1
Se muere Miguel Pajares, y en el plazo de un par de días le siguen famosos como Robin Williams y nada menos que Lauren Bacall.
–Ponme con la Parca –le pide el director del Daily Planet a su secretaria.
La Parca, o sea, la figura mitológica esa que los clásicos pintaban como un esqueleto encapuchado con la guadaña preparada para segar nuestras vidas. La misma Muerte en persona.
-Oiga, ¿es la Parca?- pregunta el director del periódico de periódicos en el más puro estilo Gila– Que si no podía usted espaciar un poquito más los muertos ilustres, que es que nos los junta todos en dos o tres días y luego no tenemos nada sobre lo que escribir el resto del verano.
La Parca probablemente responde que ella es una mandada, y hace lo que le dicen.
-No, si no le digo que no…. Usted mate lo que tenga que matar. Pero distribuya mejor sus objetivos. Esta semana una artista, la siguiente un político gordo, la siguiente un ídolo del deporte…Al menos hasta el final de las vacaciones. Luego ya empieza el nuevo curso y volveremos a tener carnaza con las gilipolleces a las que la Humanidad nos tiene acostumbrados.
2
Te preguntas simplemente si la actualidad se nutre de la realidad o del deseo.
Se muere Miguel Pajares y es realidad dramática y ejemplar. Hay que divulgarla para prevenir al personal contra el Ébola, un Jinete del Apocalipsis con el que no contábamos, y para que la especie humana recupere algo de su autoestima. El gran hombre se lo merece. Pero se mueren también un cómico como Williams y una diosa de la belle epoque de Hollywood como la Bacall y parece tal que si un flautista de Hamelin para nostálgicos hubiera recorrido las redacciones reclutando plumas famosas que bordan obituarios a la medida de su deseo.
Williams es un gran mimo, el mejor de El club de los poetas muertos, Popeye, Peter Pan, un genio que, como casi todos tipos de su clase, acaba desesperado de su talento. Maravilloso juguete definitivamente roto. ¿Por qué?… Lauren Bacall es el mito de la elegancia rubia, un último destello del Hollywood de las grandes estrellas –aunque aún la sobreviven Maureen O´Hara y Olivia de Haviland-, el indescriptible encanto de la seducción en blanco y negro. Cuentan que le bastó rascar una cerilla y cantarle si me necesitas, llámame para camelarse a Bogart, que era un tipo con alma de basalto. Literatura. El público llano hace leyendas de quien le gusta porque necesita leyendas para seguir viviendo. No desean que se pierdan, y creen que perpetuando su memoria se funden con ellos en la inmortalidad.
3
Tú pasas sobre esas muertes como sobre casi todas, sin perder la perspectiva de que forman parte de la propia vida. Te sorprendía de niño ver cómo tus padres se despedían de sus padres, hermanos o de sus amigos sin que su pérdida dejara en su rostro una nueva arruga o un súbito mechón de pelo blanco en su cabeza. Ahora eres tú el que blindas tus sentimientos frente a los puntuales servicios de la Parca. ¿Ley de vida o simple instinto de conservación?
El caso es que esa semana de muertes resonantes te sorprende cerca de la Ribeira Sacra, una zona donde sobra paisaje hermoso para agradecer al Creador su buen gusto y joyas del románico como el monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil para arrodillarse los que, piedra a piedra, hicieron posible ese templo en un enclave de excepcional encanto. Lo visitaste en compañía de tus amigos después de haber hecho un pequeño crucerito fluvial por el Sil en su tramo embalsado. Os ilustró el recorrido una guía culta y encantadora que, entre otras curiosidades, subrayó la significativa importancia de los miles de estrechísimos bancales –no más de un metro de ancho muchos de ellos- que los primitivos moradores del valle labraron en las laderas del río para el cultivo de las vides. Entre el espero boscaje de robles, alcornoques, madroños y otras especies mediterráneas que templan el rigor atlántico del clima local –y que colaboran a crear el tempero necesario para la uva- se distinguía el pináculo de una torre.
-Es el campanario de Santa Cristina de Ribas de Sil –apuntó la guía– No es fácil llegar allí por carretera, pero si pueden no dejen de verlo, porque es una de las joyas del románico rural gallego…
Caía la tarde cuando desembarcasteis. Para llegar a aquel monasterio que, desde el río, parecía a tiro de piedra, os perdisteis por un dédalo de carreteras y pueblos, kilómetros y kilómetros dando vueltas con la obsesión de llegar antes de que se hiciera la noche cerrada. Cuando disteis con él, escondido por bajo de un camino sin salida, tuvisteis que ayudaros con los faros del coche para admirarlo. Sólo insinuado ya entre las sombras del crepúsculo, os sobrecogió el conjunto monumental, el lugar y la emoción de haberlo descubierto en las puertas de la noche. Tantos siglos esperando vuestra visita. Tantos muertos anónimos que dejaron en esas piedras talladas el testimonio de su fe y, sobre todo, de su trabajo. Y tanto que agradecer a los que nos dejaron tanto.
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