en un cuadro privilegiado, esperas tranquilamente las elecciones sin inquietarte demasiado. Por mal que elija la democracia a tu alcalde, hay que para frasear a Rick: siempre nos quedará Madrid.
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